Cuando dejó la carrera de Psicopedagogía, Valu Ramallo sabía que volvería a su amor de toda la vida: la cocina. Entonces encaró Gastronomía y trabajó en un bar, un catering, un comedor... Pero siempre hizo tortas y empezó a vender desde su casa.
Cada cosa que cocinaba la subía a Instagram como una especie de registro propio: "Subía los postres que preparaba para los asados familiares y cada vez tenía más likes. Tenía 400 seguidores y de la nada me empezó a seguir gente que no conocía", cuenta.
En 2014, después de un viaje revelador por Europa, volvió obsesionada con la idea de abrir su propio local. Su hermano, Carlos, que había estudiado Administración, estaba en un momento laboral incierto y quería lanzarse con algo propio. Entonces, decidieron unir fuerzas y emprender como socios. "Carlos me enseñó a llevar registros en Excel, a hacer compras conscientes y a calcular.
Creamos un sistema ordenado de trabajo", explica Valu. Para esa altura, ya tenían 15.000 seguidores en IG, pero seguían trabajando desde lo de sus padres. Como sabían que esa situación no daba para mucho más, alquilaron un local y lo pusieron a punto. "Cuando nos mudamos ahí y colgamos el cartel, yo, que no soy de llorar, lagrimeé un poco; era nuestro sueño cumplido", recuerda. El primer año fue de prueba y error. Aprendieron a manejarse con las marcas, con sus seguidores en las redes y con la cocina. Valu pasó a ser bloguera part time y conoció a mucha gente en eventos. "Ahora me pasan cosas increíbles, como que chateo con Maru Botana ¡y no lo puedo creer!", se ríe. El blog y los locales son dos negocios que se complementan. Valu ya cuenta con cuatro puntos de venta y varias alianzas con marcas y hasta participa en programas de TV. Con 28 años, esto recién arranca.
¿Cómo lo hizo?
1. "Decidí cocinar cosas dulces porque siempre me gustó comer lo dulce. Y las tortas y postres tienen la ventaja de que, al ser fríos, no necesitan cocción a último momento y te podés adelantar y decorar antes, etc.".
2."Conseguimos un primer local. Justo en la esquina de casa había un local medio abandonado, sin cartel, nada. Tiramos un papelito con nuestros datos por debajo de la puerta contando que éramos ‘los vecinos de la casa amarilla’ ¡y nos llamaron! Ahora es nuestra fábrica".
3."Nos expandimos. Ahora tenemos otros tres locales en Pilar, Tigre y Belgrano. Y estamos empezando a hacer viajes para dar clases de cocina en el interior".
Los consejos de Valu
No les tengas miedo a los números. Hay que animarse y, si el emprendimiento funciona, después devolvés lo que te prestaron. Si ponés todo de vos, lo podés hacer.
Son clave las redes sociales. La exposición te da muchas conexiones y un intercambio con posibles consumidores. Pero hay que usarlas bien, cuidando tu imagen. Aliate con marcas que te identifiquen a vos y a tu comunidad.
Buscate un socio. No te vuelvas loca sola. Con un socio compartís las responsabilidades y las cargas, consultás dudas, te apoyás y dividís tareas.
Confiá y delegá. Aprendé a armar un equipo y a delegar tareas. O a tercerizar. Sacate algunas responsabilidades.
En números
6000 dólares fue la inversión inicial para su primer local.
$200.000 tienen de gastos mensuales fijos.
5 empleados + 2 socios trabajan en Valu Ramallo.
50% de las ganancias va para cada uno de los socios.
190.000 son los seguidores de Valu en Instagram.
$670 cuesta la torta Doble Oreo (una de las más populares).
Minibío
Nombre, edad y profesión: Valentina Ramallo (28), chef y pastelera profesional. Bloguera en @valuramallo.
Desafío cumplido: no solo cumplió su sueño de toda la vida de tener su propia pastelería, sino que montó, junto con su hermano, toda una empresa con su nombre, con cuatro locales, delivery y servicio de catering para eventos.
Más info: valuramallo.com.
¿Qué aprendiste de esta experiencia? ¿Te animaría a abrir tu propia pastelería? También mirá: María Grebol, maquilladora: "El día que abrí mi propio negocio mi marido me dijo 'me voy' y hoy tengo una empresa que amo" y Consejos de una emprendedora: "Creé mi compañía de accesorios para chicos"
Maquilló y peinó Josefina Mercau. Agradecemos al vivero Fidela Flores por su colaboración en esta nota. calidad de vida •
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