Playas envidiables, la arquitectura de Oscar Niemeyer, fortalezas históricas y panorámicas de postal hacen de la ciudad frente a Río de Janeiro un destino con grandes perspectivas
Los cariocas dicen que lo mejor de Niterói es la vista de Río. Sumergida hasta la cintura en la pileta del piso 20 del hotel HNiterói, una caipirinha en la mano derecha, el mar abajo; el MAC, ese museo diseñado por el arquitecto Oscar Niemeyer que parece un ovni, al final de la curva de arena, y detrás, las siluetas del Corcovado, la Pedra da Gávea, el Pão de Açúcar; coincido con los cariocas, lo mejor de Niterói es la vista de Río, simplemente porque no hay mejor vista de Río.
Lo que los cariocas no dicen es que Niterói tiene, además, el segundo mayor conjunto de obras de Niemeyer, después de Brasilia; y un mercado de pescados donde los restaurantes de Río de Janeiro compran su mercadería y en el que se puede elegir una langosta, un lenguado o un kilo de calamares frescos y hacerlos cocinar en el piso de arriba. Nikiti, como la llaman sus habitantes, tiene, también, a Itacoatiara, una playa oceánica rodeada de morros y verde donde se hacen campeonatos mundiales de surf y bodyboard. Todo esto con un clima de ciudad del interior. Los cariocas omiten bastante información. ¿Qué tal si hablamos un poco de la ciudad vecina?
La banda del más allá
De todo Brasil, Niterói es la única ciudad fundada por un indio, debidamente catequizado, eso sí. A mediados del 1500, la Bahía de Guanabara era dominada por los franceses que, aliados con los indios Tupinambás, querían fundar la Francia Antártica. Los portugueses les tenían pánico a los Tupinambás, que eran bastante bravos y bastante caníbales, así que los franceses andaban de lo más campantes disfrutando del paisaje intacto y de los frutos locales. Pero un grupo de calvinistas, que había emigrado a la sucursal antártica (más bien tropical), volvió a Francia con el chisme de que Villegaignon, el navegante a cargo de la colonia, no estaba administrando muy bien la cuestión. Y el hombre tuvo que cruzar otra vez el Atlántico para ir a dar explicaciones.
En eso, Mem de Sá, un hidalgo portugués, aprovechando que el líder contrincante no estaba, empezó a atacar al fuerte francés, pero no logró gran cosa. Así que su sobrino, Estácio de Sá, el futuro fundador de Río de Janeiro, fue a buscar ayuda con el jefe de los Temiminós, una tribu enemiga de los Tupinambás que había sido expulsada por los franceses de su tierra, la Ilha do Governador, donde está el Aeropuerto Galeão. El jefe de la tribu desterrada se llamaba Arariboia, y también era bastante bravo y bastante caníbal, como sus primos enemigos, porque al final todos eran tupís, familia, pero algo habrá pasado y se dejaron de llevar bien. Después, ya se sabe, ganaron los portugueses, los franceses tuvieron que irse y los indios de la región están extintos.
Pero antes, los portugueses, que no podían devolver la Ilha do Governador a los Temiminós porque no, porque la querían para ellos, les propusieron que se instalaran del otro lado de la Bahía de Guanabara, en la Banda d'Além, la banda del más allá, y así juntos podrían defender mejor la preciosa bahía. Ahí fue que Arariboia, como ahora se llama la estación donde llegan las barcas, el 22 de noviembre de 1573, fundó la villa de São Lourenço dos Índios, más conocida como Niterói.
Las curvas de Niemeyer
La ciudad cuyo nombre significa aguas escondidas creció muy despacio, muy ordenada, hasta que construyeron, en 1974, el monumental Puente Río-Niterói, que tiene casi 14 kilómetros, de los cuales dos tercios están sobre el agua. Antes de su existencia había que recorrer unos cien kilómetros para llegar por tierra.
Desde Río de Janeiro hay varias líneas de ómnibus que hacen el trayecto vía puente. Pero la forma más escenográfica y rápida de llegar es por mar. De Praça XV, centro de Río, zarpan ferrys que cruzan la bahía en veinte minutos, por R$5,60, y arriban a la Praça Arariboia o Estación de las Barcas, en pleno centro de Niterói.
