Respirar, enraizar y transitar las emociones, claves para una práctica consciente
La práctica milenaria del yoga es mucho más que una secuencia de posturas sobre un mat.
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El yoga es una disciplina que tiene su origen en los vedas de la cultura hindú, los textos más antiguos de la literatura india. A través de los milenios, de los distintos linajes y –en las últimas décadas– las nuevas tecnologías de la comunicación, esta disciplina llega hoy a todo el planeta. Pandemia mediante, y gracias a los beneficios que ofrece en diferentes niveles, la práctica del yoga registró un boom en todo el mundo (por ejemplo, en la plataforma Pinterest, la búsqueda “frases de yoga” creció un 500% respecto del año pasado).
Aunque en apariencia son posturas de gente muy flexible, en realidad es mucho más que una práctica puramente física y externa. En ella se mueven y convergen la respiración, la concentración, la presencia y una forma de expresar nuestro mundo interior. En definitiva, una forma de experimentar la totalidad de la que somos parte. “El yoga no es tan solo hacer ejercicio, es mucho más. Es expandir tu conciencia, afilar el intelecto y mejorar nuestra capacidad intuitiva”, dice Sri Sri Ravi Shankar. Se concreta a través de la unión de nuestro cuerpo, de nuestra mente, nuestra memoria, nuestras emociones, nuestro ego. Y de todo esto –nuestro ser– con el universo.
El yoga nos lleva a preguntarnos “¿quién soy?” y buscar activamente esa respuesta. Cuando llega, no lo hace de modo intelectual, sino a través de la experiencia: la práctica sobre el mat. Y también el yoga rompe la barrera de la individualidad. Porque nos hace conectarnos como una parte del universo. Hacemos consciente esa unión que ya existe de hecho. Primero, necesitamos aquietar los pensamientos, que se disparan en modo random. “Yoga es el arte de silenciar la mente”, decía Patanjali, autor de los sutras, antiguos textos fundacionales del yoga, escritos en el siglo III a. C. Si algo percibimos apenas nos iniciamos en la práctica, es que la mente vagabundea todo el tiempo: es su naturaleza. Para eso, lo primero es aprender a respirar.
Aprender a respirar
¿No nacimos sabiéndolo? Sí, respiramos desde el segundo 1 hasta el último, pero, por lo general, lo hacemos de modo no consciente. El yoga propone llevar atención al modo en que respiramos. El cuerpo, dicen los maestros yoguis, es el envoltorio. El ser es el regalo precioso que está dentro. El primer paso es estabilizar la mente, lograr concentración y presencia. Estar con la cabeza ahí donde está el cuerpo. Y para eso la gran aliada es la respiración, como el gran puente que conecta la vida con la conciencia, que une el cuerpo con nuestras ideas. Es común que al comienzo, cuando nos iniciamos en la práctica, inspiremos y exhalemos por la boca, porque relacionamos el movimiento con hacer deporte y grandes esfuerzos. Pero el yoga no es gimnasia, y uno de sus principales elementos es la respiración consciente a través de la nariz. Respirar de este modo, además de llevar oxígeno a todos los órganos y células, nos da calma. La ciencia de la respiración –“pranayama” en sánscrito– es la regulación de la fuerza y la energía vital (prana) mediante el control rítmico de la respiración. Es observar y comprender la conexión de nuestro cuerpo con nuestra mente. Si la respiración es agitada, la mente está agitada. Si la respiración es suave y calma, los pensamientos se suavizan y la mente se calma.
Enraizar & crecer
En yoga la intención es doble: enraizarse y crecer al mismo tiempo. Suena contradictorio, ¿no? ¿Cómo ir hacia la tierra y hacia el cielo a la vez? Enraizarse es equilibrar el cuerpo en relación con la gravedad. Para armar las posturas, es necesaria esta base firme y segura. En cada postura hay una zona del cuerpo que toca el suelo, no necesariamente los pies, que es donde se apoya el peso del cuerpo y donde se debe mantener el equilibrio con la fuerza gravitatoria. Crecer tiene que ver con expansión, con no hundirnos. Se trata de estirar la columna y elongar los músculos; buscar que la coronilla apunte al cielo y el mentón esté paralelo al suelo, con que el pecho se expanda y los dedos de manos y pies se abran.
