Sin guerras, el mapa turístico se agranda
Los títulos de tapa de los diarios suelen ser dramáticos. Y cuando los conflictos, las batallas o los atentados terroristas se desvanecen quedan en el subconsciente colectivo como si fueran un presente continuo. Pienso hoy en la franja de Gaza, el este de Ucrania, los africanos que intentan llegar a Sicilia o Ceuta y Melilla, lo mismo que en el triángulo de Siria, Afganistán o Irak. No dan ganas de viajar porque el turismo hace el amor y no la guerra.
Y olvido que lo mismo pasaba en otros escenarios que ahora son destinos apetecibles, especialmente para quienes quieren gastar la mitad y divertirse el doble conociendo lugares poco frecuentes.
En una lista breve e incompleta anoto Albania, los Balcanes, Vietnam, Camboya, Etiopía, Tanzania y Namibia.
No voy a los archivos periodísticos, sino a los suplementos de turismo y a la creciente importancia que le dan a la aventura sin descuidar la seguridad en lugares que han dejado de ser peligrosos.
Los mochileros, por edad y bajos presupuestos, marcan el menú que también pueden seguir a su manera, lo que podemos llamar Clase Turística es decir, nosotros.
Pueden ser adultos o matrimonios jóvenes, y también mayores con intereses temáticos que saben elegir aerolíneas de bajo costo (cada vez son más), lo mismo que trenes u ómnibus sin caer en el auto stop. El requisito indispensable es una actitud abierta y ganas de conocer lugares y gente diferente sin andar con remilgos.
Albania tiene una magnífica costa sobre el Adriático, muy cerca de Italia con playas de piedra caliza, ruinas antiguas y hoteles buenos muy económicos para los estándares europeos, donde pagar 50 euros por noche es una pichincha.
Croacia, además de la joya que es Dubrovnik como escala de cruceros, es rica tierra adentro en Varazdin al norte de Zagreb, con iglesias barrocas y tanto música clásica como festivales para Bob Dylan o Carlos Santana.
El África profunda
Addis Abeba, la capital de Etiopía, era una cita al pie al hablar de Jamaica y Bob Marley, aunque no fuera atracción. Los eruditos respetaban su cuna del Australopithecus (nuestro primo mono) y, por supuesto, el emperador Haile Selassie. Actualmente tiene festivales culturales de gran nivel y luce como en su altura (2300 metros), porque es capital de la Unión Africana, el continente que más sorpresas positivas le da al mundo. Lo que había pasado con Asia antes de convertirse China en la gran vedette. Un primer indicio fue siempre la multiplicación del número de hoteles confiables, no caros ni exclusivos.
Namibia es sobresaliente en su respeto a la naturaleza con los premios de World Wild Life, el desierto de arena que la Unesco declaró Patrimonio Mundial y un campo reservado a los rinocerontes, una especie en peligro de extinción. No es un destino económico, pero lo que vale cuesta, lo mismo que llegar a la meseta de Laikipia en Kenya con granjas orgánicas, energía solar, vinos africanos y un paisaje salvaje con elefantes, leopardos y cebras.
Tanzania, con el monte Kilimanjaro donde escribió Hemingway (un viajero que siempre se adelantó), está de moda con la música en Dar es Salam, la ciudad más importante sobre el Índico. Hay clubes en la playa, chiringuitos con la influencia india y árabe, y de sus 125 tribus con diferentes instrumentos de percusión y repertorios. Y hay muchos hostales donde la música ambiente es el swahili hip hop.
No conozco ninguno de estos paraísos accesibles con tarjeta de crédito y sólo escribo desde mis deseos imaginarios al borde de mi computadora alimentada de datos y videos.
En el cierre, como botón de muestra de un mundo que cambia mas rápido que nosotros, tengo el río Mekong, el Danubio del Asia, con sus 4800 kilómetros desde que nace en China.
Durante muchos años fue el título cotidiano en la Guerra de Vietnam, hasta que la paz hizo de Ho Chi Minh la base de viajes en barcos pequeños, que tienen gimnasios y cargadores para la iPad, que tardan de 3 a 7 días hasta Siem Reap en Camboya con su selva y sus templos de más de mil años.
El mundo sin guerras es más ancho.
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