Racismo. 3 testimonios de quienes buscan generar conciencia y combatirlo
"Aprendí a reivindicar la belleza de mis raíces"
- Nia Huaytalla
- Quién es y qué hace: tiene 19 años, es modelo freelance y desde hace unos meses revoluciona las redes desde su cuenta @haluami con sus autorretratos como parte de la lucha antirracista. En septiembre se va a la Universidad Northwestern a estudiar Física y Astronomía y Ciencia Política.
Mis raíces son apurimeñas, incas y chankas. Soy descendiente de indígenas y aprendí hace poco a reivindicarlo, a tomar su fuerza, su belleza. Mi mamá es indígena, sufrió violencia institucional de múltiples formas y vino acá para estudiar, y yo nací en ese proceso. Me crió haciéndome las trenzas al costado, con las llicllas, los huaynos, mostrándome fotos de la sierra y remarcando el respeto que le debemos a la naturaleza. Durante toda mi vida me enseñaron a rechazar esa ancestralidad y la sociedad en general me inculcó que no podía ser una persona linda porque era "negra". Cuando tenía 5 años, un compañero del jardín me dijo: "Sos negra, sos fea", ese fue el primer insulto racista que recuerdo. Creí en esa frase durante mucho tiempo y, de hecho, durante gran parte de mi vida no quería que me sacaran fotos porque no soportaba verme. En todos lados viví racismo: en el secundario algunas personas me trataron como "la negra villera", la que no podía ser inteligente, y cuando me iba bien en las materias se asombraban; cada vez que entro a un local tengo a tres guardias de seguridad encima porque asumen que soy "una chorra", o en el colectivo escucho a gente decir: "Todo es culpa de estos negros".
Cuando mi papá falleció en 2018, con mamá tuvimos que volver a Perú. Ese viaje resultó un fuerte reencuentro con lo que son mis raíces, que marcó el inicio de una reconciliación con mis orígenes. Al comenzar la movida antirracista en Argentina con activistas afro, empecé a cuestionarme: ¿por qué sufrí estas cosas toda mi vida?, ¿por qué tengo miedo de entrar a un local?, ¿por qué siempre me tratan distinto?, ¿por qué me enseñaron que mis rasgos y mi piel eran feos, a odiar mi ascendencia? Así entendí que había una cuestión sistémica, un racismo estructural que atraviesa todos los ámbitos de nuestra sociedad.
A principios del año pasado comencé a sacarme autorretratos, me compré una paleta y empecé a maquillarme con colores brillantes. En ese proceso, intenté reconciliarme con cada cosa que me enseñaron a odiar: mi rostro, mis trenzas, mis llicllas de colores saturados. En enero de este año me llamaron de una marca (@carologiladas) para sacarme fotos. Lo hice, fui feliz y me hace feliz ver a más personas racializadas modelando.
En mi Instagram, además de mis fotos, empecé a publicar hilos y textos sobre antirracismo, para educar e informar. También, con la cuarentena me estuve sacando muchos autorretratos. Empecé en noviembre del año pasado a activar ahí y de repente tengo casi 60 mil seguidores y son de muchos lugares de todo el mundo: solo un 37% es de Argentina. Todavía me cuesta aceptar los cumplidos, pero me hacen sentir bien, me ayudan a apreciarme a mí y a toda mi familia. Igual estoy tratando de dejar de definir mi valor según cómo me perciben otras personas o cómo me quieren definir e ir más profundo a pensar cómo yo me siento: el valor no está en cómo nos perciben sino en cómo nos autopercibimos. Son procesos, duros, pero sanan.
"El racismo también es invisible"
- Louis Yupanqui
- Quién es y qué hace: @louisyupanqui es activista afro y activista trans. Desde sus redes busca visibilizar el racismo y generar conciencia.
El racismo es algo estructural, que en el caso de Argentina está invisibilizado. Por naturalización, o por falta de interés, no hay una real conciencia de la urgencia de poner el tema sobre la mesa. Soy activista afro en pro de los derechos de les afrodescendientes y de las comunidades racializadas y soy activista trans, lucho por la verdadera inclusión laboral y social de las comunidades travesti/trans.
El racismo no es solamente una cuestión explícita, sino que es una cuestión estructural que sigue reproduciendo estereotipos que se nos han inculcado. Es el conjunto de patrones que reproducen la idea de la persona racializada, es decir, de personas inferiores a las personas blancas por "x" motivo. ¿Se puede ser libre en un mundo racista?
Más allá del racismo explícito, que es fácil de detectar, muchas personas desde la exotización, desde la sexualización o desde sus "chistes" o palabras generan un racismo implícito que termina violentando nuestros cuerpos, nuestras vivencias, y es algo que nos acompleja mucho a la hora de hablar de libertad. Pero no estamos soles, somos un montón: afroargentines, afrolatinoamericanes, africanes conscientes de lo que es vivir en un mundo racista y que nos ayudamos entre nosotres. Nuestra resistencia y nuestra unión son lo que nos da un poco de paz en todo este sistema.