Así como el cuerpo tiende a la eficiencia (menor gasto de energía posible) y al equilibrio, del mismo modo busca el confort. En el yoga esa comodidad no se encuentra fuera, en una almohada, un sillón o un par de zapatillas, sino en el propio cuerpo. Si estamos física y mentalmente estables y firmes, la postura se vuelve agradable. Decía el maestro Iyengar: “Cuando la postura no es correcta, uno se cansa. Por esta razón, la gente se cansa cuando empieza a aprender yoga”. Por eso la clave, una vez más, es volver a una misma: observándonos, investigándonos, tenemos cada vez mayor conciencia corporal y de ese modo logramos alinear nuestro cuerpo en posturas estables y cómodas.
Reconocer las emociones
“Como las emociones son estados mentales –decía el Dalai Lama–, el método para manejarlas debe venir de nuestro interior. No pueden ser liberadas por técnicas externas”. En la tradición de yoga el ser humano se representa con un carruaje, donde los caballos serían las emociones, el chofer la mente, el coche nuestro cuerpo y el amo la verdadera esencia. Por un lado están las emociones positivas y funcionales (sukham); por otro, duhkham o sensaciones negativas de restricción en el pecho, marcada por cierta tensión y rigidez a nivel físico, junto con una respiración alterada.
El yoga nos da las herramientas para seguir un camino con el que encontrar las emociones más claras y equilibradas. El conocimiento de los chakras ayuda mucho en este sentido. Son centros de energía que se pueden localizar en la línea vertical central de nuestro cuerpo. Reciben, regulan y distribuyen el prana que fluye por nuestro cuerpo sutil. Hay siete chakras principales –de abajo hacia arriba: raíz, sacro, plexo solar, corazón, garganta, tercer ojo y corona– y cada uno se asocia a un tipo de función. A veces están equilibrados y abiertos, otras pueden estar un poco bloqueados y va a haber ciertas posturas y respiraciones que nos ayuden a abrirlos y equilibrarlos.
Música & compañía
En los últimos años la importancia de encontrar un tiempo para armonizar nuestra mente y cuerpo ha sido de total relevancia, especialmente desde que comenzó la pandemia. Este momento de introspección que nos brinda el yoga, sin dudas, no es igual si además lo acompañamos con música o sesiones guiadas a través de podcasts con expertos para relajarte, reducir tu estrés y seguir el día con gran motivación.
Mientras estés realizando el “Saludo Al Sol”, o haciendo diferentes posturas como la de “la montaña”, “del árbol” o de “la meditación”, podés comenzar escuchando algunas propuestas de Spotify. Amanecer con Yoga, una playlist ideal para una sesión matutina, también, la playlist Calma que te guía para ahuyentar las malas vibras o Música para Meditar y Cuencos Tibetanos, para respirar profundamente y conectar con tu mente y cuerpo. Además, Dafne Schilling, un Podcast de sus libros, te llevarán a recorrer su camino interior que la llevó a conectarse con su esencia, y el podcast de Salud Mental con Alan Disavia, el especialista que te propone un cambio en el estado de ánimo.
Por otro lado, si querés embarcarte en una rutina de autoconocimiento, desarrollo personal y motivador, están los podcast que ayudan a tener meditaciones guiadas, información de yoga en general y, que combinan coaching y reflexiones. Si buscás dar tus primeros pasos: Yoga Flor, el Yoga del Sueño y Yoga y bienestar, que a través de sus diferentes episodios te introducirán en el mundo del yoga.
Experto consultado: Swamiji Paramtej. Maestro de yoga y meditación en la Fundación El Arte de Vivir. @swamiparantej. artofliving.org.
Agradecemos a Martina y Mercedes, de LuleÅ Mindful (@luleamindful), por los conjuntos de todas las fotos de la producción, Ivanna Legler, Rocío Chiappe, Natalia Molyniari y Josefina Vives por su colaboración en esta nota.
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