Qué es el Sexting y por qué deberías probarlo
En un mundo en el que pedir una foto hot se volvió más fácil que pedir la hora, el buen sexting resalta, como esa pantalla encendida de madrugada en tu mesita de luz. Y es que algunos intercambios de bytes son mágicos, enriquecedores, creativos. Suman un montón. Si estás conociendo a alguien, tienen gusto a promesa. Pero incluso si estás en pareja, también pueden ser una herramienta para echar mano cuando estás en esas etapas de "meseta sexual" o cuando hay que ponerle un poco de picante al vínculo. Lo que sí sabemos es que a sextear bien se aprende. Requiere, eso sí, cierta capacidad de reflexión. Porque pensar lo que disfrutás es disfrutar el doble.
Nos gusta el sexting cuando:
1. Nos creemos lo de la femme fatale
Verse desnuda en video o en fotos no es fácil. No sentirse un poco ridícula expresando deseo frente a una cámara, menos. A la mayoría de nosotras nos lleva un tiempo animarnos a cosas jugadas como una selfie de entrepierna. Para sentir que tu "material" puede gustar, tiene que gustarte primero a vos. Y si muchas veces ya tenemos inseguridades vestidas, imaginate desnudas. Ahora, cuando le das la chance y le agarrás el gustito, el juego cambia: encontrás poses que te benefician, luces que te elevan y formas que te magnifican.
2. No es solo un puñado de fotos o videos
Amamos el sexting cuando es la invitación a una experiencia estética: con colores, texturas, sonidos, incluso, con sentido del humor. El buen sexting es una ventana a un ambiente que queremos espiar o mostrar, a una situación que queremos disfrutar y compartir. Es la luz de esa habitación, esos lunares de los que no te habías percatado. Es la rugosidad de las sábanas y la textura que se presiente de una piel. No se trata de "un pito" o "una teta", no es un ser segmentado e impersonal.
3. No es crudo
Dale un celu a una persona sin sentido estético, con una sexualidad básica, e intentá que lo que te mande no te hiera las córneas. Bienvenida a la era audiovisual: quienes no sepan evolucionar quedarán fuera de pista. No queremos entrepiernas peludas bajo la luz de un ascensor. Y, definitivamente, hay que dejarle la ultracercanía HD al proctólogo. La idea es despertar deseo, no ilustrar la anatomía. Amamos el sexting con belleza o, al menos, con un poco de criterio.
4. Es chismoso
Es irónico, pero lo que hace verdaderamente sexy al sexting va más allá de la desnudez: es lo que hay alrededor de ella. ¿Cómo habrías de conocer el baño de su oficina de otra forma? ¿Qué excusa tendrías para espiar los bóxers que se puso hoy? Probablemente nunca confieses que la mejor parte del chat fue cuando su gato saltó a la cama o mirar el desorden que había en su casa esa mañana. Es esa intromisión de la realidad lo que hace que estar conectados sea divertidísimo. Y también el ángulo de la realidad desde el que podés observar a tu ciberamante. Vos sola sabés lo que estuvo pasando detrás de escena minutos antes de que en su Instagram aparecieran escenas de ese sofisticado viaje de negocios en las que él, claro, parecía alguien muy serio.
5. No cae de la nada
La "selfie chot" no pedida o descontextualizada es un flagelo del siglo XXI. Los hombres desnudos nos encantan, pero no todos, no siempre, y no porque sí. En general, el buen sexting busca complacer, empujar límites, pero desde un progreso. Parte de un algo, de una onda que se desvía y se fuga hacia el deseo. Siempre es de a dos y en un contexto, de manera orgánica, consensual y, sobre todo, ¡sensual! Leer los ritmos de un chat es tan importante como leer los ritmos de un revolcón.
6. Tiene premio
Si bien un sexting puede quedarse para siempre en la virtualidad, no nos engañemos, las que tenemos apetitos saludables buscamos carne, calor, realidad. La promesa de un encuentro real como anzuelo es lo que hace la diferencia entre el sexting como ilusión deliciosa y el sexting como tortura. Si se extiende semanas con alguien a quien todavía no conociste face to face, a-vi-va-te. Y si lo hacés en pareja, bueno, el premio seguramente tenga el bonus track de todo el deseo acumulado en esas horas de pantalla.
7. Es seguro
En un mundo ideal, tu interlocutor tiene códigos y sentido de la preservación. En el mundo real, las chances de que las cosas sean distintas son muchas. La pérdida del control de tu imagen pública puede tener grandes consecuencias en tu vida. Tomá conciencia de que la "sextorsión" existe. Pero, afortunadamente, hay algunas cosas que podés hacer para un "safe sexting":
Usá las redes que "autodestruyen" el mensaje después de dos reproducciones: a saber, Snapchat (por algo sobrevive) e Instagram (en la modalidad de mensajes privados). Ambas permiten que las fotos tomadas desde el chat no puedan verse más que un par de veces. Snapchat te exige mantener el dedo presionado sobre la imagen, lo cual (supuestamente), evita que se puedan hacer capturas de pantallas. De todas formas, hoy ambas redes te advierten si alguien hizo una captura.
Cuidá los encuadres: lo ideal es no mostrar la cara, ni tatuajes, ni cosas que puedan identificarte. Lo real es que con no mostrar la cara, especialmente los ojos, vas bien. Así, si las fotos o el video aparece, siempre podés negar que sos vos.
8. Es inquietante
Amamos el sexting cuando es un espacio para confesar y escuchar esas cosas que cara a cara no diríamos, que en frío no pensaríamos y que, a veces, ni sabríamos de nosotras mismas si no abriéramos este tipo de interacción. Probablemente la pantalla de nuestro celu sea hoy lo más parecido que tengamos a los confesionarios. Un espacio frente al cual nos animamos a revelar secretos sin miedo a ser mirados ni ser juzgados. Cuando la complicidad se logra, la intimidad del sexting es fuerte. Eso a veces nos asusta, pero la mayor parte del tiempo nos encanta.
¿Es infidelidad?
Ante nuevas configuraciones amorosas, como el poliamor, nadie puede asegurar que el sexting sea infidelidad. Excepto, claro, quien sienta hervir la sangre si se entera de que su pareja estuvo a pleno shooting para otra persona. Algunas personas entienden que esas "aventuritas virtuales" mantienen un estímulo que termina beneficiando a todos. La ausencia de reglas es desconcertante, sí. Hoy todo es negociable. Vos decidís qué importancia darles a estos nuevos "intercambios epistolares". Sobre este tema hablamos en esta nota: Poliamor digital: ¿qué es infidelidad y qué no en la era de las redes?
Experta consultada: Silvina Valente, ginecóloga, sexóloga clínica y vicepresidenta de la Asociación Argentina de Sexualidad Humana, msvalente@intramed.com.
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