Momento cumbre
En la Patagonia chilena, el parque Torres del Paine, con sus célebres picos, glaciares y circuitos de trekking, es una invitación a la aventura
El magma y el paso del tiempo legaron al sur de Chile una colección de postales de otro mundo. La estepa patagónica se transfigura en un sistema montañoso autónomo de los Andes, conformado por roca sedimentaria en la parte más alta y granito en la base. Una silueta esculpida por el ronroneo de los glaciares hace más de doce millones de años. Sus picos gobiernan un paisaje entretejido de senderos de bosque nativo que ofician de guía para todo tipo de excursiones e inducen la visita de turistas, científicos, investigadores.
Las horas acumuladas por el vuelo Buenos Aires-Santiago-Punta Arenas y el ascenso por la ruta hasta el destino se asumen como el forzoso anticlímax que toda trama pide a cambio de un desenlace a tambor batiente. El trance es apenas una apostilla de pasada cuando el viajero incursiona en los márgenes que convergen frente a este grupo de montañas. Las Torres del Paine redimen a sus visitantes de todo sacrificio.
La antesala al parque nacional es la ciudad de Puerto Natales, capital de la provincia de Última Esperanza, la que perdió el navegante español Juan Ladrillero cuando le encomendaron a su flota reconocer una de las bocas del estrecho de Magallanes. El pobre hombre, ya veterano, no sólo volvió a puerto sin lograr el cometido sino que pasó las de Caín en un viaje tapizado de infortunios. La historia le reservó un sitial en sordina: sus bitácoras reportaron detalles fundamentales sobre la geografía de la zona.
Los lugares idílicos suelen vaporizar los sufrimientos ajenos. A Puerto Natales lo bañan las aguas del canal Señoret y desde el fiordo que la cerca se contemplan los Andes patagónicos y una ribera atestada de cormoranes imperiales. La postal aplica para retrato de sala de espera de consultorio si no fuera porque, fuera de cuadro, reverbera una historia de lucha obrera, impregnada de tragedia y valor.
En enero de 1919 estalló la rebelión de los tirapiedras, una protesta que se convirtió en ícono del movimiento obrero chileno. Los trabajadores de los frigoríficos, hartos de las duras condiciones de trabajo, declararon una huelga cuya represalia por parte de la patronal y los carabineros provocó un tendal de muertos y la ciudad, punto de embarque de la producción de lanas y cueros de la región, quedó en manos provisionalmente de la Federación Obrera. Una traducción abreviada de la Comuna de París.
Un siglo después, la clase obrera perdura en el recuerdo como referente sentimental y los pobladores de Puerto Natales se dedican, aparte del turismo, a la pesca de centollas por cuenta propia. Muchos de ellos vienen de otros parajes, cada uno llegado al fin del mundo con su historia en la mochila .
En Puerto Natales
Las casas bajas de madera, embebidas en colores pasteles, remiten a la arquitectura inglesa proletaria, más funcional que estética. Muchas están enfundadas en chapas metálicas para amortiguar la carga del invierno, frío y seco. En cuanto a servicios, Puerto Natales ofrece hoteles, tiendas de artesanía, restaurantes y locales para el clásico chocolate con pasteles del centro de la ciudad que hacen más llevadero el día a día.
El clima es una variable a considerar según la percepción del que lo enfrenta. Quien llega rostizado por la ola de calor vivirá las ráfagas de 160 kilómetros por hora como un aire acondicionado en modo full. Si el viajero viene de fumarse los vórtices polares, lo vivirá como una brisa de otoño. El termómetro, en verano, nunca humilla y flirtea entre los 18 y los 20 grados.
Como base de operaciones, Puerto Natales es la primera posta de una parrilla de excursiones vasta, adaptable al bolsillo y la capacidad aeróbica de los viajeros (ver recuadro). El grupo de periodistas altera el orden del día y desde los aposentos del Hotel Remota se dirige en minibús rumbo al parque nacional, a 110 kilómetros al norte de la ciudad. El camino, sin embargo, reserva todo tipo de distracciones. Como The Singular, el hotel cinco estrellas heredero del frigorífico Puerto Bories, cerrado en 1980 o la posada Tres Pasos, donde la premio Nobel Gabriela Mistral encontró la inspiración para componer su poema Desolación. Al inicio de un itinerario de diez horas por ruta asfaltada y de ripio, el paisaje se viste de viejas estancias y campos de pastoreo.
