Después de perder una beba, a Male Ramos Mejía le diagnosticaron dos enfermedades autoinmunes. Cambió su dieta y los médicos se sorprenden con su mejoría.
"Quería ayudar a la gente"
Vengo de una familia grande y tuve una infancia normal, sin demasiados contratiempos. Ya egresada del colegio, decidí estudiar Nutrición. En un principio, quería ser bioquímica, pero sentía que me faltaba el contacto con la gente. Y siempre me encantó cocinar, además de que la comida siempre me pareció re importante.
"Empecé con el método Alkymia"
Conocí a Max, mi marido, en el casamiento de un primo y estuvimos de novios durante 7 años. Nos casamos en 2011. Tres años después llegó Sophie. Por suerte, todo transcurrió con normalidad, aunque puedo decir que no la paso bien en los embarazos: vivía agotada, con muchas náuseas, dolores de cabeza muy fuertes... Y siempre me decían que era normal. En esa época empecé con las meditaciones de Alkymia, una técnica de autosanación que, bajo el concepto de la cocreación, afirma que, a veces, lo que nos pasa refleja pactos que hicimos en nuestra vida anterior.
"Quiero cocrear una hija santa"
Durante el embarazo de Viole, un año después de tener a Sophie, también estuve mal. No paraba de vomitar, incluso en el séptimo mes. ¡A veces hasta cinco veces al día! Y vivía agotada. En el tercer trimestre estaba demasiado hinchada. Cuando me hacían análisis, todo daba perfecto. Pero cocreé todo el embarazo con las meditaciones, en las que decretaba: "Quiero ser la mamá perfecta que Viole necesita. Quiero entender lo que ella nos viene a mostrar". Y no sé por qué, pero un día dije: "Quiero cocrear una hija santa, que ascienda".
"Meditando, se me aparecía Viole"
Recordé una meditación de Alkymia para embarazadas que me acercó mi marido. Era de Ceci Carena, una chica a la que en la 20ª semana le dijeron que su beba tenía una encefalopatía y que no iba a vivir. Fue muy duro, y el método Alkymia la ayudó a ver las cosas de otra forma. Cuando escuché su historia, no paré de llorar y pensaba: "Pobre chica, ¡lo que le pasó!". Ella planteaba mandarle mucha luz a una de nuestras hijas, que puede ser una por nacer o la que ya está. Y yo lo empecé a hacer pensando mucho en Sophie, porque sentía que le iba a costar la llegada de una nueva hermanita. Pero en la meditación se me aparecía Viole todo el tiempo.
"No se escuchaban los latidos"
Era el 18 de mayo de 2016 y yo estaba en la semana número 37 del embarazo. Esa noche empecé con contracciones. Fuimos al sanatorio con Max, llegó la partera, me revisó, me hizo una ecografía para escuchar los latidos y no se escuchaba nada. Entonces, agarró un aparato más nuevo, porque ese era muy viejo. A mí me pareció normal todo eso, no me inquieté. Me hicieron otra eco: tenía a la partera, al ecógrafo y a Max que miraban la pantalla. Le pedí al médico si me podía mostrar la pantalla y me dijo: "Prefiero que no". Yo veía sus caras de nada. Ese momento fue eterno para mí. Y ahí exigí que alguien me dijera algo. "No tiene latidos. Lo lamento muchísimo, no se puede hacer nada", nos dijeron. Y en ese instante, ¡rompí bolsa! Mi sensación era como si estuviera en un sueño, como si muy en el fondo lo hubiera sabido. Le dije a Max: "No te preocupes, todo va a estar bien".
"Traté de no culparme por nada"
Fue rarísimo. Nunca sentí desesperación o angustia profunda. Me ofrecieron remedios para dormirme, pero yo quería estar presente. Hicimos cocreación con Max esperando a que me hicieran la cesárea. Corrían pensamientos de todo tipo por mi cabeza: "Pobre Viole, no tuvo una muy buena mamá porque lo único que hice fue quejarme por el embarazo y lo mal que me sentía". Pero inmediatamente recapacité, pensando que realmente había hecho lo mejor que pude, y traté de no culparme por nada.
