Marcelo Savignone: "El error es lo que hace a la verdadera belleza"
"Improvisar es jugar, jugar en serio para divertirnos profundamente". Así piensa Marcelo Savignone, actor, director, dramaturgo, docente y todo un referente en el arte de la improvisación teatral.
¿Pero a qué llamamos improvisación? ¿Para qué sirve? ¿Se puede aprender? ¿De qué se trata ese estado que él identifica con el de un conciencia despierta, no adormecida?
-Para mucha gente “improvisar es sinónimo de hacer cualquier cosa”. ¿Qué es improvisar? ¿Vos cómo lo definirías?
-Es totalmente lo contrario. Hacer cualquier cosa podría ser tapar el vacío, algo en lo que nos vienen entrenando duro y parejo, pero improvisar es crear en el momento, construir imaginario en el momento, en el instante, en el impulso, en lo más cercano a la niñez. Es el reencuentro de la capacidad de reconocernos como seres creadores. Improvisar tiene que ver con eso: con reconocer nuestra gran facultad de creación y de esperanza en algún lugar.
-No habría creación sin improvisación...
-La improvisación es la gran herramienta de la creación.
-¿Qué es importante para poder improvisar? ¿Cómo te preparás?
-Yo creo en principio que volver a jugar es fundamental, a jugar en serio, que era lo más lindo. Cuando eras niño si decían tu nombre no te gustaba porque querías ser ese que estabas creando. Improvisar no es entretener, sino jugar. Y el juego en algún lugar es sanador, es catárquico. Cuando nosotros jugamos nos reencontramos con esas zonas que tienen que ver con la imaginación y la imaginación nos hace libres. Nos reencontramos con eso que refiere a algo genuino y auténtico, que con el tiempo se va perdiendo.
-¿Tenés algún consejo técnico que dar? ¿Cuán necesario es silenciar el barullo mental para improvisar?
-En principio hay un concepto técnico que es la base, que es la aceptación. La aceptación es la que nos permite transformar. La aceptación no es solamente decir que sí, se trata de aceptar la problemática. Aceptar la problemática y trabajarla. Cuando aceptamos recién ahí podemos empezar a transformar, a transformarse uno y a transformar al otro. Al ruido del pensamiento hay que debilitarlo, ese pensamiento que juzga, que refiere a los mandatos, el deber ser, lo bueno, lo malo. Y se lo debilita cuando uno juega en serio. Cuando uno se mete a jugar en serio recupera lo inmoral y es en lo inmoral donde uno recupera a su vez los verdaderos valores.
-¿Se puede enseñar la improvisación? ¿Se puede aprender?
-Sí. Se entrena. Como cualquier oficio. La improvisación es una rama del teatro, pero está presente en todas las otras artes. Y como es un oficio, se puede aprender, se puede trabajar diariamente. Yo no creo en el talento, creo en el trabajo y la dedicación. Después hay una cosa que se llama suerte, que a veces nos toca en este mundo y a veces no, pero creo profundamente en la idea de poder aprender cada día. Creo que aprendemos hasta el último día de nuestra existencia.
-¿Te gustaría que se enseñe improvisación en la escuela primaria?
-Sí, creo que hay que repensar la educación en general. Me parece que sería extraordinario que se enseñe improvisación. Se da en algunos lugares. En algunos lugares el taller de improvisación se acercó a la escuela. Creo que todo el mundo debería poder acceder a la improvisación. Yo en España una vez le di taller a empleados de tren.
-¿En qué sentido serviría, por ejemplo, para un hombre que hace negocios? ¿O para un médico?
-Para entrenar la capacidad de adaptación. El accidente, el acontecimiento extraordinario, la adaptación, el tratar de encontrar lo mejor en eso y salir adelante, esa posibilidad de surgir, de resurgir, de reinventarse, la improvisación tiene que ver con todo esto. A cualquier individuo de este mundo le viene bien la sensación de que puede reinventarse, de que mañana puede empezar un día nuevo. Esa idea de encontrar la novedad en lo que ya conocemos es muy importante. Uno puede decir que la novedad esté dada por que todos los días pasen cosas nuevas o empezar a entender que en lo viejo hay muchas cosas nuevas cada día.
-En general, cuando alguien hace algo sin preparación se dice de él que es un improvisado...
-Como se dice de alguien que llora sin mucho motivo que está actuando.
