Mantener la calma y continuar
Hola Cari!!
¡Qué fuerte lo que posteaste el Lunes! Supe de gente, como mi amiga Naby, que sintió que estabas relatando lo que le pasaba a ella y no lo que te pasaba a vos. Fue muy fuerte la verdad y te agradezco que lo hayas compartido. Mil soles es lo único que te deseo, hoy y siempre.
Yo me encuentro acá escribiéndote y sorprendido de la casualidad de las cosas. No sé si existe la casualidad, pero tenía que poner algo la verdad. Hoy quiero contar algo. Algo mío. Asi como empecé también a compartir cosas mías en un post de cuando le escribías a Sofi, siento que hoy es otra de esas cosas para compartir con vos por este medio.
Quiero compartir esta canción para que suene mientras lees esto:
Hablaba de casualidades porque así como pudiste dar cierre a una etapa de tu vida, yo también he dado un cierre a una de la mía. He terminado mi última relación. No quiero ponerme a escribir sobre los pormenores que hay en una relación, ni quien tuvo la culpa (si es que alguien tiene la culpa), sino más bien quiero escribir sobre las sensaciones. Esas que nos recorren desde el mismo instante en que tomamos la decisión hasta quien sabe cuándo. Las sensaciones que no se quieren ir, que uno lucha para que abandonen el cuerpo y la mente de uno pero que para bien o para mal, se quedan. Sensaciones que permanecen por un tiempo que no podemos determinar y controlar, pero un tiempo en el que efectivamente nos sentimos vulnerables, como asi también híper sensitivos y creo que por sobre todo, vivos.
Si, ya sé. Terminás una relación y lejos estas de querer sentirte vivo. Pero es el mismo sentir el que nos recuerda que estamos vivos. Son las risas, la emoción, la tristeza, el dolor, la felicidad y el odio los que nos recuerdan que ese músculo que tenemos en el pecho sigue latiendo. Y la cabeza. La bendita cabeza que, a veces, no quiere parar, otras en que no quiere arrancar, y que se debate a duelo constantemente con el corazón. En algunas personas gana el primero. En otras el segundo. Pero no creo que eso nos haga mejores, o peores. "Que tipo frío!", o "parece una loca", son frases muy comunes que podemos escuchar de boca de nosotros mismos y de muchas personas a la hora de referirse a una actitud o postura que asume alguien ante una situación de sentimientos fuertes, que en este caso, pueden estar más cerca de la tristeza y el dolor. A cada uno le pega como le pega y más aún, cada uno lidia con lo que le pasa de la manera que mejor cree poder sobrellevar ese momento.
Tal vez nos detenemos mucho a juzgar la posición que toma alguien. ¿Será porque dentro nuestro quisiéramos que esa persona reaccione más como nosotros? Creo que sí. Puede ser eso, o que tal vez pensábamos que el otro podía actuar de otra manera. Y estamos inmersos tanto en nuestras emociones y sensaciones (¡y como para no estarlo ante tamaña situación!) que nos resulta un ejercicio casi imposible poder ver lo que en una de esas es lo que sucede: el otro se está protegiendo.
Creo en el amor y la paz. Creo también en que podemos estar de acuerdo en estar en desacuerdo. Y creo también en la preservación de uno mismo. En esa protección que cada uno de nosotros asume ante algo que pasa de esta índole. No estamos siendo individualistas. No es soberbia, es amor. Y el amarnos a nosotros mismos lejos está de ser algo pedante, sino más cerca (creo yo) del auto conocimiento y la aceptación de uno mismo. Solo nosotros nos conocemos. Sabemos qué estamos dispuestos a dar y que no. Conocemos nuestros límites a medida que pasa el tiempo y las experiencias.
Nadie dijo que era fácil. Ni nadie nos dijo que sería así de difícil. Gateamos, nos ponemos de pie, pisamos con cautela y luego fuerte. Corremos ¡oh!, corremos. Que bien se siente correr. ¡Qué libertad, oh si es casi como volar con los pies en la tierra! Tropezamos. A veces caemos, a veces seguimos corriendo. Otras nos detenemos para contemplar nuestras heridas y esperar que sanen. Si caemos, nos levantamos, tomamos aire fuerte, y miramos hacia el cielo. Y miramos al frente y seguimos con nuestra marcha. Mantener la calma y continuar. Porque eso, eso sí que es amor.
Un beso enorme, esta vez no del tamaño de Moscú o de nuestro planeta, sino del tamaño del amor. A ver quién supera eso, ja!
Muaaack.
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