"Mi mejor trabajo era soltarla"
Nos dieron a Viole, la sostuvimos y le dimos una bendición. Y después la entregamos. Entendimos que ella no estaba ahí. Esa noche me dieron algo para dormir, pero no pude descansar. Tuve mucha angustia y me desperté llorando. Sin embargo, en esa mezcla de sueños entendí que Viole había cumplido su misión, estaba en la felicidad eterna y estaba bien y mi mejor trabajo como madre era soltarla. Ella me hizo entender lo que es el amor incondicional; querer a alguien sin importar qué. Lo sentí; ella había ascendido, era un angelito. Fue como si me hubiese dicho: "Mamá, estoy bien".
"Visualicé a Viole con mucha luz"
Max llamó a Ceci Carena, que vino al sanatorio para hacer una meditación juntos. La visualicé a Viole con tanta luz y tan fuerte que se me llenó el corazón de felicidad. Salimos del sanatorio con una sonrisa. Cuando volví a casa, trataba de conectarme todo el tiempo con Viole. Tenía miedo de no sentirla más. Quería entender lo que ella había venido a mostrarnos. Cuando fuimos a buscar las cenizas, nos sentamos y nos percatamos de que estaba lleno de flores violetas. Nos emocionó pensar que ella estaba con nosotros. Me di cuenta de que había aprendido a ver señales.
"Pensé que se me moría el cuerpo"
Un mes después del parto, me seguía sintiendo muy cansada, cada vez peor. Todos, médicos incluidos, lo adjudicaban al posparto y a la tristeza por la partida de Viole. Mi cuerpo empezó a endurecerse, sentía que me había acortado; no llegaba a ponerme las medias ni el pantalón y menos a atarme los cordones. De a poco se me empezaron a inmovilizar los hombros y ya no podía levantar los brazos para peinarme. Me hice un análisis que dio que tenía las enzimas hepáticas algo altas, pero nada del otro mundo. Hasta que, una noche de julio, de un momento al otro, mis manos se pusieron moradas hasta los nudillos y grises, sin vida, hasta las yemas de los dedos. "Se me está muriendo el cuerpo", pensé.
"Tenía esclerodermia"
Después de varios estudios, me comentaron sobre la esclerodermia, una enfermedad autoinmune que genera producción excesiva de colágeno en la piel y los órganos internos, lo que lleva a su engrosamiento y rigidez. Sentía que mi cuerpo me estaba traicionando. Seguí con los estudios y finalmente me confirmaron que tenía esclerodermia sistémica difusa, que es la peor. La piel se me endureció y no podía moverme. Pero siempre seguí cocreando, meditando. Llamaba a Viole todo el tiempo. Le pedía una señal de que estaba conmigo. A los pocos días, nos llegó una invitación a un cumple. Cuando la abrí, tenía una piedra violeta en forma de corazón y estrellitas y corazoncitos violetas. Pensé: "Viole, estás acá".
"Tomaba 22 remedios por día"
Cuando me confirmaron el diagnóstico, me internaron durante una semana para ver si la enfermedad me había atacado los órganos. Me dijeron que avanzaba rapidísimo y que tenía síndrome de superposición. Se me sumaba otra enfermedad autoinmune llamada polimiositis, que causa debilidad muscular. Llegué a tomar hasta 22 remedios por día: algunos oncológicos muy fuertes, corticoides, inmunosupresores, etc. Salí de la internación diciendo: "Yo me voy a curar". Mi médico me respondía: "Estas enfermedades no se curan. Tenés que amigarte con ellas". Pero yo insistía.
"Supe que no sería una víctima de mis enfermedades"
Si sacar estas enfermedades de mi cuerpo dependía de mí, sabía que debía llegar hasta el fondo: tenía que sanar mi cuerpo, mi mente y mi alma. Yo supe que no sería una víctima de mis enfermedades. Sería la portadora. Entonces, empecé con cuanta terapia alternativa existiera: homeopatía, medicina china, hindú, seguía con Alkymia, de todo. Vivía haciéndome estudios. Y en ese camino me topé con el concepto de la alimentación y su relación con las enfermedades autoinmunes. Y así, el 1º de noviembre de 2016 decreté: "Voy a dejar el gluten, los lácteos, azúcares, conservantes y aditivos". Y todo lo que pensaba que me podía hacer mal.
Era un poco desesperante porque empecé a informarme y es muy difícil encontrar productos que no tengan estos elementos. Comencé a probar y probar. Cuesta un montón, pero se puede.