Ya en el interior del parque nacional, a orillas de la laguna Amarga, cada parada trama un repertorio propio. En una de ellas, la panorámica desde la playa nos ofrece las torres por primera vez. La ribera está llena de tierra blanca, y el guía nos explica que se trata de una formación de estromatolitos, láminas ancestrales formadas por bacterias que liberaron oxígeno para que haya vida en el planeta, allá lejos y hace tiempo.
Bichos sueltos
No pasa mucho hasta que las manadas de guanacos cortan el camino. Acostumbrados a la presencia de rodados, escudriñan a los curiosos con desdén. Los chulengos se aferran a sus madres y aprenden a sortear los cercos a los ponchazos. En menor número se divisan ñandúes, renuentes a la cámara, medrosos como espías de la Guerra Fría.
Los suspiros de la delegación femenina advierten la presencia de una familia de zorros colorados merendándose una liebre a pie de madriguera. Son dos cachorros y una madre que retoza a lo lejos, sobre el cerro, despreocupada. Nos sacó la foto: para ella somos inofensivos. Arriba nuestro, planea una pareja perteneciente a la flota de cóndores locales. Apenas un vermut de la fauna que atesoran las 230.000 hectáreas protegidas.
Un picnic abastecido de carne, sopa y vino tinto nos prepara para la caminata por el bosque patagónico hasta la playa del lago Grey. El viento nos embiste aunque el imán de sus témpanos de hielo ejerce de contrapeso. Al fondo, se perfila la pared del glaciar. Una fábrica de rolitos ancestrales dispuestos a pie de playa que degustamos en un cóctel de pisco sour, como pide la tradición.
Otra parada nos sirve para insertarnos por un sendero de trekking hasta unas pasarelas que nos reservan una cascada y un valle que impone respeto desde lejos. El paisaje cambia de formato y suma prestaciones. Las lagunas son un festín para pescadores y los circuitos proveen de imágenes del macizo y los glaciares desde múltiples perspectivas. Hay refugios para la hora del crepúsculo y se puede hacer noche en campamentos, hoteles y hosterías dentro de los mismos márgenes del parque.
Los cronistas volvemos a la civilización con los hitos de la travesía en la cabeza. Al fin de cuentas, las Torres del Paine, como el Rosebud de Orson Welles, operan como contraseña. La cita empieza traspasada la puerta.
El hotel que cruje
El Hotel Remota se edificó con la Patagonia como fuente de inspiración. El diseño del arquitecto chileno Germán del Sol remite a los galpones de esquila de la zona. Inaugurado en 2006, el edificio se estructura en tres pabellones formando una U abierta hacia el fiordo de Última Esperanza. El viento es parte del convite diario de Puerto Natales y el establecimiento no lo niega. El huésped sólo lo percibe por el efecto sonoro de los paneles térmicos de madera, que dialogan con los vidrios, los pisos de piedra lisa, el hormigón armado y los techos de ciprés recubiertos de tierra y coirón.
Grandes ventanales permiten atisbar los picos nevados de fondo. Las habitaciones son silenciosas, sin TV ni Wi-Fi (sólo hay Internet en los espacios comunes) como para que la inmersión en la experiencia patagónica sea total. El edificio recibió el Premio Nacional de Arquitectura el mismo año de su bautismo.
Elija su propia aventura
Hay para todos los gustos, en función de la disponibilidad de tiempo y el tipo de aventura que se procure. Entre una veintena de opciones, se pueden avistar montañas surcadas por glaciares que semejan a tortas leicaj, ríos y lagos cuya paleta de azules muta por los sedimentos minerales. Fiordos importados de Noruega, cascos de estancia de la vieja guardia. Una fauna única proveniente de 17 ecosistemas. En el camino, por haber, hay hasta gauchos, que toman mate y hablan de vos, que jalonan el paisaje como huellas dactilares de la historia, acompañados en su suerte por kelpies y border collies que saben todo lo que hay que saber sobre la gestión del ganado ovino.
