Nueva York, capital de la resiliencia
Estaba escribiendo en la computadora cuando mi hijo Julián llamó para decirme que prendiera la tele. En ese momento el segundo avión se estrellaba sobre las Torres Gemelas y me transformé en miembro de la generación del 11 de Septiembre. ¿Qué pasaría ahora? Lo recuerdo como al recibir la noticia del asesinato del presidente Kennedy cuando cubría una nota para la TV en el Gran Buenos Aires. Era la misma pregunta. La respuesta en los Estados Unidos fueron sus instituciones. Y en Nueva York, en particular, todo pasó por comprender que la vida continúa.
El nuevo One Word Trade Center, que acaba de inaugurarse, no sólo modifica el paisaje de Manhattan, sino que al renacer Wall Street le cambia su identidad tradicional.
En lugar de agentes bursátiles llegan a trabajar 3000 miembros del complejo editorial de Conde Nast, un hecho más trascendente que los 3800 millones de dólares que costó construir en 8 años los 104 pisos del edificio más alto de Occidente. Mide 541 metros, equivalente en pies a 1776, la fecha en que Estados Unidos declaró su independencia.
Conde Nast, que tenía sus oficinas en Broadway, en el 4 de Times Square, se muda para ocupar 24 pisos, un total de un millón doscientos mil metros cuadrados, con un contrato por 25 años.
No sé si tendrá un mirador o el bar que me gustaba tanto, pero sí una recepción reservada para los invitados de Vogue, Vanity Fair y The New Yorker, tres megapublicaciones.
Otros lobos
La aristocracia periodística reemplaza a los personajes que retrató Martin Scorsese en el Lobo de Wall Street. Al pie quedan dos cascadas en el espacio que ocupaban las Torres Gemelas. Todo implica un cambio: la importancia de la prensa, del cuarto poder, supera a la Bolsa, al dinero.
Al leer estas noticias y saber que hay otras cuatro torres en marcha, aprendí a respetar aún mas la resiliencia, una palabra difícil hasta de pronunciar. Porque de eso se trata, de la capacidad humana para sobreponerse al estrés más severo y enfrentar la adversidad ante la tragedia, los traumas, las amenazas. Porque la resiliencia se compara a un elástico que al estirarse vuelve con más fuerza.
Y me copa el recuerdo porque en aquel momento, el 7 de octubre, en la nacion escribí la nota que ahora resumo:
"Es hora de viajar a Nueva York. Aunque el dolor no se borre, la rutina de vivir continúa. No pienso archivar mi valija en la baulera como un sueño abandonado. Al contrario, me parece que este es el mejor momento para viajar. Sé que sentiré una enorme tristeza al ver destruido uno de mis lugares preferidos, The Greatest Bar on Earth, en el piso 107 de las ex Torres Gemelas. Me costará no caminar por la zona devastada de Wall Street donde compraba con descuento camisas en Syms, discos en JR y me acodaba en la ventana de Border's con un capuchino mientras revisaba libros. Y de paso usaba el baño, que no es simple de conseguir por ahí.
"Sin embargo quedan en pie muchas cosas, especialmente el espíritu neoyorquino que contagia energía, decisión, optimismo, bajo cualquier circunstancia. Y superar el miedo para demostrarle al terror que la vida es más importante que la muerte.
"El show debe seguir es la consigna, y el valor agregado es rodear los escenarios que transmiten esa emoción.
"Todo está abierto en Nueva York y la tradicional maratón se correrá en la fecha prevista del 4 de noviembre.
"Tengo ganas de viajar a la Gran Manzana y lo haré lo más rápido que pueda. Cuando alguien me pregunta si no siento miedo, le recuerdo que estuve en riesgo sin moverme de mi propia ciudad cuando volaron la embajada de Israel o el edificio de AMIA."
Un mes después de publicar esta nota visité Nueva York con varios colegas, entre ellos Roberto Maidana, Alberto Sánchez Lavalle y Norberto Dupesso. Estuve en el Ground Zero y soñaba que desde esos escombros brotara nuevamente la vida. Y acerté. Walt Disney decía que si lo podés imaginar, lo podés realizar. Eso es resiliencia.
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