Mis vacaciones “multitasking” (que mi marido odia)

Admito que en vacaciones pretendo hacer todas las actividades que sean posibles (¡y encima relajarme!).

Quiero aprovechar el hotel a full: pileta, sauna, jacuzzi, ping pong, bricolage... Y aunque odie el gym con toda mi alma, en el lugar de veraneo quiero hacer todas las clases: pilates, aquagym, aerobic, salsa (¡detesto la salsa, pero el profe suele tener una onda irresistiblemente copada!). Y hasta me animo a los deportes extremos; me podrían ver tirándome en tirolesa, escalando montañas o volando en paracaídas. Mi marido no me alienta en la osadía: "¿Te podés bajar de ahí y dejar de hacerte la loca?".

Además, me encantan las excursiones; quiero conocer la historia del lugar, sus mejores paisajes, sus secretos... Esto mi marido no lo soporta, y me lanza un "¿Podemos volver a la pileta del hotel, por favor?".

Es que en vacaciones me pongo proactiva. Y aunque durante el año me dé fiaca hasta hervir un huevo, al lugar de veraneo me llevo ese librito de cocina que me compré y del cual nunca logré hacer ni una sola receta. Me compenetro. Quiero que me salga riquísimo. ¡Y hasta pretendo convertirme en una semana en la nueva Juliana López May!

También me pongo hipersociable y quiero conocer a la gente que eligió el mismo lugar de veraneo que yo. ¿Qué recuerdo más lindo te podés llevar de unas vacaciones que hacerte amigos nuevos? Y poder despedirte de todos diciendo: "¡Que no se corte en Buenos Aires!".

Para mi marido, todo esto es "too much". Si fuese por él, se quedaría toda la estadía en la habitación del hotel aclimatado con el aire acondicionado como si estuviera en Siberia, mirando resúmenes de los mejores partidos de fútbol del año. Esto para él es la gloria. Yo, en cambio, para pasar unas buenas vacaciones, estaría necesitando hacer un par de cositas más.

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