Samaná, un paseo por el lado salvaje de Dominicana
En el noreste del país, un destino en crecimiento que conjuga intimidad, naturaleza en bruto y color local (sin que falten los hoteles de lujo)
Hace mucho tiempo, probablemente desde que fue avistada por las carracas de Cristóbal Colón, que la costa de Samaná alardea su condición de destino emergente. Ya sea por carambola o por el olfato privado, las inversiones, la infraestructura y el segundo semestre desembarcaron primero en las playas de Punta Cana, abrevadero de vacacionistas de medio continente.
Pero no hay mal que por bien no venga. Aunque en la última década acogió la apertura de complejos hoteleros de abolengo, los responsables de Turismo de la península ubicada en el noreste de República Dominicana presumen de ofrecer las excelencias del Caribe al natural, ajena al rigor del turismo de masas.
Sin necesidad de mojar las ojotas en cada una de sus 168 playas, la ribera convence a todo el padrón de viajeros, más allá de sus intereses. La condición de zona protegida de muchos de sus parajes preservó a la provincia de la depredación de los recursos naturales a machetazo limpio y el litoral expone la desmesura de su vegetación sin la mandanga, a veces ambigua, de la llamada puesta en valor.
Unas cuantas calas en Las Terrenas son las elegidas por los locales para plantar bandera con parlantes que acompañan el tempo del oleaje con reggaetón y cachaca, como para que los argentinos se sientan como en casa. Otras, como El Portillo, apadrinan los deportes de viento como el kite surf. Están las que reciben de enero a marzo las peregrinaciones de ballenas jorobadas, como Cayo Levantado, y las que agremian cocoteros en fila india. Un sumario posible de todas las postales de los trópicos.
Mientras tanto, en primera línea de mar, unas calas con prestaciones cinco estrellas disimulan su paradero para ofrendar intimidad y remanso, el ecosistema más preciado para los tortolitos en flor. Y en todas estas playas hay espacio suficiente para hamacarse sin riesgo de aglomeración.
De todo lo bonito, que es mucho y diverso, aquí va un recuento parcial para sobrellevar una semana en modo hibernación. Panza arriba, aperitivo en mano, mente en remojo.
Playa Rincón
La excursión desde el hotel prescribe subirse a un camión estilo safari que atraviesa la carretera local secundada por la selva. Desfilan poblados tapizados por los mangos que se caen de maduros, plantaciones de piñas, plátanos, café y cacao. muchas de las razones por las cuales el guía conjetura que los lugareños toman lo necesario para vivir de los árboles -y del mar- y que por eso puede haber pobreza, "pero no hay miseria".
La parada en una casa de artesanías y tabaco en la aldea Los Tacones oficializa el encuentro con el Diego Maradona de Samaná -así se hace llamar- un sucedáneo del diez con rulos cosecha 81, simpatía y busarda ad hoc. El Pibe de Oro ofrece el cóctel local popularmente conocido como mamajuana, brebaje de yuyos, vino dulce, ron y miel. Para el paladar resulta una granadina diletante a la que los lugareños le confieren dotes afrodisíacos y los viajeros toman con precaución. Hay frutas tropicales como zapote y chupitos de cacao con agua. "Nuestro Viagra natural -arremete, para variar, el Diego local y de paso alecciona que "Moctezuma se tomaba 26 tazas diarias".
Hacia el final del trayecto irrumpe entre lianas y cocoteros Playa Rincón, un arenal de 4 kilómetros con un bosque que abanica aguas templadas y cristalinas ideales para el primer chapuzón.
Como parte de la excursión, el menú de mediodía ofrece una deliciosa panzada de langosta a granel, con guarnición de arroz o palta, tostones de plátano y piña en uno de los puestos a pie de playa, piropeada en los rankings como "la personificación del Caribe en estado puro". Sol, mar y palmeras, protegidos por el Cabo Cabrón.
Caño Frío
A unos pocos kilómetros de Playa Rincón, el mar hace runfla con el arroyo Caño Frío, un curso de aguas a baja temperatura que proviene de la montaña y atraviesa los bosques de manglares. El golpe de efecto marida justo para la zambullida bajo el sol ardiente con subidón de adrenalina incluido. Todo en un entorno sin turistas, apacible, inverosímil, de los que reclaman besos de cine.
Cayo Levantado
De cara al sur, la isla de Cayo Levantado está ocupada mayormente por el complejo hotelero de Bahía Príncipe, exclusivo para mayores. La también mentada como isla Bacardi ampara una playa pública a la que se puede llegar por barco mediante excursiones que salen desde distintas partes del país para hacer pie en sus tres playas vírgenes.
El periplo, más aún a bordo de un velero, paga en especias. El agua es de otro mundo, pasada de rosca de cristalina y sus méritos la convirtieron en uno de los clásicos de la provincia. En temporada de ballenas jorobadas, provenientes de los mares del norte, es uno de los escenarios superpullman para los avistajes.
City tour, también
La ciudad de Santa Bárbara de Samaná hace las veces de capital de la provincia, aunque su talante es de pueblo colorido y humilde de periferia. Abundan los colores pasteles de las casas, producto de una liturgia anual: en diciembre, pase lo que pase, se pintan las fachadas.
