¡Socorro, tengo mellizos!
Cuatro mujeres comparten con vos su desafío cotidiano de la crianza doble; ¡Las aplaudimos de pie y las honramos en esta nota!
Caminás por la calle y te cruzás con una mamá que arrastra un coche de doble cabina. Una cuadra más y un papá que entra a un jardín de infantes con dos pequeños clones de la mano. Y si estás atenta, seguro que en tu familia o grupo de amigas o de compañeros de trabajo encontrás muchas y cada vez más de estas duplas que parecen multiplicarse.
Es que en los últimos años, los mellizos dejaron de ser una excepción genética para convertirse en un boom. Tendencia a la que, desde luego, contribuyeron los cada vez más usados tratamientos de fertilidad (como la fecundación in vitro, la inseminación artificial y la estimulación ovárica), con los que se incrementa en un 30% la aparición de embarazos múltiples.
Pero, más allá del modo de gestación, lo cierto es que la maternidad doble implica todo, ¡todo!, por dos. Llantos al unísono, criaturas que exigen mimos, "upa" y que tienen hambre ¡al mismo tiempo! Dos niños que se trasladan en un coche armatoste, cada vez más pesado, que no pasa por ninguna puerta ni ascensor. Dos bebés, idénticos o similares, con distintas inquietudes para satisfacer. ¿Quién, al cruzarlos, no los mira con ternura y deleite? Pero también, ¿qué madre no ha mirado con un dejo de compasión a aquellas otras, pensando: "¡Cómo hacés!"?
Por esto y por otras tantas cosas en duplicado, hoy las aplaudimos de pie y las honramos con esta nota, donde nos cuentan cómo enfrentan a diario diferentes etapas y vicisitudes de un desafío tan demandante como gratificante.
El shock de la noticia
"Mi deseo de tener mellizos se cumplió: sentir las patadas de dos personitas a la vez fue único y, al ver los dos puntitos en la ecografía, me largué a llorar por la emoción".
"Con Juan, mi marido, sospechamos que podían ser mellizos por el valor del análisis de sangre, que dio muy alto. Al ver los dos puntitos en la ecografía, me largué a llorar por la emoción y por los nervios de pensar cómo iba a explicarle a Ignacio, nuestro hijo mayor, que venían dos hermanos y cómo hacerle llegar a Marquitos,un hijo que se fue al cielo, el agradecimiento por este regalo. Nunca se me cruzaron tantas cosas por la cabeza en tan poco tiempo: los nombres, los padrinos, el espacio en casa, ¡el auto!. El embarazo se desarrolló sin complicaciones, aunque al final la panza me pesaba, me costaba moverme y, por precaución, tuve que hacer reposo. Los últimos meses los viví entre temerosa, feliz, preocupada y muuuy hinchada, hasta que, ¡por fin!, llegó el día de la cesárea. La emoción se mezcló con el miedo, hasta que nació Mateo, y cuando me lo dieron sentí que el alma me volvía al cuerpo, ¡no quería soltarlo! ‘Vamos, que todavía falta conocer a la reina’, me dijo la partera, y tres minutos más tarde me dieron a Justina. No podía parar de llorar".
El asesoramiento, pedir ayuda
"Me acerqué a mamás que estaban pasando por la misma que yo y me sumé a la Fundación Multifamilias, donde me aconsejaron y orientaron".
"Desde que me enteré de que venían dos, me apoyé en la Fundación Multifamilias y fui a charlas orientativas para despejar dudas. Me sumé al grupo que tienen en Facebook, donde mamás y papás hacemos consultas de todo tipo y nos ayudamos en cuestiones de organización, rutinas, contención y consejos. Fue un gran acompañamiento durante el embarazo, en nuestro paso por Neonatología (las mellis fueron prematuras) y en los primeros tiempos. A raíz de la entidad, me armé un grupo de amigas que hoy son parte de mi vida diaria. Al principio, nos dábamos consejos y nos apoyábamos, pero ahora que estamos más tranquilas, nos juntamos, salimos y ya no hablamos tanto de niños. La vida familiar múltiple es muy distinta de la de los que tienen hijos de diferentes edades, y aunque una se organice, la etapa inicial suele ser agotadora. Ahora que pasaron tres años, puedo decir que criar mellizos es más fácil que tener hijos de edades dispares. Es despertarse rodeada de dos sonrisas y de cuatro ojos que te miran con admiración, es amor al cuadrado".
La logística de los primeros meses
"Cuando caminaba por la calle con el cochecito doble, el que no me paraba me clavaba una sonrisa como diciendo ‘pobre mujer’ o ‘qué gracioso’".
