Pasé 10 días sin redes: esto es lo que aprendí
Me desinstalé Facebook, Twitter e Instagram; el día por día de un détox digital
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Día 1. Viernes
“Me voy a tomar una pequeña pausa en las redes. Arrancó el año con todo y hay muchas cosas que requieren mi más absoluta atención pero -y sobre todo- necesito repensar cómo me relaciono con ellas”, escribo en mi Instagram. Mucha gente celebra mi decisión. Muchos me dicen que me van a extrañar.
Quiero estudiarme a mí misma un poco, ver cuánto me rinde el tiempo cuando no bobeo con el scroll y cuánto dura la batería del celu :-P. No sé cuánto durará esta pausita, ni cómo será, porque la verdad es que hace muuucho que no paso más de tres días sin redes. Lindo ejercicio.
Desinstalo Facebook y Twitter. Pongo “remover” el ícono de Instagram (necesito entrar a una cuenta que manejo). Está tan bien diseñado el logo. Siento que le falta color a mi pantalla de inicio.
Más tarde
Ansiedad.
Más tarde
Tengo el impulso de abrir Instagram.
Por la noche
Impulso nuevamente. Resisto.
DÍA 2. Martes
El celular tiene un montón de batería. Espío qué pasó en Twitter en un grupo de WhatsApp de periodistas.
Entro al IG de la cuenta que manejo. Qué tentador es entrar al mío: no.
Anoche miré The bold type. Todo lo hacen en redes. En un momento Adena le confisca el celular a Kat. Le dice: mirá al violinista, disfrutalo acá, ahora. ¿Cómo son las experiencias cuando no las mediatizamos con una cámara, con una story? Las chicas se geolocalizan con los celulares, chatean por una línea mientras hablan por otra, tienen problemas por los tuits que publican.
6 PM
Me quedé pensando que yo soy más Sex and the City. Carrie tiene un celular ya avanzada la serie. Y es para enviar SMS. Nosotras crecimos en un mundo sin celulares. Cuando pasaba algo lo anotábamos en un diario íntimo. Cuando queríamos saber en qué andaba nuestra amiga, la llamábamos por teléfono de línea. A la que estaba lejos -mi primiga, por ejemplo- le escribíamos cartas que íbamos a mandar al correo. Sólo de ese modo podíamos saber qué era de su vida. Las imágenes las formábamos en nuestra cabeza. No romantizo. No sé aún qué es mejor. Tal vez no hay mejor ni peor.
Todavía dura la batería.
La foto de una carrot cake con frosting se la mandé a mi novio. La foto de los nenes jugando se la mandé a mi amiga.
7 PM
Me tenté. Pispeé si había más comentarios y likes en el post de despedida. Mala idea. Enseguida me entró un montón de info que no quería recibir. ¿Tenemos noción de la cantidad de información que recibimos al abrir nuestras redes?
Volví a hacer algo que extrañaba y no sabía por qué había dejado de hacer. Tomar mate en el balcón.
DÍA 3. Domingo
Me leo todas las noticias que me ofrece el teléfono.
Me visto linda, me maquillo. No va a haber selfie para subir. Es sólo para mí y para el asado en lo de mi novio con hijos.
Está re instagrameable el domingo, pero no. Siento una liberación de no tener que subir nada.
A la noche quiero ver la red carpet en el Instagram de OHLALÁ! pero me aguanto.
Quiero ver qué dicen en Twitter sobre el mal chiste de Chris Rock y el exabrupto de Will Smith, le pido a mi novio que se fije y me cuente.
¡Cuánto dura la batería!
DÍA 4. Lunes
Hoy todavía no extrañé las redes. Para nada. Qué liberador empezar la semana sin tanta información. Ni el deber de publicar.
Quise unirme a un grupo: hm, es por Telegram. ¿Debería incursionar en Telegram?
Volví a salir a trabajar a un bar. ¿Tiene relación con no estar usando redes? Fijate que volví al balcón y a los bares. Curioso.
El bar es MUY instagrameable. Mando videos por WhatsApp a mi novio y a una amiga que me recomendó venir acá.
