Papá a toda costa
Hace poco convocamos a los hombres que se animaran a escribirnos para publicar alguna historia desde la perspectiva masculina. Entre otras, recibimos la de Daniel Mansilla, que nos emocionó y nos hizo seguir reflexionando sobre el deseo de ser padres, que lo tenemos tanto las mujeres como los hombres y que nos lleva a tener la fuerza necesaria cuando el camino se pone complicado.
Por Daniel Mansilla
Con mi esposa tenemos un hijo biológico que ya cumplió 15 años. Desde que él nació, siempre quisimos que no fuera único y por lo tanto buscamos un segundo hijo. Lamentablemente mi mujer no quedaba embarazada, o lo que es peor, quedaba, pero los embarazos no prosperaban (el primer hijo lo habíamos tenido después de dos intentos fallidos). De esa manera, en tres oportunidades posteriores, nuestras expectativas se vieron frustradas, la última en forma muy traumática ya que el bebe llegó a nacer, pero vivió unas pocas horas. En esa oportunidad, el médico nos aconsejó que no lo volviéramos a intentar y fue allí que decidimos adoptar.
Es cierto que el trámite es largo y está cargado de expectativas porque en cualquier momento puede llegar el llamado del juzgado y uno debe estar preparado para ser padre de la noche a la mañana. También es cierto que en los juzgados la familia en espera es un número de expediente y en general no se hacen cargo de las expectativas que generan.
Nuestra espera duró tres años y medio. En el 2001 llegó Matías (se lleva 9 años de diferencia con el más grande) y la alegría de ese día y la de todos los días desde entonces compensa la espera y hasta el maltrato que sufrimos por parte del juzgado. El trámite de adopción en total nos llevó 4 años, una barbaridad. Aunque al bebé lo tuvimos desde el día que nació, hasta no tener la sentencia definitiva y el documento con nuestro apellido, vivimos con una angustia contenida difícil de sobrellevar. A los padres biológicos los llamaron tres veces para que confirmaran sus deseos de entregar al niño, a nosotros otras tantas, tuvimos visitas socioambientales, etc. Finalmente, cuando estuvo todo listo para la sentencia, el Juez se tomó casi un año para dictarla. Nosotros íbamos cada a tanto a preguntar si había novedades, sin embargo el abogado nos aconsejaba que no lo apuráramos, porque todo estaba en sus manos y si algo le caía mal, quién sabe qué podía hacer. Así descubrimos la soberbia y arrogancia que algunos representantes de la justicia adoptan desde su función.
En fin, yo me había propuesto que una vez que tuviéramos la sentencia, pediría una audiencia con el Juez y le haría conocer toda la bronca acumulada. No obstante, cuando tuve en mis manos el bendito papel que decía que Matías era hijo nuestro, aunque ya lo era hacía cuatro años, me olvidé de todo. Bueno, él es un chico especial: en una audiencia con el Juez, éste lo alza y le pregunta cómo está, y Matías le responde: "Bien", y agarrándolo al señor de los cachetes, agrega: "Vos tenés cara de gordo bueno" ¡Y juro que no lo habíamos preparado!
Él sabe desde chico que es adoptado. Creo que aunque no le hubiéramos dicho nada, se habría dado cuenta. Todos en la escuela y sus amigos saben que no estuvo en la panza de su mamá, pero es nuestro hijo del corazón tanto como Iván, el más grande. A pesar de que no falta algún despistado que me dice: "Che, qué parecido a vos que es Mati". Y lo más lindo es que es cierto. Yo creo que uno alcanza la plenitud al tener un hijo y cada uno de ellos nos cambia y nos completa en alguna parte de nuestro ser. Y no es necesario que sea biológico, yo se los puedo asegurar con conocimiento de causa. Algunos nos advertían: "Ojo, tengan cuidado en no hacer diferencias entre ellos...", nada más lejos de la realidad: es tan hijo uno como el otro. Ojalá todo lo relatado le sirva a alguién que este pensando en adoptar: al final, a pesar de todo, les aseguro, vale la pena.
Daniel Mansilla
POR QUÉ ELEGIMOS ESTA HISTORIA
Como ya dijimos, la historia de Daniel nos conmovió muchísimo y creemos que puede servirle a muchas personas que estén considerando la opción de adoptar. El proceso de adopción es famoso por ser largo y complicado, pero evidentemente, como asegura nuestro padre invitado, "al final, a pesar de todo, vale la pena". Un hijo, biológico o adoptivo, puede ser la alegría más grande de nuestras vidas y cambiarnos para siempre.
Nos pareció ideal publicar este testimonio justo antes del Día del Padre, como homenaje a todos los papás que también viven las Historias con o sin panza a su manera. ¡Gracias por ser tan hombres, tan fuertes, tan padres!
Los espero la semana que viene con más historias.
Cande
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