- Puerto Natales: se pueden visitar los muelles de pescadores, el Museo Municipal y los rastros que dejaron las tribus Aonikenk y Kawéskar, los pioneros y el posterior desarrollo de la ganadería local.
- Sierra Dorotea: resume las cuatro geografías fundamentales de la Patagonia: pampa, montañas, fiordos y hielos. Permeable al trekking y el ascenso a las cumbres, de 600 metros de altura y cabalgatas por bosques de lenga.
- Fiordos australes: tan despoblados como en toda su historia, invitan a la aventura y a emular a los antiguos navegantes, viejos lobos de mar que buscaban en sus aguas una salida al océano Pacífico más serena que el estrecho de Magallanes. Navegación en catamarán o kayak, caminatas y paseos en bici.
- Lago Sofía: morada de los primeros habitantes de la Patagonia, estas tierras se prestan para la caminata y para entender la geografía y la flora de Magallanes. El cerro Benítez contiene cuevas y aleros rocosos y vestigios de arte rupestre. Otro de sus atractivos es La Cueva del Milodón, un perezoso gigante que habitó estos parajes. Se trata, en rigor, de tres cuevas convertidas en objeto de estudio paleontológico por custodiar la historia de la Patagonia de los últimos 20.000 años.
- Torres del Paine : parque nacional declarado en 1959, reserva de la Biosfera desde 1978, es la vedette de la región. Los Cuernos son la estampa de una oferta poliédrica. Hay excursiones en camionetas con paradas en los miradores, cascadas, caminatas por la playa y navegación por el lago Grey, donde se divisan témpanos varados en la orilla. También se organizan safaris fotográficos hasta laguna Azul, la zona cero para ver las Torres. El Mirador del Toro despliega una generosa vista de la cordillera de los Andes, Monte Almirante Nieto, los Cuernos del Paine, Cerro Paine Grande –con 3050 metros, uno de los desafíos peliagudos de los escaladores- y el glaciar Grey.
- Baguales: inusuales formaciones geológicas bautizadas como "Las tetas de las chinas", que la leyenda atribuye a muros extraterrestres. La fauna está a la vuelta de la esquina, con caballos salvajes, guanacos, ñandúes y algún puma que prefiere huir de los focos.
- Monte Rotundo: bosques densos de lenga, coihues y ñirres, panorámicas de picos nevados de la cordillera Pinto, al lago Balmaceda y el monte homónimo.
- Tres pasos y Laguna Figueroa: el valle es propicio para el avistaje de aves, como águilas, patos, gansos salvajes y cóndores. Con bosques de lenga y ñirre y miradores para otear el macizo Paine.
- Sierra del Cazador: rodeada de montañas que parecen de cotillón, la estepa magallánica se ofrece en todo su esplendor. También proclive al avistaje de zorros, ñandúes, armadillos, chingues, entre otros ejemplares de la fauna local. Se organizan bicicleteadas por sus inquietantes llanuras de matorral.
Datos útiles
Cómo llegar
LAN ofrece tres vuelos diarios desde Buenos Aires a Punta Arenas, con escala en Santiago, Chile (tarifa, desde USD490).Desde Punta Arenas hay buses regulares a Puerto Natales: US$ 20 ida y vuelta. El pasaje en ómnibus desde Puerto Natales hasta Torres del Paine cuesta US$ 28 ida y vuelta. 0-810-9999-LAN (526); www.lan.com.
Dónde dormir
El Hotel Remota, ruta 9 Norte, km 1.5, Puerto Natales; habitaciones confortables, de impronta patagónica, piscina, sauna y masajes. Tarifas desde US$ 500 en base doble la noche, con pensión completa. Programas de tres noches desde US$ 1950 por persona en base doble, con traslados, alojamiento, desayuno, almuerzo, cena, bebidas no alcohólicas, licores, vinos de la casa, excursiones diarias lideradas por un guía bilingüe (inglés-español), uso de spa, piscina e hidromasajes. Informes: (0056-2) 387-1500; reservas@remota.net www.remota.net
Torres del Paine
Entrada al parque: para extranjeros (válida por 3 días), 18.000 pesos chilenos (US$ 33)
Más información:
www.sernatur.cl
www.muninatales.cl
www.torresdelpaine.com
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