A lo largo de la Avenida de la Marina se puede acceder al centro comercial a pocos minutos. La costanera, conocida como el Malecón de Samaná, concentra el ambiente festivo de los fines de semana desde la puesta del sol. Los dominicanos llevan su vianda portátil. Una heladera con vitamina R (ron), cerveza y viejos minicomponentes que escupen sones de merengue para despuntar el baile callejero, deporte olímpico nacional.
Coches y motoconchos (moto taxis) deambulan en torno a la zona cero de diversión noctámbula. Los restaurantes para degustar mariscos compiten en la misma órbita con los carritos de comida en los que el transeúnte puede agenciarse un picapollo (pollo empanado) con tostones. Fundamental para salir indemne y gestionar la energía del día siguiente.
En el centro del pueblo, el Mercado Público motoriza la vida social. Para el turista es otro espectro de exotismo para los ojos non stop de 6 a 19 horas. Entre todos los subproductos del coco y las delicias tropicales, por supuesto, resplancede la mamajuana en múltiples fórmulas.
Los rastros coloniales quedaron más bien a resguardo de la capitalina Santo Domingo. La Iglesia Evangelista Dominicana o "La Chorcha" (derivación local del inglés church), fue construida en 1901 y fulgura como la solitaria edificación anterior al incendio que destruyó Samaná en 1946. El pasaje repuso la pérdida con elegancia. La ciudad cercada por montañas rebota en la costa y agradece el envión de los cocoteros que le regalan su brisa y hacen bailar a los barcos a su vera.
Parque Nacional Los Haitises
Otro de los paseos canónicos de la provincia es la excursión en catamarán hacia el Parque Nacional Los Haitises, anfitrión de una de las formaciones geológicas que hacen únicas a la región: un sistema kárstico compuesto a base de sedimentos de mar, corales y cavernas. Bastaron 40 millones de años para que las rocas adoptaran la forma de esculturas modeladas por la erosión y los vientos alisios.
El viaje contempla una mañana completa -entre traslado y caminatas- hacia el punto de reunión de la península de Samaná con el resto de la isla. Un refugio de biodiversidad con una superficie de 3600 kilómetros cuadrados, entreverado de ecosistemas de bosque subtropical. En la práctica, esta condición promueve el hábitat de colonias de pelícanos, asambleas de fregatas y tijeretas que no tocan tierra, entre otras 110 especies de aves, poblaciones de orquídeas o manglares que no terminan nunca.
El trayecto requiere unos 40 minutos rumbo sureste hasta que se divisan los primeros peñascos en la Bahía de San Lorenzo. La boca del tiburón es una de las geoformas que saluda la llegada de los viajeros, cabeza de playa de un islote en el que las estalactitas apuntan como dientes.
La visita a dos cuevas delata otro de los patrimonios del parque: el arte rupestre de los pueblos precolombinos y el uso que le dieron a esos recovecos como sedes de rituales sagrados. El trayecto revela estatuas al arbitrio de la imaginación. La Cueva de San Gabriel testimonia la presencia de una protuberancia de piedra que semeja al Arcángel. En el recorrido se perfilan siluetas de murciélagos, raíces aéreas o emergen columnas de carbonato cálcico dignas de un museo egipcio.
En la vecina Cueva de la Línea los rastros de la antigua cultura taína (sociedad indígena que habitaba la isla antes de la llegada de los españoles) se multiplican. El Panel del Chamán es puro Bansky del 800 aC. Ballenas, cocodrilos, garzas esculpidas en piedra a base de un ungüento de carbón vegetal y caliza machacada mezclados con carbón y agua en un índice censado de 1243 pictografías. Las figuras de El espíritu de la muerte responden a jefes de tribu en mortajas de algodón.
Los geógrafos y los productores de Hollywood sacan turno para adentrarse en sus comarcas. El guía, Julio, se enorgullece de que allí se filmara alguna de las secuencias de Los piratas del Caribe y de Jurassic Park. En sus zonas de sombras, ajenas a toda negociación con la modernidad, cualquiera se hace su propia película.
Datos útiles
Cómo llegar
Andes Líneas Aéreas ofrece vuelos charter de Buenos Aires a Samaná con escala en la ciudad de Córdoba. También vuela Avianca, que llega a Santo Domingo (a 245 km de distancia).
Transfer a Samaná: 15 dólares en transfer regular por tramo desde el aeropuerto de Samaná; y alrededor de 35 dólares en transfer regular por tramo desde el aeropuerto de Santo Domingo (ambos, precios por persona).
Dónde dormir
Luxury Bahia Principe Samaná Don Pablo Collection. All inclusive refinado que integra una línea de hoteles de lujo orientados exclusivamente al público adulto. Habitaciones amplias, luminosas y confortables, con servicio de mayordomo, buffet, bares, restaurantes gourmet a la carta. Hay detalles de confort, como los cuatro tipos de almohadas y los aromas a la carta. En temporada baja (del 1 de noviembre al 23 de diciembre): desde 96 dólares por persona por noche. En temporada alta (del 2 al 31 de enero): desde 180 dólares por noche.
Como parte de los servicios incluidos por el hotel, hay un transporte regular hacia la playa pública de la isla Cayo Levantado.
Paquetes: vuelo por Andes y estadía de ocho noches all inclusive en Luxury Bahia Principe Samaná, en base doble, desde U$$ 1960 por persona.
Más https://gosamana.com/
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