¿Padre o papá?
Hay que estar atento a las señales.
Era marzo de 2014 y con mi mujer acabábamos de mudarnos. Una casa de más metros cuadrados, con patio, cochera y una habitación extra. Habían pasado los años de rebeldía, y ya me sentía cómodo con la idea de ser padre. De estar aterrado ante la idea de tener un hijo pasé a considerarlo una posibilidad real y cercana. "Todavía hay tiempo", decía, mientras pensaba "en cualquier momento". La casa grande y la habitación vacía eran las primeras señales.
Existen diferentes calibres de noticias. Mi experiencia personal indicaba que los cambios laborales y de pareja son los que que mayores inquietudes generan. El cambio genera ansiedad, curiosidad y la necesidad de un reacomodamiento. El cambio es incómodo pensaba. Y, mientras esperaba que pasen los tres minutos de rigor para saber el resultado del test de embarazo, la silla de caño de esa cocina grande, de esa casa con una habitación libre, empezó a ceder. De a poco, como cuando una soldadura vieja o mal hecha dice basta, la silla empezó a romperse, y yo terminé en el suelo. Incómodo.
No lo sabía, pero la rayita nunca es nítida. Hasta ese momento me había creído el cuento de las publicidades, en las que una línea es negativo y dos es positivo, todo con un 99% de exactitud y bien clarito. Sí o no, sin más. Entonces un gris, ahí, cuando la situación es ansiedad y uno espera ver algo o nada, pero nunca un "no sé". Debía ser blanco o negro, pero era gris. O rosa, mejor.
-¿Esto es o no es?
- Supongo que sí. Imaginate que le aparezca esto a alguien que no quiere, ¡se muere!
Conmigo en el suelo y mi pareja mirando la rayita no-nítida, ¿hacía falta alguna otra señal? Ninguna publicidad había mostrado un test con líneas borrosas ni un hombre recibiendo la noticia de su paternidad sentado en una silla rota en el piso. Si siempre había imaginado el combo tentador de la foto, la escena era la hamburguesa anémica de la realidad. El resultado, dedujimos, era uno solo: ella iba a ser madre, yo iba a ser padre y ambos intentaríamos ser los mejores papás y mamás posibles. Pero, ¿cómo empieza uno a ser papá? Y no hablo del acto mecánico e instantáneo de ser padre, sino de ser papá, de eso que yo sí había tenido y que ella no recordaba tener. Sentí que todos estamos hechos de aciertos y errores, y que de golpe había quedado en el casting y debía prepararme para el papel principal.
Las 40 semanas previas al parto sirven para hacerse una idea, pero no alcanzan. Sin embargo, en algún momento -mientras estaba pintando las paredes de la que sería la habitación , o mientras la cuidaba a ella en alguno de sus malestares físicos, o cuando por primera vez entré dispuesto a comprar un cochecito y aceptar que no sabía nada del tema y hacerle mil preguntas al vendedor- pensé en que estaba empezando a ser papá. También fui papá cuando, en plena discusión, le dije "con vos hacé lo que quieras, pero pensá en él". Y fui papá cuando puse mis auriculares sobre su panza, y Benjamín se movió al escuchar "Give me love", de George Harrison, o "Wish You Were Here", de Pink Floyd. "A este nene le gustan las guitarras", pensé.
Y un poco sobre todo eso hablará esta sección, ¿o vamos a seguir pensando que los hombres somos seres insensibles a los que sólo nos interesa el fútbol?