Paraíso en boca de todos
Casi olvidado y castigado por un gran terremoto, el archipiélago de Bocas del Toro se convirtió, en pocos años y de manera bastante espontánea, en el principal destino turístico panameño
BOCAS DEL TORO.– Cuenta la historia que en su cuarto y último viaje al Nuevo Mundo, en 1542, Cristóbal Colón quedó maravillado con la geografía de Bocas del Toro, un archipiélago de nueve islas, 51 cayos y 200 isletas ubicadas en el extremo oeste de Panamá, a orillas del mar Caribe. Aquellas tierras desconocidas, pintadas de una densa selva, exotismo animal y aguas turquesas, eran habitadas por la comunidad indígena Ngobe Bugle, que vivía principalmente de la pesca y la agricultura.
Siglos después, el rumor sobre las bondades de este pequeño paraíso, tan fértil como inexplorado, provocó una fuerte corriente inmigratoria que hacia 1900 gozaba del éxito de la industria bananera. La compañía multinacional United Fruit Company instaló sus oficinas comerciales y construyó casas para los trabajadores y sus familias. Pero los tiempos de prosperidad declinaron en la década del 30, cuando una peste obligó a la empresa a reinstalarse en zonas cercanas y los lugareños debieron aprovechar todos sus recursos para no morir en la pobreza y esfumarse en el olvido.
Hoy, visitar Bocas del Toro es asomarse a los prodigios de la naturaleza, a sus paisajes saturados de verde. Pero es también adentrarse en la historia de un pueblo afroantillano que resiste como puede los embistes globalizadores y las consecuencias de la inversión extranjera. "El turismo se nos adelantó, nada de esto fue planificado. Nuestra popularidad surgió después de 1991,cuando las cadenas internacionales se hicieron eco del terremoto de 7,5 grados que tuvimos. Luego de la catástrofe empezaron a llegar viajeros experimentados que dieron a conocer el lugar, de allí surgió una campaña de promoción llamada... De boca en boca. Por ese entonces sólo habían dos hoteles y una pensión pequeña y no existía la infraestructura necesaria ni para los vecinos". Quien habla es Rubén Rodríguez, un bocatoreño de pura cepa que trabaja en la Autoridad de Turismo de Panamá, la entidad de gobierno que brinda información confiable a los visitantes sobre este y otros sitios del país.
Desde entonces, miles de mochileros, buceadores, surfistas y amantes de la naturaleza en general eligen esta joya panameña, cercana a la frontera con Costa Rica, para disfrutar de los deportes acuáticos, observar aves y delfines, contemplar las estrellas de mar y descubrir una rica diversidad de criaturas marinas, algunas en peligro de extinción, como las tortugas verde, caguama y carey, que anidan entre marzo y septiembre. Según el organismo oficial, en 2008 Bocas fue anfitrión de unos 45.000 turistas, dato curioso si se tiene en cuenta que la población no alcanza los 20.000 habitantes, de los cuales muchos son extranjeros que invirtieron en el lugar o decidieron instalarse.
Existen dos formas de arribar a este precioso retazo de tierra: por aire, a una hora de viaje desde la ciudad de Panamá, y por carretera, aunque esta última opción es recomendable sólo para quienes estén dispuestos a viajar en un servicio de bus sin demasiadas comodidades que sale desde la estación terminal de Albrook. Eso sí: el recorrido en taxi acuático que va desde la estación de colectivos de Almirante, un pueblito detenido en el tiempo, hasta la isla Colón –la más urbanizada del archipiélago– es una experiencia por demás aconsejable.
Basta con caminar las calles de esta última para disfrutar de las coloridas construcciones de madera –algunas de ellas sobre pilotes– y ver cómo se levantan paredes que en un futuro abrirán sus puertas como supermercado chino, panadería italiana o bar temático. Infaltables las banderas panameñas que cuelgan de los balcones, el rumor a toda hora de los vecinos en la plaza Simón Bolívar, la noche que se abre entre luces y reggaetón y la competencia por ver quién convoca más turistas para el paseo por las otras islas y playas a la mañana siguiente. Estas atracciones lindantes se encuentran a escasos minutos de viaje en lancha, aunque en isla Colón se puede aprovechar para visitar la zona de Boca del Drago, donde Playa Estrella lo espera con numerosas estrellas de mar que vislumbran desde el agua transparente. El recorrido puede hacerse en taxi (aproximadamente UDS 25 cada viaje), bus local (USD 5 ida y vuelta) o lancha ( por un total de USD 20). Isla Pájaros es otro de los parajes en los que vale la pena detenerse si usted es amante de la flora y la fauna autóctonas. Además, se sugiere contratar los tres recorridos de tours que llevan a Bahía de los Delfines, Cayo Coral, Red Frog Beach, Cayo Zapatillas o Isla Bastimentos, entre otros sitios, por menos de USD 25 la excursión.
