"Sea feliz (no joda al prójimo)": quién es el artista detrás de estos afiches callejeros
Él va caminando por la calle. La ciudad se le presenta como si fuera el lienzo de un pintor, la pantalla de un diseñador gráfico, la hoja en blanco de un escritor. O todo eso junto. Mira las paredes mientras registra las señas de identidad en cada barrio: son las plataformas de su proclama. El Tano Verón va con la cabeza efervescente: observa, piensa, conecta. De repente, le viene una emoción, le llega una idea. Y ahí nomás la captura, como le sale, en el block anotador que siempre lleva en algún bolsillo. Hasta acá, la parte inspiracional de lo que él hace. Después sigue un proceso –más racional, más técnico– en el que ese impulso se convierte en una obra que es un híbrido de diferentes lenguajes. Lo que él hace es street art, aunque no solo eso. ¿Qué hace el Tano Verón? "Soy una persona que trabaja con la palabra y la imagen –dirá de sí mismo–. Si bien mi formación académica es como diseñador gráfico, empecé hace varios años a experimentar qué era salir a la calle a intervenir el entorno y ahí me volví adicto a pintar, a pegar".
Pintar y pegar se traduce en pósters con estética de afiche de bailanta que, en lugar de promocionar bandas tropicales, tiran frases positivas. Son directas y provocadoras, se convirtieron en un sello personal de este hombre todo tatuado de 33 años que marcó un estilo.
¿Cuánto le ponés de artista y cuánto de diseñador?
Más de artista. Hay una dicotomía histórica entre el arte y el diseño. Pero fijate que un diseñador opera cuando aparece un cliente, en cambio, el artista no espera. Yo hago lo que hago porque lo siento. Después, si eso a alguien le sirve como comunicación, genial.
¿Acá entra la cuota de diseño?
Sí, porque yo manejo herramientas que me brindó el diseño y me permiten entender cómo interpelar al receptor, qué tamaño tipográfico y tiempo de lectura se necesita. Creo que de todo el bagaje del diseño surge la efectividad de esto que hago.
Tu firma en los carteles, ¿es parte de la obra?
Pongo mi firma para hacerme cargo. Veía frases muy negativas. Y no es que yo tenga una mirada muy naíf, ¿eh?, sé que estamos en crisis, no me parece todo color de rosa, las cosas están para atrás: están cerrando escuelas, estamos cada vez más pobres..., pero ¿qué hacemos con todo eso que está mal? Hay que construir algo mejor. Yo siento que tengo que hacerme cargo de lo que digo frente a estas cosas.
¿Buscás usar el poder de la palabra para generar cambios?
Sí, pero sería muy ambicioso decir que yo, desde una pared, soy capaz de cambiar una sociedad. Pero lo poco que pueda hacer, lo voy a hacer. Quizás alguien reflexione a partir de lo que lea y se genere un cambio. Entonces, desde mi arte puedo aprovechar la palabra para construir. Es jodido pensar que yo tengo la responsabilidad de mejorar el mundo, pero sí hay una pequeña porción que, en definitiva, asumo cuando pienso que mis frases pueden traccionar para algo positivo. Poner mi nombre es que sepan que hay alguien que avala eso que digo, yo quiero decir cosas constructivas y las firmo.
Pero no siempre... ¿Por qué, por ejemplo, "Mujeres: gracias por hacer historia" salió sin firma?
El #8M es un día re complicado para publicar, pero es más jodido no publicar nada porque es como que no apoyás o no visibilizás. Lo que hice no lo firmé porque ahí yo me sumé a un colectivo de mujeres y no corresponde que esté mi nombre.
Para vos, ¿no correspondería que estuviera tu nombre porque adherís a un mensaje que es colectivo o porque sos un varón y es una causa de mujeres?
Porque lo que más quiero hacer en un día como el #8M es sumar y creo que se puede llegar a correr el foco de lo que se dice hacia quién lo firmó y generar algo como "¿por qué este chabón nos está diciendo a nosotras que vayamos a la Plaza?". Se arma una discusión que resta. Lo hice y lo subí a mi Instagram sin firma y con descarga gratuita. Porque soy un convencido de que la palabra es movilizante. De alguna manera, soy un activista de la palabra.
