Plantas venenosas: 9 especies que probablemente tengas en tu jardín
Si bien no se desaconseja tener estos ejemplares en casa, lo ideal es estar al tanto de sus posibles efectos para evitar accidentes con niños y mascotas.
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La estadística es baja: cerca del 5 por ciento de los casos que se presentan por intoxicaciones en los hospitales públicos corresponden a la ingesta o envenenamiento con plantas comunes de hogar. Generalmente son casos aislados, en los que algún niño, de 6 años como máximo -aunque en algunos casos de mayor edad- llegan a la guardia con síntomas que van desde ronchas y ampollas en la piel, retortijones, inflamación de la lengua y los labios y hasta una posible ceguera temporal en caso de haberse restregado por los ojos los principios activos de algún ejemplar tóxico.
No obstante, no se trata de alarmarse, sino de tener conciencia, sabiendo que no existen plantas malas , sino que muy por el contrario todas ayudan a dar vida y a mejorar el humor de los habitantes de la casa. En principio, cualquier ejemplar que no sea comestible, es decir, que sea usado para adornar el hogar, puede ser perjudicial para el organismo si es consumido. Sin embargo, hay algunas variantes con las que hay que tener especial cuidado, sobre todo porque en caso de ingerirlas sus efectos pueden ir más allá de un simple dolor de estómago, llevando en algunos casos incluso hasta a la muerte. Estas son:
Aldefa, laurel de jardín (Nerium oleander L.)
Es sumanente tóxica, ya que tiene varias toxinas que actúan sobre el corazón, siendo la más poderosa la oleandrina. Genera arritmias taquicárdicas y, en muy altas concentraciones, puede ser fatal. Los síntomas que genera son vómitos, diarrea, dolor de estómago intenso, somnolencia, mareos y latidos irregulares del corazón.
Dieffenbachia (Dieffenbachia spp)
Es la planta de hogar que más cristales de oxalato cálcico contiene. Todas sus partes son venenosas y causan quemazón intensa, irritación, inflamación e inmovilización de la lengua, boca y garganta. La hinchazón puede ser suficientemente severa para bloquear la respiración y llevar a la asfixia.
Azalea – (Rhododendron spp)
Las hojas y las flores tienen diterpenos, unas toxinas que generan hipotensión (baja presión arterial) y bradicardia (pulso lento), síntomas que se intensifican cuanto mayor es la cantidad ingerida. Además genera salivación extrema, vómitos, diarreas y dificultad para respirar.
Hiedra - (Hedera helix L.)
Tiene saponinas, que producen una dermatitis alérgica grave que incluye eritema y ampollas. Hay que tener particular cuidado con los frutos, que son sumamente tóxicos y que, al igual que el resto de la planta, pueden generar vómitos, diarrea, agitación, espasmos musculares y parálisis.
Regaliz americano (Abrus precatorius L.)
Sus coloridas semillas se usan muchas veces para hacer artesanías, como collares e instrumentos musicales. No obstante, hay que tener en cuenta que de ser consumidas por accidente pueden generar náuseas, vómitos y un bloqueo del sistema digestivo que puede llevar la muerte. La culpa la tiene la toxina abrina, mucho más venenosa que la ricina.
Paraíso (Melia azedarach L.)
Este árbol tan popular en las veredas porteñas (cuyas flores tienen un aroma delicioso) tiene un fruto que resulta sumamente tóxico para los seres humanos y otros mamíferos y delicioso para los pájaros. El problema de estas pequeñas bolitas es que contienen neurotoxinas como el tetranortriterpeno, que en altas concentraciones puede llegar a matar a un adulto. Los síntomas frente al consumo incluyen dolor abdominal, vómitos, diarrea, congestión pulmonar, rigidez y falta de coordinación.
Hortensia (Hydrangea macrophylla (Thunb.) DC.
Tanto las flores como las hojas son tóxicas. El problema son los componentes que incluye, como la hidrangina y las saponinas, que combinados pueden producir ácido cianhídrico, un pariente del cianuro. Los síntomas van desde diarrea, vómitos y dolor abdominal hasta falta de coordinación leve.
Güembé, filodendro (Philodendron spp)
Toda la planta es tóxica y el envenenamiento puede ocurrir tanto por ingestión como por contacto con la piel o las mucosas. Contiene cristales de oxalato cálcico, que pueden generar inflamación de la boca y la lengua, edema de glotis y en casos muy graves, daño renal. Cuando entra en contacto con la piel puede generar una irritación leve y transitoria.