A tal punto se adelantó el turismo en Bocas del Toro que muchos de quienes fueron huéspedes hoy son propietarios de hoteles, restaurantes y proyectos de lujo que prosperan en islas como Bastimentos, como Eclypse de Mar, propiedad de una argentina, y Bocas Bound Hotel. En este Parque Nacional también se hallan las villas Red Frog y una playa de largas extensiones de arena y aguas claras que lleva el mismo nombre. Allí habitan las ranitas rojas, una diminuta criatura que exhiben los niños del lugar a los turistas. En isla Popa, por su parte, un grupo de empresarios norteamericanos aguarda que pase la avalancha de la crisis para continuar con los proyectos millonarios Popa Paradise y Laguna Azul, cuya oferta de lujo pondría en peligro bosques y parches coralinos, a pesar del descontento de los bocatoreños.
Lo cierto es que en poco menos de dos décadas Bocas del Toro se convirtió en el principal destino turístico de Panamá a nivel internacional por resultar amigable y tranquilo, ideal para relajarse y descansar en la caricia de la naturaleza y la calidez de sus pobladores.
Historias detrás del paisaje.
José Tito Thomas es uno de los hoteleros con más trayectoria del lugar no sólo por los años que cumplirá su Gran Hotel Bahía, una construcción que data de 1905, sino por la paciencia con la que esperó que el turismo floreciera. "El 1° de septiembre de 1968 fue la inauguración, el 9 de octubre me designaron gobernador de Bocas del Toro y un día más tarde tuve que exiliarme por el golpe de Estado", recuerda este amante de la arquitectura caribeña, dueño del edificio ícono de la ciudad. Tres años más tarde, luego de que su padre fuera preso y posteriormente liberado, Tito pudo regresar a su sueño de cemento, que desde entonces permanece impecable por las tareas de mantenimiento que realiza religiosamente en el mes de junio.
Fernando Hawkins dice que hace algunos años, cuando llegó con su familia de San Blas, "en Bocas éramos puros morenos y paisanos indios y esto era un pueblo fantasma". Junto a Laura Martínez, su mujer, consiguieron vivir del turismo: él es cocinero de un hotel y ella una artesana de la que atiende un puestito en la avenida principal de isla Colón.
En el caso de Stefania Zonca, conoció el lugar hace 16 años y se instaló tiempo después de haber vivido en Costa Rica. Nacida y criada en Bolonia, esta italiana es responsable del pintoresco restaurante Barracuda, que engalana a sus visitantes con lo mejor de la cocina italiana en una terraza con vista al mar. "Elegí este sitio supongo que por la misma razón que todos los que emprendimos un negocio aquí: la calidad de vida. Yo no podría volver a una gran ciudad, mi vida es aquí", confiesa esta pequeña empresaria.
Datos útiles
DONDE DORMIR
En isla Colón se encuentra el Gran Hotel Bahía, edificio de 1905, ícono de la isla. Esta construcción de estilo caribeño cuenta con habitaciones standard y de luxe, simples y dobles cuyos precios no superan los USD 100 aún en alta temporada. Más información: reservas@ghbahia.com; www.ghbahia. com. Además, sobre la avenida principal proliferan hostels y hoteles para cualquier presupuesto y estilo de viaje (de USD 10 en adelante). Si lo que busca es desconectarse, entonces puede hacerlo en la tranquilidad de una isla poco habitada como Bastimentos: Red Frog Beach, Bocas Bound y Eclypse de Mar son opciones recomendables
DONDE COMER
Disfrutar de la variada gastronomía del lugar es otro de los placeres. El referente de la cocina italiana es Barracuda, donde se puede comer por USD 15. Si lo que se busca es un típico plato panameño, en The Reef espera una degustación de pescados y mariscos por USD 20, aproximadamente. Le Pirate, Don Chicho y Lorito son otros exponentes del sabor caribeño, que rondan los mismos valores. Todos estos sitios se encuentran en isla Colón.
DE NOCHE
Grupos de turistas se encuentran en el bar surfer La Iguana, donde disfrutan de ricos tragos, buena música y terraza sobre el mar. Otras opciones son Barco Hundido –el principal atractivo es la embarcación iluminada bajo el agua– y Aqua Lounge, cuyo propietario francés amplía la oferta festiva. Para llegar a este último, hay que cruzar en una lancha que tarda apenas dos minutos desde isla Colón.
MAS INFORMACION
- La moneda nacional es el balboa, que coexiste con el dólar.
- La mayoría de los hospedajes cuenta con conexión a Internet.
- Isla Colón brinda los servicios necesarios para una estadía segura: desde una pequeña clínica médica hasta oficinas de turismo y una sede policial
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