Malasia, el país de las maravillas... submarinas
Kapalai, un sorprendente resort sin playa, pero con idílicas posibilidades para el snorkel, y Sipadan, paraíso de buceadores, en un dos por uno para los aficionados a sumergirse en aguas exóticas
KUALA LUMPUR (The New York Times).- Con patas de rana y máscaras de snorkel nadábamos entre la maraña de pilotes de madera sobre los que se levanta el complejo Sipadan-Kapalai Dive Resort, en las aguas cristalinas del mar de Sulu, frente a las costas de Sabah, Malasia. Nos rodeaba una gran variedad de cardúmenes tropicales: una veintena de peces tigre con rayas negras y amarillas se mantenía inmóvil debajo de las escaleras; un mero enorme presidía un arrecife artificial; bancos de peces mariposa, estrellas de mar, peces loro y espada paseaban entre los corales y se escabullían entre las rocas.
De repente se oyó un grito en el agua, lo suficientemente fuerte como para hacer olas. Era Jack, de 16 años. "¡Algo me mordió!", dijo al subir a la superficie, señalando una roncha que tenía en la pierna, de casi tres centímetros, en forma de boca.
Y sí, algo lo había mordido: un pez ballesta marrón, de casi medio metro, que aparentemente lo confundió con la vanguardia de una invasión a su hogar. "Pueden ponerse agresivos en la época del apareamiento", nos explicó después el instructor de buceo.
Imagínese esto: un balneario tropical donde molestan los peces, pero no los mosquitos.
En realidad no hay mosquitos en Kapalai, tampoco palmeras, salvo en maceteros; ni playas, salvo si se toma en cuenta un delgado banco de arena que se asoma entre las olas cuando baja la marea. Tampoco se alquilan autos, no hay calles comerciales ni bares. Hay sólo una red de bungalows espaciosos unidos por pasarelas de madera y un océano que se extiende hasta el horizonte y más allá.
Una isla artificial
Kapalai es una isla artificial, un paraíso para buceadores que se eleva sobre pilotes de madera hundidos en un arrecife poco profundo, a 40 minutos en lancha de la costa más oriental de Malasia. El agua no es la principal atracción del lugar, sino la única. Si le gusta (y le gustará), el snorkeling de categoría es tan fácil como salir caminando como pato en pantuflas del bungalow, bajar las escaleras e ir directo al agua.
Pero esto es sólo el aperitivo de un gran banquete subacuático. Kapalai es también el lugar habitable más cercano de la isla Sipadan, uno de los destinos de buceo más exclusivos del planeta. Veinte minutos más en lancha lo transportan a usted a un país de maravillas lleno de barracudas, tortugas de mar, tiburones, almejas del tamaño de un zapallo y abundantes peces lo suficientemente psicodélicos -son 3000 especies según los expertos- como para asombrar hasta al ictiólogo más avezado.
La Federación Vida Silvestre lo denominó uno de los lugares de mayor diversidad del mundo. En 1989, Jacques Cousteau la tildó de obra de arte intacta.
En mi familia -mi mujer y nuestros hijos, los mellizos Jack y Nikki, y Brett, de 23 años- todos somos obsesivos con la planificación de nuestros viajes, estudiamos minuciosamente durante semanas los sitios Web y guías ajadas de Lonely Planet en busca de lugares con suficientes distracciones como para satisfacer cinco gustos, y con la soledad necesaria que nos garantice un buen descanso. Habíamos hecho la reserva en un balneario de una pequeña isla con una playa fabulosa y kayaks.
Entonces se interpuso el destino. Un monzón malasio nos voló del lugar hasta su resort hermano, Kapalai, 265 kilómetros al sur. Maldijimos nuestra suerte de quedar atrapados literalmente en medio de la nada. Nos preocupaba estar rodeados de estacas en un agujero cuadrado lleno de buzos veteranos. Y estábamos seguros de que una dieta para buzos nos volvería locos en un par de días. ¿Sin playa? ¿Están bromeando?
Austeridad premium
Kapalai, como nos enteramos luego, está vacía, pero no es austera. Sus 59 bungalows son espaciosas catedrales con vistas infinitas del océano desde los decks, un viento fresco y el arrullo del sonido del chapaleo del mar y el vaivén de maderas crujientes. No se ven restaurantes: la comida, una combinación a base de pescado de la cocina malasia con los platos favoritos de la cocina occidental como spaghetti, para los más jóvenes, se prepara en el lugar y se sirve en un extenso buffet. Tampoco hay televisión, teléfonos en las habitaciones ni servicio, aunque sí se puede obtener conexión Wi-Fi en la sala que hace las veces de comedor y vestíbulo.
Las distracciones se limitan a una diminuta tienda de regalos, un bar rudimentario, una mesa de ping-pong y un montón de libros sobre la vida marina local. Más allá de las lanchas diarias que traen nuevos huéspedes y retiran los viejos, entre los únicos visitantes están las fuerzas armadas malasias que patrullan la zona.
Nos sorprendió ver que Kapalai no era un lugar para buzos expertos. Había familias chinas con niños, parejas australianas en busca de un interludio romántico y principiantes como nosotros. Y luego de varios días de tomar clases, fue evidente que el buceo impone su propio ritmo balsámico hasta al veraneante más trastornado.