-Claro. ¿Es posible improvisar en determinado arte sin haber un dominio de ese lenguaje, sin haber aprendido y ejercitado cierta técnica?
-Hay una zona de la improvisación que refiere a la intuición, que es algo que uno tiene que ir a buscar todo el tiempo. Y hay otra zona que refiere al aprendizaje y a la práctica que hace que uno pueda mejorar el uso de la intuición. Las musas vienen trabajando.
-¿Cómo describirías el estado en el que entrás cuando estás en plena improvisación? ¿Sos vos el que está ahí o es otro?
-Cuando uno juega, juega a ser otro para ser uno mismo más profundamente. Juega a ser otro para derribar las apariencias sociales que nos condicionan tanto. ¿Cómo es ese estado? Uno podría asociarlo con cierto espacio de borrachera pero en definitiva se trata de una conciencia absolutamente despierta. No es un hecho inconsciente porque cada uno es responsable de lo que hace, sino que es un lugar donde la conciencia se amplifica. Uno puede ver otras cosas. Para eso hay que salir de lo cotidiano, del adormecimiento. La rutina y todo lo que nos adormece tiende a debilitar la improvisación (...) La improvisación busca despertar la consciencia de lo efímero que somos, busca habitar el presente, salir de la ansiedad y la culpa, del futuro y del pasado.
-¿Qué sería un error en la improvisación? ¿O qué funcionaría como alarma de que la cosa no va por ahí?
-Hay una sensación muy concreta física... como en cualquier relación cuando decís “está todo bien, nos queremos pero ya no nos amamos”. Eso mismo pasa en escena. La comodidad, lo cómodo no le sirve al arte. Es claro que el arte reacciona en los momentos donde hay incomodidad. Hay infinidad de artistas que se aburguesan y pierden su arte, tampoco se trata de pasarla mal, pero hay algo de la incomodidad, de la necesidad que es funcional al arte. Si hay comodidad hay algo que no está fluyendo, hay algo que no está siendo creíble, natural. Y el error es inevitable, lo importante es qué hacemos con él. El error es el elemento de humanidad, de imperfección y es lo que hace a la verdadera belleza. Lo que nos gusta de un niño es que sea imperfecto. Lloran por una cosa, ríen por otra, y uno se apasiona de ver a alguien que puede ser tan genuino y auténtico, tan sincero. Querer ser perfectos nos ha hecho demasiado daño y uno termina viviendo una vida que no le pertenece. El error es un elemento fundamental para decirnos “mirá que sos humano”, “mirá que esto se termina”, “a ver qué hacemos con esto”.
-¿Es importante para vos divertirte con lo que estás haciendo?
-Profundamente. Nos han confundido. De chicos ya nos empiezan a poner un animador en las fiestas, la televisión que nos vende esa alegría eufórica, que hace que digamos: “yo prefiero no estar divertido si voy a estar saltando como ese tipo, prefiero ser un pesimista”. Divertirnos es todo un tema porque nos ponían programas en los que nos decían dónde reírnos. Es todo un tema encontrar qué nos divierte. Lo sabemos, lo sabemos profundamente, pero a veces tiene que ver con ser singulares... Con no ser iguales. Para hablar de igualdad hay que hablar de las desigualdades y aceptarlas.
-Se habla mucho de la importancia de confianza. Si en la improvisación, por ejemplo, un actor no confía en lo que propone, difícilmente esa propuesta funcione. ¿Qué aconsejás vos para entrenar esa confianza, para ganarla?
-Yo creo que es la prueba la que arma la confianza.
-¿El error?
-Sí, la prueba, intentar, probar.
-El tiempo.
-El tiempo, la paciencia. No todos caminamos al año. Algunos más tarde, otros antes. La prueba me parece fundamental. Y también el hecho de saber que lo más importante será la experiencia más que el resultado.
-¿Creés, por último, que una vida creativa hace a la felicidad?
-Creo que el arte es sanador, en el buen sentido. Creo que el arte tiene la posibilidad de trascender el dolor, la improvisación es una herramienta para trascender el dolor. Creo en que uno a través de la posibilidad de ejercitar el interior, realmente empieza a comprender algunas cosas que tienen que ver con el porqué de esta existencia, el porqué de este momento en mi historia. Porque, en definitiva, de la historia de este mundo... hoy es nuestra historia. Y vale la pena ser contada.
-Muchas gracias, Marcelo.
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