Sobrevivir al Valle de la Muerte
Para intrépidos, un recorrido de 170 kilómetros por una de las zonas más calurosas de la tierra, con temperaturas que superan los 50 °C
En 1849 un grupo de aventureros bautizó como Death Valley (Valle de la Muerte) a un desierto localizado al este de Sierra Nevada en California. No era para menos. Los 18 hombres se encontraron cruzando el territorio más hostil para el ser humano de todo Estados Unidos. El nombre fue la natural consecuencia de las peripecias vividas, aunque sólo murió uno de lo 18 expedicionarios.
Casi 170 años después aquel drama se convierte en aventura y atrae a millares de turistas del mundo entero, a quienes en nada amedrentan las guías que advierten de los riesgos de atravesar el territorio más caluroso de la tierra, que el 10 de julio de 1913 alcanzó el record de 56,7º C, a pesar de que hay quienes dan cuenta de un record de 58ºC en 2006, aunque no está reconocido por la World Meteorological Organization.
Lleve cuatro litros de agua por persona. Póngase bloqueador solar. Siempre ande con sombrero. No abandone el coche si tiene alguna avería y espere a hacer señas cuando pase otro. Esté atento a la existencia de escorpiones, serpientes y arañas. Llene el tanque de nafta exactamente antes de entrar al parque. No deje ninguna parte de su piel a la exposición solar?
Advertencias de este estilo hay en piezas gráficas, señalética en las rutas, emisiones de radio, y hasta en hoteles y estaciones de servicio periféricos del parque. No sólo no desalientan a los viandantes sino que pareciera que generan un particular atractivo. Todos quieren contar la audacia de haber sobrevivido a la prueba. Se estima que casi un millón de personas lo visitan cada año. La duda es entonces si se trata de consejos justificados o de una mera estrategia marketinera.
Todo cambia
Cuatro culturas distintas amerindias vivieron en esa zona. La primera de ellas hace 9000 años. Pero ¿qué los llevaba a vivir en semejante lugar?. Algo muy simple: donde ahora hay desierto antes había lagos. El clima por entonces era húmedo y abundaban animales para cazar.
Lo que hoy es el Valle de la Muerte fue en su momento el lago Manly, alimentado por los ríos Amargosa y Mojave. Luego el calentamiento global evaporó las aguas y con el correr de los milenios se convirtió en lo que es hoy.
Como dijimos, los primeros hombres blancos llegaron a la zona en 1849. Se perdieron y no pudieron salir del valle por varias semanas. Cuenta la leyenda que cuando finalmente encontraron una salida a través del Paso Wingate una de las mujeres de la expedición se dio vuelta y gritó "¡Adiós Valle de la Muerte!", bautizándolo para siempre.
Muy poco después los yacimientos minerales de ese curioso suelo comenzaron a ser explotados. Varias empresas se unieron para producir jabón e insumos industriales obtenidos de la sal de boro, conocida como bórax. A principios del s XX un minero irlandés y un carnicero vasco encontraron oro, generando una oleada de expedicionarios que querían enriquecerse. No duró mucho esa fiebre ya que las minas terminaron no siendo rentables. En 1933 el presidente Herbert Hoover proclamó a la zona como Monumento Nacional y más tarde, en 1994, se le dio la categoría de parque nacional y se le anexaron varios miles de kilómetros cuadrados: ahora tiene 13.518.
Salir a la ruta
Como veníamos del este luego de haber visitado Zion Park decidimos hacer noche en Amargosa Valley, el sitió más al este del Estado de Nevada junto al límite con California. La idea era llenar el tanque de nafta allí. Atravesar el desierto implica unos 170 kilómetros de marcha por la ruta 190. Tanto machacan con la advertencia de que el único surtidor en todo el Valle de la Muerte está en un pequeño cacerío llamado Furnace Creek en el centro del parque, que no quedarse sin nafta se transforma en una obsesión.
El Longstreet Inn & Casino es lo único que hay en medio de la nada inmediatamente antes de la frontera interestatal. Como es Nevada y allí el juego es legal en cualquier sitio, a este hotel acuden lugareños y quienes cruzan desde California para disfrutar de lo que en su estado está prohibido. Maquinitas tragamonedas y ambientación alusiva a los cowboys y al Lejano Oeste confieren al lugar un clima entre bizarro y kitsch. En definitiva termina siendo un complemento divertido de sus buenas habitaciones y servicio.
Bien temprano a la mañana siguiente, munidos con galones de agua, bloqueadores solares, sombreros y demás pertrechos para defendernos del sol y el calor partimos luego de cerciorarnos de que el equipo de aire acondicionado del auto que alquilamos funcionaba bien.
Los parques nacionales cobran entrada en Estados Unidos. Puede optarse por pagar en cada uno de ellos o bien sacar pases que habilitan para entrar a varios o a todos. Hay casetas al borde de la ruta en el ingreso al parque donde pueden obtenerse las entradas. Por lo general no hay nadie. Suele haber máquinas expendedoras. Si usted tiene un pase puede seguir de largo. Puede que nadie se lo pida. Pero también puede que sí. En este último caso más vale tener todo en regla como para no pagar fuertes multas.
Dante's view
Para recorrer el primer tramo de nuestro periplo tomamos la ruta 190 y luego giramos a la izquierda para llegar una hora después de nuestra partida a lo que se llama Dante's View. Este punto se encuentra a casi 1700 metros de altura y ofrece una de las vistas más espectaculares del parque, particularmente de lo que se llama Badwater Basin, que con su cota 86 en relación al nivel del mar es el punto más bajo de todo Estados Unidos. Es un extraordinario balcón hacia la naturaleza y, sobre todo, donde hay unos 20 grados menos que lo que se padece en el fondo del valle. La mejor luz es la del amanecer.
