Mi lugar en el mundo
Hola Sofi,
¡Bienvenida a Sudáfrica!
Mientras te escribo, acá en Buenos Aires llueve. Amo la lluvia. Lástima los paraguas, siento que me atacan jaja.
Para el post de hoy me gustaría que te acompañe esta canción:
Hermanita, me sentí muy identificada con varias de las sensaciones que contás que experimentaste desde el avión: las relacionadas a la despedida, todas las corridas para llegar con los preparativos, esos sentimientos encontrados que nos invaden cuando nos alejamos de nuestra familia y amigos para embarcarnos en un viaje que nos abre puertas a nuevas experiencias desconocidas. ¡Los miedos lindos! Pura adrenalina.
Y ahí te imaginé, arriba del avión, asimilando tu nueva realidad mientras el cielo se volvía fuego desde tu ventana, para regalarte ese amanecer sudafricano bello que describiste. ¡Y escuchando Metallica! ¡Genial!
Sofi, lamento mucho que no nos abrazáramos como corresponde cuando nos despedimos. Imaginemos que sí lo hicimos, ¿dale?
Sabés que en estos días, con todo esto de que te fuiste a tu lugar en el mundo, no puedo dejar de pensar en el mío.Creí que lo iba a encontrar en el sur y no fue así. Aunque no lo creas, hace un año exactamente me estaba mudando a Tierra del Fuego (¡quizás me zarpé con eso de irme taaan al sur!); hoy, un año después, estoy en Buenos Aires una vez más. Buenos Aires no es mi lugar en el mundo, no, pero es donde tengo que estar hoy. Y está bien que sea así.
En su momento, cuando tomé la decisión de irme, lo hice por muchos motivos: ante todo mi pareja y el nuevo formato laboral que podía encarar desde ahí.
Pero la realidad es que, desde que tengo memoria, siento que quiero escaparme de lo establecido. En este universo no elegís nacer, no elegís tu nombre, tu educación, religión o lugar en el mundo. Pero creo que algunas cosas sí las podemos cambiar; no hay razón para vivir resignados a lo que nos tocó. No si en el fondo sentimos un vacío.
Por eso, cuando surgió lo del sur, lo viví como una posibilidad de romper los esquemas: me animé a pedir hacer mi trabajo desde la distancia y me entusiasmé con la idea de dejar atrás las rutinas de oficina, de transporte y, por sobre todo, las estructuras clásicas del ocio y el trabajo. Si a todo eso le sumamos que me gusta el frío y la soledad, ¿qué podía salir mal?
Un buen día, estando ahí, conocí a mi amigo Juan. Fue en ese momento que me di cuenta claramente lo que estaba mal. Con él compartimos largar charlas de la vida. Juan sólo se quedó en Tierra del Fuego un par de semanas, pero fue un tiempo suficiente para darme cuenta de que me sentía sola. Y que puedo disfrutar muchísimo de largas horas con mis libros y mi música, pero que la felicidad es sólo completa cuando se comparte con personas a quienes les importa cómo estás y que a su vez querés hacer feliz.
El otro día una forista leyó tu primer post y comentó que iba a ponerse a escuchar el soundtrack de la peli "Into the wild". También recordó la frase: "La felicidad sólo es real si es compartida."
Ya no lo dudo.
¡Hasta prontito!
Beso enorme,
Cari
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