Y así fue que caímos en lo que se convirtió en un régimen encantador: buceo, almuerzo; buceo, descanso; snorkel, cena. Después, el encuentro enérgico en el tablero de los Colonos de Catán en el porche, seguido de un paseo hasta el deck de los bañistas para observar los venenosos peces leones y las curiosas tortugas de mar que se reunían abajo, atraídos por las luces. Y finalmente, nos íbamos a dormir.
El aburrimiento adolescente pasó como un rayo; el buceo demostró ser una combinación ideal de ejercicio físico, aventura y variedad. Dejamos Sipadan -el santo grial del buceo- para el final, por una buena razón: si bien la isla tiene sitios para practicar buceo adecuados para novatos, las corrientes impredecibles pueden arrasar con otros. Los principiantes pueden ser arrancados de sus guías o tironeados hacia abajo, a niveles potencialmente peligrosos, por ríos que se sienten, pero no se ven.
Kapalai exige que los principiantes obtengan un certificado de la Asociación Profesional de Instructores de Buceo (PADI) para aguas abiertas (los buzos deben tener 15 años como mínimo), y como es norma en la zona de Sipadan, todo el mundo debe contar con una serie de inmersiones satisfactorias antes de hacer una visita al lugar. Aunque nosotros aprendimos a bucear durante el viaje, es mejor llegar con el certificado.
Al cuarto día estábamos navegando por los mejores centros de buceo de la isla Mabul, un lugar lleno de palmeras que puede verse desde Kapalai. Frente a las costas de esta isla se encuentra uno de los lugares más apropiados para principiantes, que se centra en criaturas más pequeñas que habitan en el fondo del mar. Pero dimos con una variedad impresionante de peces y tortugas.
En la punta del volcán
Finalmente, un amanecer nos encontró yendo en lancha hacia Sipadan. La geografía y geología convierten esta diminuta isla en forma de huevo, de apenas 200 metros por 500, en un paraíso para los amantes del buceo. Sipadan es la única isla oceánica de Malasia, la punta de un volcán submarino, extinguido, justo frente a la plataforma continental que se eleva desde el fondo del océano a 600 metros de profundidad; un arrecife traza un anillo a su alrededor. Cerca de allí, una zanja ofrece refugio a los peces de aguas profundas que siguen las corrientes frías en busca de alimento. Todo confluye en una experiencia incomparable: de un lado, una pared casi vertical llena de morenas, almejas, tortugas y una variedad infinita de peces; del otro, tiburones de arrecife, águilas marinas, manta rayas e incluso tiburones ballena surcaban las aguas cristalinas. Cerca de la superficie, el vasto arrecife circundante es el hogar de fabulosos corales y peces brillantes.
La reputación estelar de Sipadan casi termina en su destrucción. Para la década del noventa había cinco complejos en la isla, y la torpeza de buzos inexpertos sumada a la emisión de aguas residuales hizo estragos en los corales y la vida marina del lugar. Pero en el año 2000, la isla tuvo una tregua: una banda de guerrillas de Abu Sayyaf, separatistas islámicos del sur de Filipinas, asaltó los campamentos y secuestró a una veintena de personas, la mitad turistas. El grupo fue liberado meses más tarde después de que el líder libio Moammar Gadhafi pagó un rescate de 25 millones de dólares. Pero los buzos nerviosos esquivaron Sipadan y le dieron un respiro por un buen tiempo.
Cuatro años después, las autoridades malasias, al darse cuenta del valor turístico de la prístina Sipadan, expulsaron a los operadores del balneario y sus campamentos. Hoy la pesca está prohibida hasta un kilómetro de la costa y el buceo se limita a 120 visitantes por día, un amplio avance en la protección de las especies naturales, aunque demasiado pequeño para los ambientalistas que temen que la isla no pueda soportar incluso la procesión de turistas.
Sin embargo, después de un día de buceo, es difícil negarse a una segunda ración. Muchos de los lugares de buceo de la isla prometen algo único. Bucear a la deriva, dejándose llevar por las corrientes rápidas de un paisaje a otro, es la mejor manera de ver las maravillas de Sipadan. Para detenerse a contemplar la vista hay que agarrarse de alguna protuberancia en la roca o de otro buzo y esperar, si se puede.
Para nosotros, el paseo en barco de regreso al bungalow llegó demasiado pronto, e inmediatamente nos tuvimos que despedir de Kapalai. Pero no por mucho; cuatro meses después volvimos.
Seguimos planificando meticulosamente cada viaje. Aun si nos topamos con peces ballesta en el camino.
Datos útiles
Cómo llegar
- KLM, Korean Air y Qatar Airways son algunas de las aerolíneas que ofrecen vuelos con una escala desde Nueva York hasta Kuala Lumpur. Desde allí se vuela en AirAsia o Malaysia Airlines a Tawau, en la parte malasia de Borneo. Y desde allí se va en ómnibus hasta Semporna, a 70 minutos aproximadamente, hasta la travesía de 45 minutos en lancha hasta Kapalai.
El complejo
- Una estada de seis días en el Sipadan-Kapalai Dive Resort en temporada alta cuesta unos 1560 dólares por persona, e incluye el traslado desde y hasta Tawau, la comida, el equipo de buceo e inmersiones diarias con guía.
Visas y seguridad
- Malasia no exige visa a los turistas que se quedan menos de 90 días. Se aconseja contactarse con la embajada de su país, ya que Sabah se encuentra cerca de la zona conflictiva del sur de Filipinas.Los turistas deberán estar vacunados contra la fiebre tifoidea y la hepatitis A y B.
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