Stonehenge: un misterio de piedra con más de 5000 años
Un conjunto de bloques de roca, a 130 kilómetros de Londres, del que poco se sabe, conserva intacto su misticismo y atrae a un millón de visitantes por año
Es tan difícil para el hombre moderno comprender cómo se pudo construir Stonehenge sin las maquinarias actuales, como imposible para el hombre del neolítico imaginar que 5000 años más tarde grupos de turistas caminarían alrededor de su recinto sagrado y que con un teléfono captarían una imagen para compartirla con el mundo en menos de un segundo.
Hoy en Salisbury, a unos 130 kilómetros de Londres, la ruta A303 pasa junto a Stonehenge. Un grupo de piedras solitario en medio de un descampado, sin árboles, ni edificaciones cerca. Son miles de años los que nos separan de ese mundo prehistórico, y una fila de autos (entre algunos que bajan la velocidad para verlo desde el camino) que retrasa la llegada. Según datos oficiales, un millón de visitantes llegan anualmente a conocer este monumento tan misterioso como incógnito.
Se sabe que en el 3400 a.C. cavaron una fosa para marcar el terraplén; y que 400 años más tarde levantaron las piedras del círculo exterior. Para ponerlo en contexto histórico, esto es anterior a las pirámides de Egipto, la invención del alfabeto y... el título de ingeniero.
Pero cuando se empezó a creer que se podía ubicar en el tiempo, nuevas excavaciones en 2008 revelaron la existencia de cuatro pozos con fragmentos de carbón de pino del año 8000 a.C. y huellas del período romano. Está claro que hubo vida antes y después de su período principal. No hay duda de que es un área con mucho significado. ¿Cuál? No se sabe.
Mientras tanto, las preguntas básicas que el hombre del siglo XXI se repite son las mismas: ¿quiénes fueron, cómo lo hicieron y por qué? Una paradoja del mundo actual es que se puede comprar una entrada por Internet, solicitar audio guías en diferentes idiomas y bajar la aplicación gratuita Stonehenge Audio Tour al teléfono móvil. Pero no es posible responder esas preguntas.
Camino al templo sagrado
Antes de llegar al centro de visitantes hay un control donde revisan abrigos y bolsos, igual que en el aeropuerto. Una vez terminado el chequeo y el trámite para pedir los boletos en ventanilla, a la derecha está el museo con toda la información sobre el área y hacia delante una reconstrucción de las casas neolíticas. Una opción es dejar esa parte para después e ir directo hacia la izquierda donde está la parada de autobuses que acercan hasta las piedras. Se puede ir a pie, algunos van por un sendero marcado, pero la distancia es de 2,5 kilómetros.
La fila se renueva cada cinco minutos porque los servicios van y vienen todo el día. Están los que esperan listos para la aventura y los que vuelven totalmente despeinados. El viento sopla fuerte cerca del círculo, como si una fuerza superior quisiera echar a todos de ahí. En un descampado sin el mínimo reparo, los bloques se ven soberbios en su sitio, sin mosquearse. Por momentos la gente los mira de reojo, con la cabeza hacia abajo, y le pone fuerza al paso. Ante esta lucha contra el viento vale resaltar dos cosas: olvidar salir peinado en una foto y llevar abrigo.
Sarsen es un tipo de piedra arenisca, parecida al granito, y es una de las más duras. Es inimaginable el tiempo que habrán invertido en esculpir cada una antes de levantarlas y encajarlas. Aunque se expliquen técnicas con troncos para mover semejante peso, cuesta creer que las hayan podido manipular sin ruedas o grúas, si se tiene en cuenta que pesan desde 25 toneladas y hasta 45, las más grandes.
Por supuesto hoy el paisaje de Stonehenge está incompleto. Las ruinas que se ven son resultado de diferentes etapas de construcción y restauración. Se sabe que en la Edad de Bronce algunas partes fueron removidas y que con el tiempo otras cayeron. Que durante la Edad Media sufrió un gran deterioro y con la recuperación, que empezó en 1919 y terminó en 1964, algunas piezas volvieron a su lugar.
Originalmente era un círculo exterior de 30 bloques verticales de más de 4 metros de altura (de los cuales solo 17 se mantienen en pie) otro contorno interno con sesenta piedras azules, 5 trilitos (estructuras de dos piedras verticales con una apoyada horizontal arriba) en el centro en forma de herradura y dos entradas. El acceso principal al noreste estaba alineado hacia un lado con la salida del sol durante el solsticio de verano y hacia el otro con la puesta del sol en el solsticio de invierno.
Una cuerda marca el recorrido y mantiene distancia con el monumento. Sólo se puede caminar por fuera para proteger el suelo del centro y porque cuando estuvo abierto la gente acostumbraba escribir su nombre, su país o su equipo de fútbol favorito. Con la soga como guía, el sector se preserva, los turistas no se amontonan y la ronda fluye, salvo alguna parada para sacar una foto o leer indicaciones.
