Los misterios de Talampaya
Susana Helbling
Llegar a Talampaya es entrar en un mundo diferente de 215.000 hectáreas, donde el rojo en todos sus tonos modela un paisaje misterioso que alberga todavía secretos sin develar.
Los paredones verticales de hasta 150 m del cauce (Talampaya: río seco del Tala), sometidos a los caprichos de la erosión de los vientos y las torrenciales lluvias de sólo 150 mm al año, que pueden caer en un solo día, o quizá dos o tres, pero no más.
Curiosas formas pétreas según la imaginación de los visitantes: el Rey Mago, la Catedral, el Monje; hasta hay quienes dicen ver un individuo con patillas y banda presidencial, chiste riojano.
Hay lugares donde el paredón se ciñe como una media luna de altura infinita, uno de ellos es la Chimenea.
Nos maravillan los petroglifos; diferentes culturas se han asentado desde hace 700 a 1100 años, tal vez un poco más. Los grabados en las piedras son tan enigmáticos como todo el resto: soles, cóndores, llamas, pumas, figuras humanas; algunas con una especie de escafandra, hombres con alas de mariposa...
Los cóndores sobrevuelan la zona, aportando un valor agregado a todo este lugar tan diferente a casi todo lo que vivimos normalmente.
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