Ricino, tártago (Ricinus communis L.)
Se lo suele ver en muchos jardines y plazas, e incluso a los costados de la vías del tren, donde crece libremente. Contiene ricina y ricinina, dos sustancias que pueden ser mortales para un adulto. La intoxicación es más grave si se mastican las semillas y los síntomas aparecen entre una y tres horas después de la ingesta, incluyendo desde náuseas, vómitos y diarreas hasta somnolencia, desorientación y convulsiones. En algunos casos puede llevar a la muerte por insuficiencia renal.
¿Qué hacer en caso de una intoxicación?
“El problema suele aparecer cuando los chicos juegan a las comiditas”, cuenta la médica toxicóloga María Rosa González Negri, quien a su vez relata que en muchos casos, cuando los niños fueron advertidos reiteradas veces sobre el peligro de llevarse a la boca las plantas del jardín, el hecho puede indicar que al chico “le está pasando algo más”, como estar sufriendo estrés derivado de la llegada de un nuevo hermanito, una mudanza o cualquier otro tipo de problema en el hogar, lo que lo lleva a buscar llamar la atención.
Ante la observación de que un niño consumió algún tipo de planta no comestible, hay que ir con urgencia a una guardia toxicológica y no esperar a que aparezcan los síntomas, ya que podría ser demasiado tarde. También resulta muy útil sacar una foto de la planta que el niño podría haber ingerido, para así preveer los posibles síntomas que acompañan a la ingesta, que pueden ser:
-Inflamación de la lengua y/o labios.
-Ampollas o ronchas en las manos o en cualquier otro lado del cuerpo.
-Dolor de estómago.
-Tos
-Dificultad para tragar
-Problemas de visión o ceguera temporal.
Los teléfonos a donde podés llamar todos los días, las 24 horas:
- Unidad de toxicología del Hospital de Niños "Dr. Ricardo Gutiérrez". Tel: (011) 4962-6666 / 4962-2247. También se pueden enviar mail a toxiguti@yahoo.com.ar con una foto para consultar sobre la toxicidad de una determinada planta.
- Unidad de toxicología del Hospital de Niños "Dr. Pedro de Elizalde" GCBA. Tel: (011) 4300¬2115 / 4307-5842
- Unidad de toxicología del Hospital General de Agudos " J. A. Fernández" GCBA. Tel: (011) 4808-2655 / 4801-7767
- Centro de emergencias toxicológicas del Hospital Italiano de Buenos Aires. Tel: (011) 4959-0436 o 4959-0200 Int. 8285/9337
¿Y qué pasa con las mascotas?
En el caso de los animales, “lo más común es que después de comer alguna planta sólo tengan una gastritis o diarrea, que suele evolucionar bien con suero”, cuenta Mónica López, médica veterinaria de la clínica Veterinaria Paunero. No obstante, dice, hay que prestar especial atención a los lirios, una planta que suele regalarse como arreglo floral y que resulta especialmente venenosa para los gatos. “Su ingesta en una semana les produce insuficiencia renal aguda seguida de muerte. Los dueños de felinos nunca deberían tener lirios en casa”, advierte. En el caso de los perros que tienen el mal hábito de masticar plantas, lo mejor es mantenerlas alejadas de ellos, poniéndolas en altura o en áreas aisladas de la casa. Una creencia muy común es pensar que los animales consumen plantas y pasto “para purgarse”, algo que no es cierto y que en realidad tiene más que ver con un hábito insano que debe prevenirse.
Si llegas a tu casa y encontrás una planta comida, llevá a tu mascota al veterinario acompañada de una foto de la planta que ingirió, así los profesionales saben qué síntomas esperar. Lo mismo si empieza a sufirir gastroenteritis, diarrea, convulsiones, tics, deposiciones con sangre o vómitos.
Expertos consultados:
-Alberto Gurni, Farmacéutico y Bioquímico, Dr. en Ciencias Naturales por la Universidad de Hamburgo, docente de Farmacobotánica de la UBA
-María Rosa González Negri, médica toxicóloga y profesora titular regular de la primera cátedra de Toxicología de la Facultad Medicina de la UBA
-Mónica López, médica veterinaria de la Centro Veterinario Paunero.
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