Rebelarse: la receta para sobrevivir a la intensidad de diciembre
Hace un rato era octubre, casi ni me di cuenta y pasó noviembre. Pero no solo eso, ahora somos diciembre y pongan la sidra en la heladera porque en 10 minutos estamos brindando por el año que empieza o porque termina el que termina, no sabemos del todo por qué.
Diciembre, ¿sos vos?
Diciembre es un mes que redefine el concepto de "intensidad", en el que intentamos condensar todo lo que nos quedó pendiente de los 11 meses anteriores, incluso las promesas que nos hicimos hace un año y que luego, y hasta ahora, olvidamos por completo. No, claro que no tiene lógica ni es sano, pero ahí vamos, programando hasta la dieta líquida necesaria entre el 24 y el 31. Además, vivimos rodeadas de amigos, familia, colegas compañeros de transporte público que andan por la vida con el mismo propósito desquiciado. Es un milagro que hayamos sobrevivido a tantos diciembres.
La sensación es que luego de diciembre viene un abismo, y lo que no hagamos hasta el 31 desaparecerá en el limbo de la nada. Con el estrés que cargamos, no descartemos esa posibilidad, pero no podemos detenernos en esas honduras porque nos reclaman urgencias más mundanas.
Es que, para completar el panorama, en el combo, siempre agrandado, de la maternidad, se nos llena la agenda de eventos y de tareas, todas en diciembre, que hacen que las fiestas de fin de año sean un mundo nuevo por descubrir, por sufrir y por disfrutar casi en partes iguales. Y mientras rezamos para no confundir un evento con otro y llevar al crío vestido de angelito de pesebre a la muestra de fin de año de taekwondo, volvemos a prometernos que el año que viene vamos a comprar los regalos en agosto, cuando aún hay promociones y, sobre todo, cuando todavía hay stock. De paso, podemos promover una juntada nacional de firmas para que empiecen con los meet & great con Papá Noel en julio, así no hay que hacer mil horas de cola con mil grados de calor y rodeados de mil niños emocionados, aterrados o las dos cosas.
A la sensación térmica se le suma vivir en alerta permanente para que no se pase la fecha de inscripción de la colonia, no sea cosa que las vacaciones se pongan dramáticas. Les decís que sí a más eventos de los que deberías y te preguntás, una vez más, si realmente tenés la necesidad de verte, ahora, con gente con la que no te viste durante todo el año. Enarbolemos un "nos vemos en el 2020" que suena posible y que, sobre todo, es más amable que el "nos vemos cuando realmente tengamos ganas". Los únicos indelegables son los asuntos que están cerca del corazón, todo el resto puede esperar, incluso al año que viene.
Ya pisando la segunda quincena, te das cuenta de que todavía no negociaste con qué familia van a pasar cada fiesta. Y una vez más no organizaste para irte lejos. Viendo la agenda, descubrís que no tenés sábados libres hasta mediados de enero. Diciembre acusa resaca. Y ahora que pensás en "irte lejos", confirmás que nadie se ocupó de las vacaciones y a esta altura temés que te cobren hasta por poner una carpa en la terraza.
Al final, como una luz en el tubo laberíntico de este mes, sabés que cuando el calor de enero te permita recalcular, te vas a prometer, ya como una tradición, no volver a cometer estos errores prácticos para, finalmente, tener diciembres mucho más llevaderos. Lo hiciste el año pasado. Lo harás otra vez. Porque, después de todo, este mes amontonado también es el mes en el que renovamos la fe, aunque sea por costumbre.
Hola, diciembre, sí, por supuesto que sos vos.
¿O soy yo?
La idea del año que empieza para que todo cambie, una y otra vez, es como una definición berreta de la esperanza. Rechazo al agotamiento (y a la angustia) de tener que dejar atrás incluso lo que anduvo bien. "Año nuevo, vida buena" suena mejor. Si vamos a levantar la copa, que sea por la creencia de que podemos volver a empezar cuando se nos antoje, o cuando queramos, sin depender del calendario. El modo de desprenderse del lastre no es salir corriendo, sino haciéndose cargo.
Y entonces nos rebelamos
Claro que hiciste mil cosas y por eso no llegaste a comprar el pan dulce, pero andá a explicárselo a tus mandatos arraigados. De paso, explicáselo también a tu cuñada, que quiere que para Nochebuena se vistan todos de blanco y dorado y a vos lo único que te falta es tener que andar combinando el outfit familiar con las bolas del arbolito. Diciembre es una carrera de obstáculos, una escalera en subida donde no hay descansos para frenar. El riesgo de andar en piloto es que el automático no distingue prioridades.
Con Año Nuevo pasa lo mismo, pero con más amigos y más copas, el calor sofocante del verano presente y los fuegos artificiales que te encienden tanto los ojos que se te borran las ojeras. Doce uvas o doce tajadas del vitel toné que sobró de Navidad, da igual, todo es motivo para festejar cuando llega el 31 y hacemos fuerza para que los balances den positivo.
Dicen que nunca es tarde, así que te invitamos a surfear un poco los días que nos quedan de este diciembre, y que nos disculpen si los regalos que trae Papá Noel están envueltos en un papel que dice "feliz cumpleaños", todo no se puede, y una de las principales premisas para poder disfrutar es elegir qué batallas pelear. Sobre todo en diciembre.
¿Nunca te preguntaste cómo será disfrutar de las fiestas sin haber corrido tanto? ¿Y cómo se sentirá pensar, ahí en donde casi duele, lo que queremos para lo que se viene, sin tanto aturdimiento? No sos vos, diciembre, soy yo. Esta soy yo. Somos nosotras.
En estos días que quedan del año, te invitamos a festejarte. Pero con la gente, los ritos, la ropa, los deseos y los tiempos que se te canten. Seguro que ya te desearon "feliz Navidad y próspero año nuevo"; así que de mi parte te propongo un brindis para que tengamos "un diciembre en paz y sin tanto pendiente angustiado".
Después, y como todos los otros meses del año, vamos viendo.
Receta para sobrevivir diciembre
- Planificar. Y anotar.
- Elegir. Y decir muchos "NO" para que los "SÍ" sean poderosos.
- Disfrutar el momento. Cada momento.
- Cambiar el "nos vemos antes de que termine el año" por "nos vemos el año que viene".
- Recordar que se acaba el año, no el mundo (una remera que lo diga).
- Respirar hondo y, ante la duda, volver a respirar.
- Constante construcción.
Beta Suárez
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