Veo a dos personas que normalmente veo por la pantalla de mi teléfono: Celeste Cid y Julieta Suárez Valente.
A la noche ponemos la mesa linda, con copas de vino y sushi. No le saco foto.
DÍA 5. Martes
Ni me acuerdo de las redes. Me levanto temprano a escribir. Es algo que no venía logrando: tiempo de concentración.
Para las 9,30 estuve a fondo con un cuento. Empiezo a trabajar. A las 11:30 entrego una nota. Desayuno. Hago mi práctica de yoga. Tengo que entrar a Instagram por trabajo. Pispeo si tengo más seguidores. O menos. Por ahora, todo igual. Nada se fue a ninguna parte. Me doy cuenta de que no extraño en lo más mínimo. Empiezo a pensar: ¿Y si entro sólo a publicar tres veces por semana? ¿Y si sólo lo abro en la compu?
Sigo el día de lo más bien.
DÍA 6. Miércoles
Sólo extraño una cuenta. Ver historias: no extraño. Reels: ¡Menos! ¿Y si vuelvo al blog? ¿Alguien entraría? ¡Cuánta energía tengo sin redes! Estoy más enfocada. Esa media hora de mates y scroll, por ejemplo, ahora es media hora de yoga todas las mañanas.
Hoy escucho música de los 2000…
Tuve que entrar a un chat y pispeé. Me hizo mal. El post meloso de una conocida tenía lluvia de likes.
¡Estoy leyendo más! Volví a entrar a revistas digitales.
DÍA 7. Jueves
Volví a escuchar charlas TEDx, que me encantan. Anoche me puse una de Brené Brown que necesitaba volver a oír y hoy una de Chimamanda Ngozi Adichie. También miré en YouTube la historia del rapto de las Sabinas, en los orígenes de Roma (¿?)
Cargué el celu anteayer y todavía tiene batería.
No extraño realmente el Instagram. Las otras redes directamente las olvidé. Sí extraño escribir y publicar y tener feedback.
DÍA 8. Viernes
Ya directamente estoy feliz sin redes. Esto es un problema: trabajo con eso. Me encuentro diciendo: “Qué bueno es no estar a la vista de todos”.
Estoy más enfocada en todo: trabajo, cuentas, maternidad, yoga, etcétera. Voy a la plaza con Tomi. Leo al solcito otoñal. Ya casi termino el libro.
A la vuelta encuentro flores que me dejó mi novio.
¿Qué haría normalmente?, pienso.
Les sacaría una foto en stories.
¿Por qué? ¿Para decir qué? ¿A quién?
DÍA 9. Sábado
¿Ya mañana debería volver? ¿Y qué publico?
Los reels me ponen nerviosa. Y no dejan lugar a la imaginación. Irrumpen con música que no necesariamente me gusta, con gente que no necesariamente baila bien o es graciosa.
No quiero ver más historias. Ni tampoco subir si no es algo importante de comunicar. A Twitter no vuelvo: mala onda. Facebook es un berenjenal.
DÍA 10. Domingo
Voy a volver, sí, con condiciones. Desinstalo FB, y Twitter. Instagram se va de la pantalla de inicio. Para no entrar como acto reflejo cada vez que agarro el celu para algo. No se suben más historias intrascendentes. No se miran más historias intrascendentes. Voy a hacer menos uso y abuso de mi imagen. Voy a ponerme horarios para conectarme. No voy a obligarme a publicar nunca más. No voy a buscar más validación en las redes.
DÍA 11. Lunes
Todavía no logré volver. Tengo una idea en mente, que no me puedo sacar. Más inspiración, menos aspiración. Inspirar e inspirarme. No aspirar ni aspirarme. Quiero cuentas que me aporten algo, que me ayuden a pensar, a emocionarme, a reflexionar. No quiero más consumir cuentas que me hagan sentir mal conmigo misma, que me saquen energía y buen humor, que no me den nada. Las redes son una herramienta: las voy a usar en mis términos. Lo que gané- foco, energía, ideas, tiempo, claridad- no lo quiero perder. ¿Podré?
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