"Después de 21 días en la Neo, nos volvimos a casa. Tuve una infección y, por los antibióticos, me cortaron la leche, así que los bebés tomaban la mamadera que les dábamos yo de día y Lucy, la niñera, de noche. Obvio que sentí las culpas de no poder alimentarlos siempre yo y de no poder franelearlos las 24 horas como había hecho con mi primer hijo. Las noches que no estaba la enfermera, con Ezequiel, mi marido, nos dividíamos: uno se encargaba de Manuel y el otro de Tomás y apenas se despertaban empezaban los clásicos "te toca, llora el tuyo", "no, es el tuyo", y nos matábamos de risa. Salir a la calle era toda una experiencia: tardaba 15 minutos por cuadra porque la gente se paraba a admirar a los mellicitos como si fuesen de otra especie. Y el coche, ¡qué tema! Se ponía cada vez más pesado y las veredas siempre en reparación. Lo más cansador fue entre el primer y el segundo año. Una vez que empezaron el jardín, me descomprimí un montón. Eso sí, como trabajo desde casa, la computadora, el coche y la mamadera fueron siempre un solo corazón".
Criar en paralelo
"El desafío es acompañarlas en su crecimiento y ayudarlas a ser independientes, auténticas y libres, respetándose cada una como es".
"Ya pasaron varios años desde que la panza parecía que iba a explotar, del caos de los llantos, de las noches sin dormir, de la montaña enorme de pañales y de la difícil tarea de dejar el chupete..., pero aparecieron nuevas dudas y desafíos. Mis hijas empezaron la etapa escolar bien chiquitas porque mi marido y yo trabajábamos y se nos hacía muy difícil llegar con pilas para hacer la salida diaria a la plaza, seguir jugando un rato más, bañarlas, ordenar el cuarto, preparar la comida, hacerlas dormir... y no morir en el intento de terminar su rutina a las diez de la noche. Nuestro principal desafío era, y sigue siendo, lograr que fueran cada vez más independientes entre sí. En el jardín estuvieron juntas hasta sala de 5, y en preescolar cada una tomó su rumbo. Desde entonces, cuando invitan a una a jugar, disfruto de hacer una salida especial con la que quedó sin programa y, para organizarme con el tema de los deberes, me armo una planilla como la que tenía en sus primeros meses de vida con la leche, pero ahora con los temas a estudiar y las fechas de prueba. Hace poco nos visitó el Ratón Pérez y fue todo un problema porque a Belita se le cayeron antes los dientes y Juanita lloraba diciendo que a ella nunca le iba a pasar porque con su hermana el ratón se había quedado sin plata. Pero si hay algo que diferencia a los mellizos de los hermanos –más allá del especial vínculo que tienen–, es que desde la panza aprendieron a esperar y tienen claro que no son únicos. Ver cómo se entienden con miradas y la forma en que se preocupan por ayudarse me llena el corazón. Vivo la maternidad doble sintiéndome plena, las acompaño en su crecimiento, respetando la manera de ser de cada una y ayudándolas a ser auténticas y libres".
La importancia de la individualización
Por Maritchu Seitún.
En los últimos años, fue cambiando en ciertos aspectos el modo de criar mellizos.
Muchos padres no tenían claro el valor de favorecer el desarrollo de cada hijo y los vestían calcados, los ponían en la misma clase en el colegio, les festejaban juntos el cumpleaños y los comparaban tratando de que fueran iguales, obviamente resaltando lo mejor de cada uno para que el otro aprendiera.
Hoy, reconocemos la importancia de la individualización, una tarea compleja y necesaria para todos nuestros hijos, en especial en el caso de los mellizos e indispensable en los gemelos, justamente porque, al ser idénticos físicamente, necesitan nuestra ayuda para convertirse en personas únicas.
Encontramos la ventaja de que usen ropa diferente, que simbólicamente representa el despliegue del verdadero self, la identidad de cada uno. También favorece que tengan programas separados y que no los forcemos para que hagan las mismas actividades. Y, lo más importante, que evitemos las constantes comparaciones como "¿por qué no sos tan responsable (simpático, amable, etc.) como tu hermano?".
Todos tenemos luces y sombras, y los mellizos a veces las reparten entre sí.
Nuestra tarea de padres es que cada uno conozca y despliegue sus potencialidades sin escudarse en su hermano ni descargar ciertos temas a través del otro.
* Psicóloga, especialista en crianza.
Más info & pelis
-Juego de gemelas, con Lindsay Lohan.
-Un minuto en Nueva York, de las gemelas Olsen.
Libros
-El gran libro de los gemelos, de Coks Feenstra, Editorial Medici.
-Manual de supervivencia para familias con mellizos, trillizos y más, de Analía Rossi, Editorial Ateneo.
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