Volvimos sobre nuestro pasos para retomar la 190 y llegar a Zabriskie Point, que también ofrece oportunidades extraordinarias para tomar fotografías, aunque esta vez con montañas bajas de colores ocre y amarillo, a veces doradas. La erosión les ha dado formas ondulantes que dejan en nuestra memoria imágenes inolvidables. Acaso por eso Michelangelo Antonioni filmó aquella película de culto de los 70 que tomó el título del nombre de ese lugar. En este caso la mejor luz es al atardecer.
Cuesta abajo
Dejamos atrás el inmejorable palco avant-scène y fuimos a lo que se llama el Campo de Golf de los Diablos (Devils Golf Course). Los grados de inclinación de la ruta para poder bajar mil setencientos metros en no muchos kilómetros hacen necesario manejar con mucha prudencia.
Rápidamente la temperatura va en aumento. Tuvimos suerte. El día estaba fresco. Apenas 44 grados centígrados. Bajar la ventanilla del auto y sacar la mano es una forma de auscultar lo extremo del clima. El aire quema. La sequedad se siente.
De pronto aparece ese campo de rocas de sal que la erosión le ha dado formas irregulares y punteagudas, e innumerables hoyos. Caminar allí es muy difícil. Jugar golf es, pues, posible sólo para seres diabólicos.
Un cartel nos advierte: El calor mata. Tome mucha agua. Evite caminar con calor. Viaje preparado para sobrevivir. Esté atento a las señales de peligro. La ilustración del cartel es una lápida de madera allí clavada. Val Nolan. Muerto en agosto de 1931. Sepultado el 6 de noviembre de 1931. Fue víctima de los elementos. Mejor volver al auto.
Bajo el nivel del mar
Unos quince kilómetros más allá arribamos a Badwater Basin, el lugar al que todos queremos llegar. Tiene 85,5 metros bajo el nivel del mar. Suelen presumir los lugareños y hasta algunos folletos que se trata del punto más bajo de todo el hemisferio occidental. Pues para poner negro sobre blanco llegamos nosotros, argentinos que bien sabemos que el punto más bajo de todo el hemisferio occidental lo tenemos nosotros.
La Laguna del Carbón, a 48 kilómetros de Puerto San Julián en la Provincia de Santa Cruz es, con sus 105 metros bajo el nivel del mar, es el punto más bajo de occidente y el séptimo en el mundo. Como sabemos, el punto más bajo de toda la tierra es el Mar Muerto, con sus 416, 5 metros.
Badwater Basin (Cuenca de Malas Aguas) tiene 12 kilómetros de largo por 8 de ancho. Hace unos 12 mil años los arroyos de las montañas cercanas alimentaban allí un lago que llegó a tener 10 metros de profundidad. Había llegado a 200 metros durante la glaciación hace dos millones de años.
El calentamiento de la tierra y la desaparición de las lluvias fueron de a poco evaporándolo. Hoy sólo queda una pequeña charca cuya concentración de sales la hace inútil como fuente bebible. De todas manera de tanto en tanto algo llueve. El promedio de precipitaciones anuales alcanza los 4,6 centímetros. Una fina capa de agua se evapora rápidamente y deja la sal depositada en la cuenca formando un suelo cubierto de cristales blancos.
La mayoría de los visitantes se interna en la cuenca caminando bastante desde la ruta por algo así como un ancho sendero de sal apisonada. Todos portan botellas de agua. Los orientales llevan sombrillas de mano y muchos otros usan sombreros o gorras con protección en la nuca al mejor estilo de la Legión Extranjera. El paisaje es dramático y único. Difícilmente olvidable. Pero seamos prudentes. Volvamos al auto.
El único refugio
Furnace Creek es la próxima parada. Retenemos ese nombre desde que organizamos el viaje. La advertencia se repite en todas las guías turísticas. "Recuerde que el único sitio poblado de todo el Death Valley es Furnace Creek, donde hay estación de servicio, proveeduría, restaurante y hasta un hotel donde dormir".
Antes del pueblito dejamos a un lado lo que da en llamarse La paleta del pintor, una ruta algo curva junto a un cañón formado por rocas de varios colores producto de la oxidación de diversos materiales que las constituyen.
Llegamos a Furnace Creek. Efectivamente hay todo lo que nos dijeron. Hacía rato que no veíamos un árbol. El verde alivió la mirada. Es más?hay una cancha de golf, mantenida con riego artificial que vaya a saber uno de dónde traen.
La despedida
Va siendo hora de pensar dónde hacer noche a la salida del parque. Hay que apurarse. La despedida fue un territorio cubierto por dunas de arena blanca que se llama Mesquite Flat Sand Dunes. Hay otras zonas de dunas, pero esta es la más popular por estar a la vera de la ruta 190. El paisaje era una reproducción del Sahara.
Hay allí troncos retorcidos de árboles que dan al sitio un marco escenográfico tan pregnante que hace sospechar que la naturaleza pensó en los aficionados a la fotografía. El viento peina las dunas dejando sobre ellas superficies onduladas y pequeños cañadones, que por efecto de la luz del sol proyecta sombras sugerentes.
Muchas películas fueron y son filmadas en el Death Valley, que ofrece paisajes que parecen fuera de este mundo. Por alguna razón que no conocemos Marlon Brando quiso que parte de sus cenizas se arrojen allí. Sus hijos cumplieron el deseo.
Cualquier viajero puede confundir ciudades cuando las evoca. Nadie puede equivocarse recordando el Valle de la Muerte.