Probé una clase de House Dance y esto fue lo que aprendí
Sabía que existía la música house. Punto. Ni ahí me imaginaba cómo era bailarla. Así que cuando me propusieron probar una clase, lo primero que hice fue googlear videos de gente bailando este estilo urbano que es tendencia en tantas ciudades del mundo, como Chicago, Nueva York, Tokio y París..., y ahí di por hecho que era imposible que yo pudiera alguna vez seguir la velocidad de esas coreografías. Pero, como buena ohlalera, decidí abrirme a la aventura y experimentar de primera mano una clase que podía terminar en una conquista personal o en un papelón absoluto.
Fui al estudio de danza vestida como me sugirió la profe con la que hablé: calzas, remera cómoda y zapatillas. Y ahí decidí entregarme por completo y tratar de no pensar en los errores que fuera cometiendo: iba a disfrutar de un rato para moverme, para experimentar algo nuevo.
"Y un, dos, tres, cua...": Paz, la profesora, empezó con una entrada en calor en la que íbamos repitiendo pequeños pasos característicos del house, que en ese momento comprobé que es una fusión de varios estilos: hip-hop, funk, salsa, disco y hasta tap. La mayoría de los movimientos pautados son de la cintura para abajo, muy chiquitos, cortos y bastante simples. Lo complicado es la velocidad: los 8 tiempos que tardábamos 5 minutos en aprender, con música duraban ¡3 o 4 segundos! Así y todo, pude acompasarme bastante bien al ritmo de la clase y llegué al final habiendo aprendido una coreo de unos 30 segundos, pero que para mí fue como haber corrido un maratón. Es que el house es un estilo de baile que parece súper cool, relajado y canchero, pero en el que cada cosa está milimétricamente calculada.
Aprendí que la clave para poder realizar los movimientos es mantener las rodillas flexionadas y las piernas algo separadas. A partir de ahí, se pueden practicar algunos de los pasos más característicos, como el heel-toe (cuando se alterna del talón a la punta del pie), el jacking (ese típico movimiento ondulatorio de todo el cuerpo) o el kriss-kross (pequeños saltos en los que se van cruzando las piernas, alternadamente).
Terminamos con unos minutos de elongación que me ayudaron a bajar un cambio y evitaron que me doliera todo a la noche. Pero, aunque la clase fue físicamente demandante, salí más relajada de lo que entré: concentrarme en cada paso hizo que pudiera olvidarme de todo y poner la mente en reset.
Si querés probar
Dónde: Dance and Move Studio, en Jorge Newbery 3663, CABA.
Más info: www.dancemovestudio.com, IG: dancemovestudio.
Además te mostramos Probé una clase de paddleboard y así fue mi experiencia.
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