Se casaron, pidieron que les regalen kilómetros y se fueron a recorrer todo el continente
Álvaro Torres (33) y Olivia Calatayud (30) se conocieron en Buenos Aires hace ocho años y ni bien se vieron, sintieron una fuerte conexión: tanta, que al mes estaban de novios. Ambos estaban también enamorados de sus carreras: Oli era fotógrafa y trabajaba de manera independiente, haciendo lo que le apasionaba. Álvaro había estudiado Administración de Empresas y estaba haciendo un MBA, mientras trabajaba en logística. Sin embargo, hubo algo que los hizo salir de ese camino que hasta ese momento creían que era el único posible: Oli le regaló a su flamante novio el libro "Atrapa tu sueño", de la familia Zapp, unos viajeros que habían dejado todo y recorrían el mundo con sus hijos. Al conocer la historia de esta familia que había partido inicialmente de Argentina a Alaska, a Álvaro y Oli empezó a rondarles la idea de emprender algún día una aventura similar. Durante siete años mantuvieron vivo ese deseo, pero era difícil tomar la decisión, especialmente para Álvaro, que se sentía muy seguro con su crecimiento profesional y sus estudios.
Buscando a Westy
Después de muchas idas y venidas, Oli y Alvarito terminaron de decidirse; se iban a casar e iban a encarar el viaje como Luna de Miel: "Dar el primer paso es lo más difícil, y nosotros lo estábamos dando", afirma Álvaro. Pero no lo iban a hacer solos, iban a ir con su perrita Perica, una border collie de un año y medio, y a bordo de una van VolksWagen Westfalia… que todavía no tenían. "No sabemos bien por qué quisimos viajar a bordo de una Westfalia, pero lo que sí sabíamos en ese momento era que el vecino de mi padre tenía una y al verla nos gustó tanto que no se nos iba de la cabeza", pero ese vecino les dijo que no se las quería vender. Así que por varios años siguieron buscando otras: "Sentíamos muchas ansias de encontrar a nuestra querida ‘casita sobre ruedas’ porque creíamos que el proyecto empezaba una vez que la tuviésemos", explica Álvaro.
Un buen día, Álvaro salió de una clase de yoga un día de lluvia y vio una combi como la que buscaban. "Por suerte tenía a mano un papel y una birome. Le escribí: ‘Hola, soy Álvaro, estoy buscando una Van’ y mí número de celular. Se lo dejé en el limpiaparabrisas sin pensar que la hoja aguantase la lluvia. Llego a casa, le comento esto a Oli y a los 20 minutos veo el mensaje: ‘Hola, mi nombre es Giuliano, soy el dueño de la combi alemana’". Él tampoco les vendió su camioneta, pero sí los contactó con otros miembros de un club de VW en el que finalmente encontraron su querida ‘Westy’.
Presupuesto acotado
Una vez que la van ya estaba en sus manos, todavía debían pensar en cómo sustentar el viaje, que en ese momento iba a durar un año (spoiler alert: está durando bastante más). Su principal idea era trabajar en los distintos lugares haciendo fotos (Oli) y dando clases de Kitesurf (Álvaro), pero también salieron a conseguir marcas auspiciantes con las que pudieran trabajar a lo largo del camino. El tema era que, entre los arreglos de la Westy y los costos de los primeros días de viaje en los que todavía no tendrían trabajo, sabían que iban a necesitar ayuda para cubrir muchos gastos iniciales. Entonces se les ocurrió que, ya que se iban a casar y todo el mundo les preguntaba qué querían de regalo, pedirían que les regalaran kilómetros: "Al poco tiempo apareció un amigo que nos armó una página web y ahí la gente nos iba regalando kilómetros y enterándose bien cómo sería nuestra aventura", explica Oli.
El momento de partir
La organización previa fue muy movilizadora: tenían que dejar sus trabajos, terminar de organizar el casamiento, ultimar detalles de la van, dejar el departamento que estaban alquilando, vender lo que no necesitaban y organizar todos sus documentos y los de su perra Perica. "Fueron meses muy intensos", cuentan, "porque estábamos organizando un casamiento y un viaje enorme a la vez". Pero después de meses y meses de planificar todo y trabajar en el proyecto, llegó el 11 de marzo de 2017, el día del casamiento: "Ese día fue increíble, no solo fue un fiestón, sino que también fue un día de muchas despedidas, lo que hacía que el evento tuviera una carga emotiva extra, si es que se puede tener más emociones el día que uno se casa", se ríe Álvaro. Y con todas esas emociones como punto de partida, salieron de sus casas una semana más tarde, en busca de experiencias y aventuras.
Los desafíos del día a día
Como lo pensaron en un comienzo, Alvarito y Olivia están trabajando durante el viaje: ella, con la producción de fotos, videos y manejo de redes sociales en proyectos puntuales y él, dando clases de Kitesurf. "Recibimos muchos mensajes de gente que nos pregunta cómo nos sustentamos a la hora de viajar, y vemos que está incógnita es lo que hace que la mayoría de la gente tenga miedo de salir de viaje, es lo que les impide salir de su zona de confort", revela Olivia.
"A lo largo de este año y medio vimos muchos viajeros trabajando haciendo todo tipo de cosas: viajeros que nunca fueron ni cocineros ni vendedores vendiendo alfajores, artesanos que antes de empezar a viajar tenían una constructora, gente vendiendo cóctails sin haber hecho antes un trago. La necesidad nos pone en un lugar desafiante y de eso hay que aprender, no paralizarse, sino enfrentarlo para poder continuar", aconseja. Y asegura que viajar durante un tiempo prolongado no es para cualquiera: tienen que haber muchas ganas de lanzarse a lo desconocido, de perder comodidades y de hundirse en las tareas básicas de la rutina: dormir, comer, estar en contacto con la naturaleza y "además, siempre es difícil estar lejos de nuestros seres queridos, perder el día a día y no poder estar en los momentos importantes".
Lo más increíble del viaje
"Definitivamente la sorpresa más grande del viaje, más allá de los lugares y paisajes increíbles que tuvimos y tenemos la posibilidad de ver, es la gente. Su solidaridad, amabilidad y sus ganas de ayudar es lo que nos sigue sorprendiendo día a día. Nosotros creemos que en este mundo hay más gente buena que mala, y a nosotros nos acompañaron y acompañan muchos ‘Ángeles de la guarda’ que se suben a nuestra van cada vez que nos toca salir a la ruta", asegura Álvaro.
En cuanto a los lugares que más les gustaron, los chicos cuentan que, si bien todo lugar tiene algo especial, definitivamente Colombia fue el país que más los marcó, no tanto por sus paisajes sino por su gente: "Fue un país en el que estuvimos cinco meses, donde se nos abrieron las puertas en muchos lugares y en donde su gente nos enamoró. Hoy en día seguimos en contacto con ellos y guardamos los mejores recuerdos".
Cómo sigue la aventura
Hoy, después de haber recorrido más de 15.000 km, 12 países e infinidad de experiencias vividas, los chicos se encuentran en México y al viaje le queda poco en cuanto a países, pero mucho en recorrido. "Además del gran objetivo de poder llegar a EEUU, también queremos poder vivir unos años en el lugar que más nos haya gustado. Es otra experiencia y queremos mantener este estilo de vida instalándonos en un lugar, cerca del mar, viviendo con la naturaleza, trabajando de lo que nos gusta y siendo dueños de nuestro tiempo. En cuanto se dé eso, aunque la ansiedad a veces nos juega en contra, nos encantaría poder empezar a tener hijos", confiesan.
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