Para no perder tiempo, al tocar tierra, siempre que sea antes de las cuatro de la tarde, hay que girar a la izquierda, pasar delante de la Praça Popular, que reúne tres de las siete obras del Camino Niemeyer, pero seguir de largo, seguir directo al Mercado de Peixes São Pedro. Es menos de un kilómetro de distancia, entre mucha gente, ruido, vendedores ambulantes y tránsito. No es un paseo glamoroso y se puede evitar yendo en taxi. La cuestión, como sea, es ir al mercado. En la planta baja, un puesto al lado del otro exhiben todo lo que hay bajo el mar y se come, y en el piso de arriba, los restaurantes cocinan lo que uno le lleve, o los platos de su propio menú, a precio amigo. Este sería el plan A.
El plan B es más sofisticado, más caro y empieza por el otro lado. De Praça XV también sale, a cada hora, un ferry que va a la Estación Hidroviária de Charitas. El pasaje cuesta R$15, demora veinte minutos y desembarca directo en la obra final del Camino Niemeyer, la propia estación, en la zona más privilegiada de Niterói. En el segundo piso del edificio circular está Olimpo, un restaurante completamente vidriado para que los comensales puedan apreciar la vista de la Bahía de Guanabara mientras disfrutan, por ejemplo, de un bacalao del chef, o de unos ravioles rellenos de camarón con salsa de puerros y hongos.
Entre el Mercado de Peixes y Charitas, las obras curvas de Niemeyer se distribuyen en los once kilómetros también curvos de litoral niteroense. La primera en ser construida y la más visitada es el MAC, Museo de Arte Contemporáneo, el ovni, en el barrio Boa Viagem. La entrada cuesta R$10 y si uno llega en bicicleta (ver recuadro) entra gratis. La mayor parte del conjunto arquitectónico se concentra en la Praça Popular de Niterói -cerca de la Estación Arariboia. Allí están la Fundación Oscar Niemeyer, con formato de caracol, que pronto dispondrá el acervo del arquitecto al público; el Memorial Roberto Silveira, con 200 mil títulos digitalizados sobre la historia de la ciudad, y el Teatro Pupular de Niterói, inspirado en la forma del Pão de Açúcar.
El Centro de Atención al Turista (CAT), con forma de cilindro y vidrios negros, también fue diseñado por Niemeyer. Funciona de 10 a 17 y ofrece visitas guiadas por el Camino. Restan el Centro Petrobras de Cinema, el último en ser inaugurado -2012- y la Praça JK, en homenaje a Juselino Kubitschek, con una escultura de arquitecto y presidente sentados juntos en uno de los bancos.
Los puntos fuertes de Nikiti
"Este fuerte es para Brasil como las pirámides para Egipto", dice el comandante Diehl sobre la obra faraónica que tiene a cargo: el Fuerte Santa Cruz, que está pasando el barrio de pescadores Jurujuba y es tan grande que se ve desde Río de Janeiro. Es el más grande de los ocho fuertes que hay en la Bahía de Guanabara y es "un conglomerado de sitios arqueológicos, una máquina del tiempo a cielo abierto" sigue el comandante, mientras muestra las mazmorras donde eran encarcelados los prisioneros hasta 1863. Mazmorra: queiro mais é que morra, "lo que más quiero es que se muera" clama el nombre de las celdas. El propio ejército conduce las visitas por el edificio con final poético y todo. Abre de martes a domingo de 10 a 18 y la entrada cuesta R$10.
Cerca de allí, a 270 metros sobre el nivel del mar, está la única vista que supera la del hotel: la del Parque de la Ciudad. Queda atrás del barrio São Francisco y desde la cima se ve toda la bahía, con Río de Janeiro de fondo y, del otro lado, las playas oceánicas de Piratininga e Itaipu. Hay dos rampas de las que saltan parapentes y aladeltas, y un café que vende unos helados de palito deliciosos. La subida a pie demora casi una hora -en auto, cinco minutos- y la entrada es gratuita. El atardecer es la hora pico, cuando toda la geografía parece bañada en oro.