"No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar", dijo la filósofa y activista Angela Davis, y me reconozco en esa frase. Desde mi militancia busco generar conciencia en las personas que no vivencian estas opresiones: desde la información, lo visual y lo textual. Trato de fomentar que las personas empiecen a entender estas problemáticas como opresiones estructurales y sistémicas, e intento hablar de la diversidad étnica y de identidad, que falta –y mucho– en lugares masivos como los medios de comunicación y las redes sociales. Es importante que difundamos toda la diversidad cultural que tienen nuestras etnias y nuestro país. Y quizás, algún día, seamos realmente libres.
"Este amor me enseñó a abrazar las diferencias"
- Lucila Hertzriken
- Quién es y qué hace: productora audiovisual; está en pareja con Jarbas Santos desde 2017 y viven en San Pablo, Brasil.
Todavía me acuerdo de la sensación de esa tarde en la que nos vimos por primera vez, en ese set de filmación que íbamos a compartir. Vos habías venido para hacer una suplencia de utilería y no esperaba encontrarte. En esa época, estaba soltera y con historietas por ahí, pero repito, no esperaba encontrarte. Y te vi. Nos vimos. Vos con tu belleza, tu 1,90 m de altura, tu cuerpo, tu pilcha canchera y un olor a perfume que todavía recuerdo. Yo con mi 1,62 m, mi pelo lacio en un rodete, mi outfit negro, mis 10 años más que vos y mis responsabilidades laborales a tope. ¿Te acordás de que me abrazaste fuerte? En Argentina estaba acostumbrada al contacto cercano, pero en Brasil al saludarte te abrazan, te ponen el pecho. Cuando sentí tus brazos abrazándome pensé: "¿Qué es esto, por Dios? Este hombre es de piedra…". No sé, no sabría decirte si fue "love at first sight", pero me gusta pensar que ahí empezó todo.
Después vinieron días y noches de preguntas, de reencontrarme a solas con mis miedos, de no saber qué hacer, de sabernos tan distintos y, al mismo tiempo, atraernos, conocernos, buscarnos. "¿Qué quiere este pibe conmigo? ¿Qué onda?" Yo no entendía hacia dónde iba esta historia. Y en estas dudas, jamás el color de nuestras pieles fue un tema. Me enamoraba tu persona, no tu cara o tu piel.
Creo que quizás ahora, casi cuatro años después, pueda ensayar algunas respuestas de hacia dónde fuimos: fuimos a un lugar de encuentro genuino y profundo. De abrazar nuestras diferencias más esenciales, esas que la piel muchas veces no revela. La de las creencias y las formas de entender el mundo. No sé si alguna vez te lo dije, amor, pero esta historia me abrió a un "piso emocional" que hoy siento que es mi base para crecer y desarrollarme, como persona, como mujer y hasta como profesional. Al lado tuyo aprendí a amar de verdad. Nuestras diferencias hicieron que yo empezara a hacer carne un amor que se construye lejos de la idealización y con el respeto mutuo de quienes somos, lo que pensamos y lo que creemos. Me desnudaste de la propia imagen idealizada que tengo de mí, y me llevaste a un lugar más esencial, que me da confort, sustento y felicidad, en el que seguimos aprendiendo todos los días.
Claro que el mundo en el que vivimos no es ajeno a nuestro romance. Las miradas de los otros a veces se hacen notar e incomodan. No son pocas las veces que, caminando de tu mano, sentí miradas feas o prejuiciosas de personas blancas, negras y de todos los colores. Y calculo que a vos te habrá pasado lo mismo. No me pesa, pero me da rabia. Les diría: "¿Qué mirás? ¿Necesitás que te explique algo?". Vivimos en una ciudad –o un mundo, mejor dicho– que todavía pareciera no estar preparado para entender así el amor.
Pero a ellos, a los que todavía no entienden, les grito fuerte: "Yo a este hombre lo amo, como nunca amé a nadie". Ellos no lo saben, pero yo sí. Por suerte, ellos no nos ven en casa, libres y reales, bailando y cantando rap y canciones del Chaqueño Palavecino, haciendo el haka de los All Blacks en calzones, tomando mate juntos, haciendo fiaca los domingos en la cama, riéndonos, yo con mi pelo suelto y vos abrazándome fuerte, como aquella primera vez. Por suerte, eso nos queda solo para nosotros.•
Maquilló y peinó Mel GrImolizzi. Agradecemos a Rapsodia,Grimoldi y Levi´s su colaboración en esta nota.
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