Mujeres olvidadas por la historia: cuatro artistas impresionistas que deberías conocer
Aunque en muchos libros de historia no figuran sus nombres, existieron mujeres que dejaron una huella en el arte; aquí te contamos sobre la vida y obra de algunas de ellas
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“No creo que exista un hombre que haya tratado a una mujer como su igual y es todo lo que pedí. Sin embargo, estoy segura que valgo tanto como ellos”, dijo hace tiempo la pintora Berthe Morisot. Si bien esta frase tiene más de un siglo de antigüedad todavía nos interpela. Es que, aún hoy, las mujeres luchamos por tener los mismos derechos y reconocimientos que los hombres.
En el campo del arte las desigualdades también están presentes, artistas talentosas fueron relegadas a segundo plano —o directamente olvidadas— por los historiadores. Un ejemplo de este tipo de memoria selectiva se ve en el Impresionismo. Este movimiento se caracterizó por la pintura al aire libre, no ocultar las pinceladas y los juegos de luz y color. Sus referentes más conocidos son Manet, Degas, Monet y Renoir, sin embargo, esta lista deja de lado a artistas que fueron igual de relevantes.
Dentro del Impresionismo hubo mujeres que practicaron este estilo de pintura, pero que debieron enfrentarse a dificultades que sus compañeros no tenían: les estaba prohibido el ingreso a la Academia de Bellas Artes de París y no podían asistir a clases donde se dibujasen desnudos ni pintar en espacios públicos. Pese a estas restricciones, ellas lograron abrirse camino en un mundo de hombres y transformar la historia del arte.
Marie Bracquemond
Marie Anne Caroline Quivoron, nombre con el que se la conocía antes de casarse, demostró su talento desde muy joven. A los dieciséis años logró que uno de sus cuadros fuese admitido por el afamado Salón de París. Pronto se corrió la voz y la niña prodigio fue contratada por grandes personalidades para pintar obras por encargo.
En 1869 contrajo matrimonio con el pintor y grabador Félix Bracquemond, quien la introdujo al círculo de artistas del cual formaban parte los impresionistas. Influenciada por sus nuevas amistades, el estilo de Marie mutó de a poco: los cuadros eran más grandes, los colores más intensos y abandonó el estudio para pintar al aire libre.
Entre 1879 y 1880 participó de las exposiciones impresionistas y varios de sus trabajos fueron publicados en revistas de arte. Este cambio de rumbo y la creciente fama no fueron bien vistos por su esposo que, ya sea por diferencias estéticas o por envidia, la criticaba duramente. Los maltratos fueron tan intensos que llevaron a Marie a una decisión drástica: salvo esporádicas excepciones no volvió a pintar.
Berthe Morisot
Berthe Morisot fue parte del movimiento desde sus inicios. En 1874 este grupo —que aún no se conocía bajó el nombre de “impresionistas”— organizó una exposición en la cual ella presentó su pintura La cuna. Si bien la crítica fue devastadora con la muestra en general, la obra de Morisot fue elogiada por contener una “gracia femenina”. Con el correr de los años esta descripción se utilizó repetidas veces para analizar sus pinturas, ya que su paleta de colores pasteles y sus pinceladas desenfadadas les daban un aire etéreo y romántico.
Su “arte femenino” recibió halagos por parte de la crítica y llegó a vender más obras que otros impresionistas. Sin embargo, este tipo de pinturas eran consideradas un rubro menor, motivo por el cual durante largo tiempo fue omitida de los manuales de historia del arte.
Mary Cassatt
Nacida en Estados Unidos en el seno de una familia acomodada, Mary Cassatt tuvo que lidiar con los prejuicios de sus padres —y de la época— para convertirse en artista profesional. Su vocación la llevó a París, donde conoció a uno de los máximos referentes del Impresionismo: Edgar Degas. Él se convirtió en su tutor y la invitó a participar de las exposiciones organizadas por ellos. Cassatt, impresionada por este tipo de arte, no tardó en unírseles.
Si bien es fácil encontrar elementos en común entre las obras de Cassatt y las de sus compañeros, también hay diferencias. Mientras que varios de sus colegas optaron por pintar paisajes o grandes eventos sociales, ella centró su atención en el universo femenino. En sus cuadros lo cotidiano y, particularmente lo relacionado con la maternidad, es retratado con solemnidad y ternura. La crítica se escandalizó con estas obras, ya que no era común que se mostrasen a mujeres burguesas haciendo tareas domésticas. Tuvieron que pasar varios años para que Mary Cassatt fuese reconocida como la artista talentosa que fue.
Eva Gonzàles
Hija de artistas de origen español y belga, Gonzàles es tal vez la más polémica de las cuatro mujeres que aquí citamos. Nunca expuso sus cuadros en las muestras impresionistas, pero sí lo hizo frecuentemente en el Salón de París, lugar donde se tenía una visión del arte más conservadora.
Al igual que Berthe Morisot, fue alumna y modelo de Édouard Manet. La influencia de su maestro es notoria en la elección de fondos oscuros en contraste con las figuras claras y el interés por la vida moderna. Conforme pasó el tiempo la forma de pintar de Gonzàles cambió, sus obras se centraron en retratar escenas intimistas generalmente en tonalidades pastel.
La carrera de Eva Gonzàles fue en extremo corta ya que a los 34 años falleció por complicaciones relacionadas al parto de su única hija.
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