"Esto es una prueba"
Para diciembre de ese año, fuimos a Pittsburgh a ver a médicos que estudiaban la enfermedad. Estaban impresionados por lo bien que estaba. Pero me indicaron que por 5 años me olvidara de tener hijos, y eso fue lo que más me pegó. Me dijeron que lo de Viole no necesariamente estaba conectado, pero yo pensaba que había una razón por la cual esto se había dado así. Esto es una prueba que yo tengo para evolucionar, es mi gran aprendizaje. Volvimos de Estados Unidos y cada vez me sentía mejor, pero los cambios eran muy lentos. Seguía teniendo un cansancio tremendo. Una amiga me recomendó un rabino sanador que accedió a verme. Me dijo que en mi enfermedad tenían que ver mi cuerpo, mi alma y mi mente y que tenía que sanarlos; que vine a este mundo para ser feliz, no para tener hijos. Empecé a mejorar muchísimo. En mayo de 2017 entré en remisión y pude empezar a reducir la cantidad de remedios que había estado tomando.
"Quiero darle oro a mi cuerpo"
En cuanto empecé a tener fuerzas, quería avisarle al mundo que se puede estar mejor con esta enfermedad, y en general. Comencé a probar recetas, a escribir un poco sobre lo que me había pasado. Y así surgió The Food Alchimist, una cuenta de Instagram. Me empezó a seguir mucha gente y me escribieron muchas personas contándome sus historias, enviándome mensajes lindos, alentándome. El nombre que elegí está relacionado con las meditaciones de Alkymia y con esta noción de la alquimia de transformar metal en oro. Quiero que todo lo que le dé a mi cuerpo sea oro, que lo llene de abundancia, riqueza y luz.
"La vida me sorprende cada día"
El rabino que consulté me dijo que mi aprendizaje tiene que ver con que soy una persona muy exigente, esquemática y dura. Y esta enfermedad endurece la piel y el cuerpo. Yo era muy de valorarme por el hacer, no por el ser. Pero ahora tengo la sensación de sentir que no me falta nada. En lugar de pensar que perdí el tiempo, estos años en realidad fueron de enorme ganancia. Hoy puedo decir con absoluta seguridad que todos los días hago lo que me hace feliz. Aprendí a escuchar mi cuerpo y obedecerlo. Antes sentía que no podía tener sorpresas con nada, siempre tenía todo planificado. Y con esto, la vida me sorprendió y dejo que lo haga todos los días. Me encanta vivir así, sin tanta estructura. No tengo miedo de las cosas que me puedan pasar. Ya corté lazos con todo lo terrenal porque tengo amor. Y Viole es amor. Y nos vino a sostener en todo este aprendizaje.
3 semanas sin 3 productos
Male te propone que dejes de consumir los siguientes tres productos por solo tres semanas y veas cómo responde tu organismo:
- Gluten
- Lácteos
- Azúcar refinada
- Después de este primer período, podés ir reintroduciéndolos de a uno. Elegí el que quieras y probalo durante tres días seguidos (más de tres veces al día) y al cuarto día no lo incluyas.
- Si sentís inflamación abdominal, resfrío, dolor articular o algún malestar, significa que ese alimento no te hace bien y es mejor que lo dejes.
- Hacé lo mismo con los otros dos alimentos. De esta forma, podés saber qué restringir de tu dieta habitual.
- Acordate de que si tenés una enfermedad autoinmune, no tenés que volver a probar el gluten, hayas sentido o no una diferencia al dejarlo, ¡no te hace bien!
Los ingredientes must de Male para cocinar sano
- Aceite de coco
- Semillas de calabaza, girasol, chía, lino, sésamo.
- Almendras.
- Harina de almendras (o podés procesar las almendras enteras hasta formar una harina).
- Extracto de vainilla.
- Coco rallado
- Harina de coco (o podés procesar el coco rallado hasta formar una harina).
- Miel.
- Cacao amargo en polvo
- Dátiles
- Nibbs de cacao (son como chips de chocolate, pero 100% sanos).
- Quínoa.
- Porotos aduki (o los que te gusten).
- Arroz integral o yamaní
- Polvo de hornear sin gluten.
- Bicarbonato de sodio sin gluten.
- Maní sin sal.
- Psyllium en polvo
Peinó y maquilló María Victoria Saubidet
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