“No quiero tu Instagram, quiero tomar vino con vos”: ¿quién es el artista argentino que deja mensajes de amor en las calles de Buenos Aires?
Su poesía visual nos inspira y nos invita a una conexión más real.
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Es difícil no encontrarlo por las mañanas tomando un café en la vereda de un barcito de Núñez. Le gusta su barrio, sus lugares, pero sobre todo, lo que más le gusta es la calle. Camina como si estuviera en su casa, habla con la gente con total cotidianeidad y observa; observa mucho. Waldo Mandiello se convirtió en una de las nuevas estrellas del arte callejero. Usa las paredes como lienzo y va dejando en ellas afiches con forma de sobres y frases cortas, preguntas o disparadores, e invita a una reflexión profunda cargada de arte. ¿Quién y qué se esconde atrás de esta idea?
¿Cómo fue tu camino hasta acá?
Escribo desde muy chico, me gustaba la poesía, porque necesitaba encontrar belleza en las líneas que escribía. Buscaba que cada línea tuviera algo distinto, creativo, y encontré en la poesía el recurso. Al principio no se lo mostraba a nadie, porque nunca le encontraba el soporte, la forma de exponerlo.
¿Y cuándo te diste cuenta de que la calle podía ser un lugar para exponerte?
Tenía que hacer unas gacetillas de prensa acerca de una colaboración de Rafael Parra Toro, un amigo que es artista cinético, y para escribir esas gacetillas, tuve que investigar sobre el arte urbano en general; fue entonces cuando empecé a ver la calle como un posible soporte. Me veía en la calle porque soy re callejero, pero mis textos no encajaban. Eran muy extensos, con lenguaje rebuscado... Pero trabajé en el concepto, Parra Toro me apoyó con la idea y me ayudó a encontrar el código visual, que podía servir para contraponer el peso emocional que puede tener una carta escrita a mano con relación a una reacción de storie, con su liviandad. Me mandó un sobre boceto, que se diferenciaba del resto de los códigos visuales de la calle, y me encantó. Compré afiche escolar, el letógrafo, pinté el sobre con la frase y lo pegué. Ahí comenzó.
¿Cuándo pegaste este primer sobre?
En julio de 2020. La frase era “No quiero tu Instagram, quiero tomar vino con vos”.
¿Y qué hay atrás de esa frase?
Venía hablando con una chica con la que había salido, yo me había quedado muy enganchado, pero no se dio. En la cuarentena volvimos a hablar por WhatsApp y ella me dijo que le llamaba la atención que nunca la había buscado por Instagram. Yo la conocí en un bar, charlamos, conectamos y la invité a salir. Me dio su nombre, su número y listo. No le pedí ni el apellido ni el Instagram. Es mi manera de conocer a la gente, siempre fui así. Cuando me dijo esto, le respondí: “No quiero seguirte en Instagram, quiero tomarme un vino con vos”. Y cuando lo dije, me di cuenta de que ahí había algo. Encontré belleza en eso, en un concepto con el que, además, me siento súper identificado.
¿Qué te inspira a escribir estas frases?
Lo que siento que hago es analizar determinados discursos sociales y comportamientos y los cuestiono. Invito a hacer una reflexión a determinadas imposiciones sociales y culturales. Ese es el motor para esta micropoesía.
También hay mucho del autoamor...
Sí, en las preguntas, sobre todo. Después de los sobres, yo tenía la necesidad de hacer otra cosa. Pensé en algo que se repite y es que cuando alguien me conoce me pregunta la edad, qué estudié o de qué trabajo. Lo hacen para conocerme, pero eso no me define. Yo no hago esas preguntas, ¿para qué necesito saber la edad de alguien?, ¿para saber si su aspecto físico se corresponde con su edad?, ¿si lo que hizo en su vida es lo esperable? Cada uno tiene sus tiempos para llegar a donde quiera llegar, eso para mí es lo más importante. Las preguntas son las que yo hago para conocer a alguien, después me encontré con que son preguntas para hacerse a uno mismo también. Son muy enriquecedoras cuando te las hacés. Por ejemplo, “¿qué te gustaría cambiar?” es un lindo motor para hacer algo.
Te gusta mucho estar en la calle...
Sí, tomo café todas las mañanas. Algo que me despertó esto fue el ver que los autos pasan y tocan bocina porque sí... Observándolo armé la frase “Toque corazones, no bocina”. Y eso surgió por estar todas las mañanas en un lugar donde tocan bocina. Estar alerta es la inspiración.
¿Cómo ves el futuro con tu arte?
No planifico. Cuando empecé a trabajar con los sobres había algo en mi cabeza que me decía: “¿Vas a hacer algo más?”. Era el miedo. No iba ni un año y ya me estaba poniendo esa presión. Cuando hice lo de las preguntas, fue un alivio, más allá de hacer algo auténtico. Porque en muchos pasajes de mi vida me sentí con una careta y cuando empecé a hacer esto me sentí más yo que nunca. No sé cómo será el futuro ni para dónde irá, pero sé que lo que haga va a ser auténtico, si no, no lo voy a hacer. Me encanta la calle como soporte, pero, así como tiene cosas muy lindas, tiene otras no tanto. La calle es de todos y, si bien yo creo estar compartiendo lo mejor de mí en la calle, creo que es lo que tenemos que hacer en un lugar que es de todos, hay que bancarse la resonancia en los demás. Estoy súper agradecido con la aceptación que tuvo en este tiempo lo que yo hice, es increíble. Pero empieza a aparecer lo otro y hay que estar muy en eje y muy preparado para los cuestionamientos/agravios. No sé hacia dónde va, sé que me gusta crear y exponerme. Encontré en el haberme expuesto una puerta maravillosa, veremos hacia dónde vamos.
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