Solteras en pandemia. Con apps de citas, mensajes y barbijos, ¿cómo son los encuentros en tiempos de Covid?
¿Qué onda el amor en tiempos de covid? ¿Cómo nos vinculamos cuando se trata de nuevos lazos?
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Un, dos, tres, mil swipes. La soledad, las noches de pandemia y su eternidad. ¿Cómo vincularse con un otro en estos tiempos? “Nada suplanta la magia que sucede –o no– en el cara a cara”, me dijo una vez una terapeuta hace años, cuando recién salían las apps de citas y eran todo un tabú. Hoy seguimos atravesando una pandemia y las aplicaciones de citas (y el uso de las redes sociales) no solo se naturalizaron y expandieron, sino que hoy parecerían ser la condición sine qua non para conocer a alguien; ya no hay acercamientos casuales en un bar o boliche, no hay eventos sociales ni pasillos de oficinas, ni fiestas, ni cumpleaños, y en la calle todo es distancia social y alcohol en gel. Aunque el amor podría encontrarnos desprevenidas en la góndola del súper o en esas noches en las que salimos a pasear al perro..., ¿quién sabe?
Amar es siempre un riesgo
Me resuena la frase del cara a cara inevitable cuando ahora lo máximo que podemos hacer es adivinar quién se esconde detrás de un barbijo. Interceptar miradas y chocar puños como único gesto de acercamiento en un primer encuentro en el que algo tan natural como respirar el mismo aire puede ser amenazante. Pienso entonces que, si atravieso la primera barrera de conocer a alguien, en versión virtual o “analógica”, vendrá la siguiente instancia, la del encuentro, que tampoco es lo de antes: está claro que, si decido hacer el movimiento, me expongo. Pero ¿más que en la vida prepandemia? No lo sé. El amor es siempre un riesgo. Al emocional, se le suma el del virus, un fantasma que se exacerba o no, según qué miedos ancestrales haya despertado en cada uno vivir una pandemia como esta. Me pregunto, entonces, qué queda: seguir swipeando en un catálogo virtual, disparar conversaciones que no terminan en nada y que nadie –ni siquiera yo– está dispuesto a remar por mucho tiempo. Una amiga me dice que acelere, que no hable tanto y pase a la cita. Yo siento que necesito poner un filtro antes, porque, después de tanto encierro, descubrí el valor de mi tiempo y el que le doy a un encuentro con un otro. Con virus o sin él.
Descubrimientos
Gracias a mi propia experiencia en este tiempo, termino listando una especie de manual de (¿buenas?) prácticas de soltería en pandemia sin proponérmelo. No es que siga todos los pasos con cada cita, pero mis amigas y yo, todas atravesamos algunos de estos puntos a la hora de conocer a alguien en los tiempos que corren.
Invertir tiempo
Con o sin pandemia, si estás decidida a algo, tenés que poner tu energía ahí. El amor no es la excepción. Y si las apps de citas son una puerta de entrada, hay que dedicar tiempo a estar: no es solo mirar, swipear y matchear. El match solo es un comienzo que abre una instancia de conversación (que, sin un poco de entusiasmo, queda en la nada). Tampoco se trata de quedarte en la idea de que terminar en un chat con un “hola/de dónde sos/a qué te dedicás” y las preguntas cliché que se te ocurran es “deprimente”. La conclusión es simple: hay que ponerle onda y eso implica, necesariamente, invertir tiempo. Quizá pases mil horas entre pantallas toda la semana, pero algunas pueden invertirse en las redes para vincularse de otra forma, para abrir puertas –y, digámoslo, despertar el algoritmo–. Después de todo, desde que los teléfonos celulares se convirtieron en smartphones, son casi una extensión de nosotras mismas, una línea directa con nuestra intimidad. Y las redes sociales, atravesadas por este contexto, se convirtieron en un refugio, un punto de encuentro, otra modalidad de vincularse en contexto de aislamiento, de crear sentido de pertenencia.
Conversar más
Si la puerta de entrada es una app de citas –Tinder, Bumble, Happn, InnerCircle, OKCupid o la que sea–, hay dos opciones. No esperar y desvirtualizar enseguida o hacer una especie de antesala, ante todo, para saber si quien está del otro lado es quien dice ser en el sentido más literal de la frase (¿a quién no le ha pasado de sufrir la sobreedición de fotos en una app?). En pandemia, esta “previa virtual” se acrecentó y permitió conversaciones de mayor vínculo e intimidad antes del cara a cara –casi como el equivalente a la información de las dos primeras citas, pero incluso con mayor profundidad–. Me encontré hablando de miedos, proyectos truncos y procesos de transformación vividos en la pandemia con algunos “matches”, algo impensado en otro momento, pero interesante para saber quién es y qué siente el que está del otro lado.
Resistir el archivo de Google
¿Quién no googleó a alguien desconocido para saber quién era digitalmente? Esto trasciende la medida de seguridad y vale en cualquier era pos-Internet. Es la marca personal que todos dejamos en la virtualidad, que hoy, más que nunca, es parte y es un punto que suma –o no– para encontrarse.
Cita por videollamada
Es una primera opción para salir de la pantalla estática, y hoy sigue siendo una posibilidad intermedia para chequear si querés seguir avanzando. Como todo en el amor, no hay reglas: he compartido copas de vino y charlas por videollamada y después la magia en vivo no sucedió, pero cada paso valió la pena (y me demostró, una vez más, que el contexto no detiene el experimentar el complejo arte de vincularnos).
El encuentro con distancia social
No importa cómo llegues al día de la cita en vivo, hay algo que indudablemente cambió: el primer impacto es con la mitad de la cara tapada y ya no con un beso en la mejilla sino chocando los puños. Después viene sentarte en una mesa en la vereda a distancia o caminar para comprar un café y conocer la cara del otro quince minutos después, como algunas de las secuencias posibles de una cita en 2021. Incluso si pasás de la virtualidad al “vení a casa”, sacarte el barbijo en el ascensor puede ser invasivo. Incoherencias –o no tanto– de estos tiempos, códigos que todavía no terminamos de comprender, pero que se han vuelto parte del encuentro.
Besos y barbijos
Hay un lenguaje simbólico en las máscaras de estos tiempos. “El momento de sacarnos el tapabocas es casi como desvestirnos. Es el primer momento en el que nos vemos, pero también el de demostrar confianza y la posible antesala a besarnos, cuando el cuerpo todo hoy puede ser considerado una amenaza”, dice Patricia Faur, nuestra experta en vínculos. Lo que antes marcaba la distancia para no invadirte, se transforma en un simple movimiento como un signo de apertura y de posibilidad.
Experta consultada: Patricia Faur. Psicóloga experta en vínculos de pareja. @patofaur.
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