Ni la más pálida idea
En muchas de las veces que hablo con otras personas sobre esta sección y confieso no saber sobre qué se va a tratar el próximo post, escucho alguna frase del estilo "uh, sentate que tengo mil temas para que escribas". Y no. Si bien es cierto que cada experiencia cuenta y es válida, pareciera que todos tenemos la posta, una verdad propia que resulta aplicable para el resto de los casos. Y eso me remite a otra frase muy escuchada: "Ya vas a ver cuando seas padre", como si la paternidad lo pusiera a uno en un lugar superior de sabiduría suprema y le llenara las manos de soluciones instantáneas. Mientras tanto, en la práctica, me permito decir "no sé".
Cuando todo se pone un poco más calmo, cuando uno se recupera de las noches sin dormir y cuando uno ve que el hijo que tuvo en brazos a los pocos minutos de nacer no para de crecer y sorprender a cada momento, digo, cuando todo eso pasa, uno tiene tiempo para pensar. Y en lo que más pienso hoy es qué tipo de papá pretendo ser. No es que algo así pueda ser calculado y definido de manera consciente y programada, pero los que somos obsesivos no podemos evitar enroscarnos con ciertas cuestiones. Yo ya lo tengo asumido, pero se los cuento a título informativo, para que entiendan por qué pienso las cosas que pienso.
Equilibrio es la palabra clave, pero ¿dónde se compra? ¿Habrá que ser un "padre amigo" (tan escuchado ya) o ser una figura de autoridad? Si de algo no tengo dudas es de que no quiero ser amigo de mi hijo, porque nunca podremos ser pares. Para eso él se hará de sus propios amigos y compañeros. Por el otro lado, tampoco quiero sostener una distancia como la que nuestros abuelos tenían con sus hijos, que muchas veces debían tratarlos de "usted" para demostrar respeto. Supongo -y hago hincapié en ese supongo- que mi modelo a seguir será el de mi papá, que con sus aciertos y errores fue (y es) un gran papá.
Pero también hay otras influencias. Cuando a veces pienso en mi hijo mientras trabajo, todo se mezcla un poco, y el tema de la paternidad se metió casi de manera inconsciente en buena parte de las entrevistas que tuve que hacer durante 2014. La mayoría de los personajes eran músicos, personas a las que a veces cuesta ver en el rol de padre, pero que lo son. Y así uno se entera que Slash lleva todos los días a sus hijos al colegio, que Richard Coleman imaginaba muchas cosas, pero que nunca pensó que iba a disfrutar tanto de su hija; y de que Ciro Pertusi aprendió que tenía que comprender más, para poder darle mejores explicaciones a su hija. Incluso mi amigo Rana, baterista él, no tuvo miedo en afirmar que lejos de ser una complicación, su hijo es la máxima alegría de su vida, aún cuando en México, donde vive, no tiene tíos ni abuelos que ayuden en la crianza de Max. Ahora entiendo por qué tener un hijo te cambia el tema de conversación, siempre.
Cada charla en la que surgió el tema me resultó enriquecedora. Me di cuenta que podía tomar cosas de lo que vi, escuché y aprendí con mi viejo, pero también con completos extraños con los que, como mucho, tenía una hora para charlar. Y una de las cosas más interesantes fue descubrir que el concepto "vos escuchame a mí, que me las sé todas" va quedando cada vez más en desuso. Cada uno habló desde su lugar, sin poses, sin falsas sabidurías y, lo mejor, sin miedo a mostrarse sensible y con ganas de aprender.
Y así, pensante y con expectativas, me enfrento a la pregunta de qué tipo de papá resultaré ser. Seré un intruso al principio, un héroe más tarde, un molesto después y un gil que no entiende nada en su adolescencia; y de a poco, quizás Ben vaya entendiendo que algo de todo lo que le enseñé le puede servir, que está bueno saber algo de todo eso que aprendió mirando y que siempre -en todo- hubo buena intención. Ahora mismo, mientras escribo esto y dejo mi pensamiento obsesivo de lado para seguir con el próximo trabajo, puedo afirmar que para ser un buen padre tendré que ir improvisando, porque por ahora no tengo ni la más puta idea de nada.
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