¿Te interesa hacer política?
Pintar en la calle ya es un acto político, lo que no hago es enmarcarme con ningún mensaje partidario porque no me interesa ni encuentro ninguno que me represente. Me pidieron que hiciera una campaña y dije que no.
EL ESPACIO PÚBLICO DE TODOS
Sobre la pared, en una esquina de Villa Crespo, tapados con dibujos en stencil, grafitis y pegatinas, se leen fragmentos de los afiches del Tano. "Queda terminantemente" –falta "prohibido ser tibio"–; "Viv in" –es todo lo que se descubre de su "Viva intensamente, la muerte temblará ante usted"–, hay un "Mala mía" muy claro y algunos indicios del "Si no hay love, que no haya nothing". Hay otro cartel sobre este cadáver exquisito de arte callejero, que advierte: "Prohibido pintar. Propiedad privada". "Dice pintar, no dice pegar", se reirá Verón. Su atelier está a tan solo unos pasos de allí. "El timbre azul", indica al dar la dirección del lugar donde trabaja cuando viene a Buenos Aires desde su ciudad natal, Mercedes, donde vive con su mujer y su hijo. Este ambiente –luminoso, abarrotado de obras coloridas y con fuerte olor a pintura– el Tano lo comparte con un artista, un barbero y un tatuador: son amigos que hacen de este coworking un lugar de encuentro creativo. "Acá pinto, me junto con artistas y no artistas a tomar cerveza, ponemos algún juego de mesa, conversamos y vemos qué vamos a inventar –cuenta–. Es nuestro centro de operaciones, de todo lo que hacemos salen ideas, vínculos y algo que va a terminar en la calle".
¿Así es tu jornada de trabajo profesional?
Sí, así es parte de mi trabajo. Pero no es que me la paso de juegos y birra con amigos. Yo me tomo re en serio lo que hago, mis padres no son millonarios ni mucho menos, ahora tengo un hijo de tres meses y mis pies están en la tierra. No soy un chico rico que juega a pegar carteles. No es esa mi historia.
¿Vivís de tu arte?
Comercializo mis carteles, los vendo a bajo precio y está re bueno porque muchos de los que vienen acá es la primera vez que se compran algo de arte. Quizás es a $200, pero se llevan arte. Pero no vivo solo de eso, además, me llaman de empresas para diseñar interiores o para dictar workshops, acá doy talleres de arte callejero, soy docente de Diseño Gráfico en la FADU (Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA). También diseño tapas de discos y libros para afuera.
Hablaste de efectividad, ¿cuál es tu clave?
Tengo solo veinte frases en la calle y en mi libreta un millón más. La clave es que sean repetitivas, la gente tiene que entenderlas, tiene que saber que son mías. Mi estilo ya se reconoce, usé mucho tiempo la estética de cumbia con una frase reflexiva tipográfica.
Muchos de tus mensajes usan el imperativo y tratan de usted.
Sí, lo que me gusta de este tono que elijo usar es que me da cierto respeto. Es re complicado decidir qué escribir en la pared, en la calle, es un súper desafío para mí después ver cómo reacciona la gente ante lo que pongo, cómo lo toma.
¿Y cómo lo toma?
Bien. Y a veces inesperadamente. Mirá, la vez pasada la gente se puso a agregar comentarios en mi cartel "Esto es el universo" con un fibrón a unas frases que puse recortadas y yo no lo había pensado así, me habría encantado que se me hubiera ocurrido a mí, pero no. Y estuvo increíble que se apropiaran de esa obra. Eso tiene la calle. Te pueden pintar, tapar... Yo estoy permeable a que suceda y lo celebro. El arte callejero es diálogo. No hace falta una invitación, es salir a jugar en la calle.
Qué te digo con lo que digo
- Sea feliz (no joda al prójimo). "Es de los más conocidos. Yo no estoy proponiendo ser feliz, yo digo que no rompan las bolas. Está bueno primero ser feliz, pero después, que no sea a costa de los otros".
- Por favor. Gracias. "Creo que es el ABC para ser una mejor persona cívica. Las cosas están difíciles, pero eso no tiene por qué llevarnos a tratarnos sin amabilidad. Hablo de involución porque vamos para atrás sin estas palabras".
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