Si se presta atención a los carteles durante el recorrido se pueden ver direcciones hacia sectores que guardan relación con antiguas prácticas rituales del área. Cursus barrocus son túmulos de la temprana Edad de Bronce. Ahí se enterraron a personas que vivieron cientos de años después de la construcción del templo. Según la señal está a diez minutos a pie.
Otro cartel indica la avenida, una vía del año 2300 a.C. que une Stonehenge con el río Avon. Existe una hipótesis que afirma que esa avenida conectaba con una ruta ceremonial. De ser cierto, la zona sagrada sería mucho más amplia.
No estamos solos
Los romanos pensaron que era un templo dedicado al dios del sol Apolo, y las leyendas medievales le adjudicaron la obra al mago Merlín en la época del rey Arturo. Se pensó que lo hicieron los sajones, los daneses, los druidas y hasta se creyó que fue una base para conectar con vida extraterrestre, una teoría que tuvo respaldo con la aparición de figuras geométricas en campos de siembra cercanos.
A pesar de las suposiciones, la versión oficial afirma que funcionó como un templo para entierros y celebraciones. Entierros porque se encontraron 56 hoyos circulares, en el borde interior del terraplén, con huesos incinerados de 240 restos humanos. Esos enterramientos fueron anteriores a la colocación de las piedras y se piensa que el templo se construyó para venerar a los muertos.
Celebraciones porque no era un asentamiento permanente, sino que se hacían procesiones para festejar el paso de las estaciones que marcaba el movimiento del sol en su alineación con el círculo. Asimismo la época de la construcción coincide con el período en que las bandas nómades cazadoras se convertían en comunidades agrícolas con asentamientos y cultivos guiados por el ciclo solar. Tiene lógica pensar que el cielo era su calendario de siembras y cosechas.
¿De dónde venían las procesiones? ¿Quiénes viajaban a enterrar a sus muertos? ¿Por qué ahí? Se cree que el círculo de piedra era el centro de una zona de culto en la prehistoria y el río Avon una vía de conexión con Woodhenge, otro círculo de madera del que hoy sólo queda una reproducción. Todo esto se puede ver y leer en el museo que está en el centro de visitantes. Una maqueta de Stonehenge junto a herramientas, como astas de ciervos que se usaban para cavar, que se encontraron en diferentes exploraciones.
La exhibición más impresionante es la del esqueleto casi completo de un hombre, excavado en 1864, cuya muerte data entre el 3630 y 3360 a.C. Al lado de los huesos está la reproducción de la cara de ese hombre que se estima murió entre los 25 o 40 años, midió 1,72 metros y pesó 70 kilos.
Después de ver la exposición sobre los hallazgos en el terreno y leer su historia dentro de una línea de tiempo, se puede entrar en las casas neolíticas que reproducen los asentamientos de aquella era. El museo no es grande, pero tiene tanta información que hace falta un buen rato para ver todo. Al final del recorrido, cuando se siente tener armado un rompecabezas tentativo sobre el significado de este lugar remoto, un cartel devuelve la sensación de ese paisaje que el hombre no logra descifrar. Dice: El propósito de Stonehenge está perdido para nosotros, siempre habrá un debate sobre su significado.
Datos útiles
Cómo llegar: Stonehenge está en Salisbury, a unos 130 km de Londres sobre la ruta A303.
Los trenes desde Londres salen de la estación Waterloo cada hora y el viaje dura una hora y media. Desde la estación, hay colectivos hasta Stonehenge.
Entradas y horarios: hasta el 31 de agosto de 9 a 20; a partir del 1° de septiembre al 15 de octubre de 9.30 a 19; y se reduce el horario desde el 16 de octubre hasta el 29 de marzo, que cierra a las 17.
Stonehenge permanece cerrado el 24 y 25 de diciembre. Durante junio, entre el 20 y el 22, por la celebración del solsticio hay aperturas especiales que se confirman poco tiempo antes del evento.
La entrada para adultos es de £ 16.5 y para menores entre 5 y 15 años £ 9.9.
Atención con...: se recomienda comprar la entrada por Internet y con anticipación porque la admisión al recinto tiene un cupo preestablecido por días y horarios. Lo mejor es chequear en la página para ver las fechas que aún tienen tickets vacantes. Los rangos horarios son de media hora. Por ejemplo, si se hace una reserva para visitar Stonehenge entre las 12 y las 12.30, ese sería el tiempo para pasar a retirar los boletos. La entrada está abierta hasta dos horas antes del cierre.
Si se quiere visitar también Woodhenge, a 6 km al noreste de Stonehenge, la entrada es gratuita. Se puede ir con los servicios de ómnibus 8 y X5 de Salisbury Reds.
Más información www.english-heritage.org.uk/visit/places/stonehenge/