A los pies del parque, varios restaurantes se agrupan en la costa de São Francisco, el de la familia Paludo es un clásico, tiene servicio a kilo con variedad de carnes, pastas, pescado (R$86,90 el kilo) y sushi (R$98,90). También se puede comer a la carta. De noche, el lugar de moda es la rua Nóbrega, en el barrio residencial de Icaraí. En esta calle de casas y edificios bajos se concentra el mundo en la gastronomía: mexicana, peruana, japonesa, brasileña. Confraria, por ejemplo, es un boteco tradicional donde los sábados al mediodía sirven una buena feijoada. El hit nocturno es Deck Jardim, con cervezas varias y una barra de tragos notable.
Hablando de cervezas, Noi es una cervecería artesanal que produce de este lado de la Bahía de Guanabara. La fábrica está en la Estrada Francisco da Cruz Nunes 1964, Itaipu, barrio de playa y pesca. Y es acá donde quería llegar, porque al final uno viaja a Brasil porque quiere playa.
Las playas oceánicas
Las playas céntricas de Niterói son como una postal, se miran pero no se tocan -sonríen socarrones los cariocas. Los carteles avisan que son impropias para el baño. Una pena. Pero están las playas oceánicas a las que se llega desde el centro con el ómnibus 38 o con el 770 desde la Iglesia de la Candelaria, en Río. Hasta que terminen de construir el túnel transoceánico, se demora alrededor de una hora para llegar. Con el túnel pronto, quince minutos.
Itacoatiara es la estrella. Cercada de vegetación y las grandes rocas de la sierra da Tiririca, es escenario de campeonatos mundiales de bodyboard y surf. En el extremo derecho hay un lugar más calmo, sin olas, la Prainha de Itacoa, ideal para los más chicos. Hay algunos hostels para pasar la noche, varios kioscos donde se puede almorzar y a unas cuadras está Puro Suco, famoso por su açaí -un fruto amazónico que se come como un frozen- y su italiano: un enrollado de masa, queso y jamón.
Al lado de Itacoatiara está Itaipu, otra playa salvaje, aún más rústica, más local. En Itacoatiara están los surfistas y en Itaipu los pescadores, que venden el pescado fresco para ser frito na hora y tienen, en la entrada de su playa, un museo arqueológico con piezas que cuentan sobre ocho mil años de historia de la región, algo de lo que ninguna playa carioca puede jactarse.
Niterói en bici
Cruzar desde Río de Janeiro en bicicleta es una excelente idea para recorrer Niterói. Los ferrys que llegan a Arariboia no cobran nada por la bici. Desde allí hay ciclovías que contornean el litoral niteroense –con algunas interrupciones imprevistas, ojo. Para fomentar la movilidad ciclista el MAC Niterói ofrece entrada gratis al que llegue en bicicleta.
Datos útiles
Dónde dormir:
HNiterói. Rua Dr. Paulo Alves, 14. Ingá. T: (55) 21 3174-5055. www.hniteroi.com.br. Son 264 suites modernas, muchas de ellas con una vista deslumbrante. Piscina, gimnasio, sauna y un excelente bar en la terraza. Desde R$377 la habitación doble con desayuno y Wi Fi gratis.
Dónde comer:
Paludo Gourmet. Av. Quintino Bocaiúva 251. São Francisco. T: +55 21 2715-3200. www.grupopaludo.com. Platos a kilo y a la carta.
Confraria. Rua Nóbrega 237. Icaraí. T: (55) 21 2617-8110. Boteco para comer petiscos típicos brasileños.
Mercado de Peixes São Pedro. Av. Visconde do Rio Branco, 55. T: +55 21 2620-3446. Abre de martes a sábado de 6 a 18 y domingos de 6 a 13.
Más información:
CAT Praça Arariboia. Estación de las barcas. Todos los días de 9 a 18 se puede llamar gratis a Disque Turismo: 0800 282 7755.www.niteroiturismo.com.br.
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