Los caminos sagrados del Imperio inca
Más allá de Machu Picchu, un viaje en el tiempo por el valle del río Urubamba entre ruinas y también poblados muy vivos, hasta alcanzar Cuzco, en Perú
Pioneros de la cocina molecular a través de la transformación química de los productos de la tierra, como la deshidratación de la papa y el chuño. De la neurocirugía, con sus trepanaciones del cerebro y el reemplazo de las partes óseas por placas de plata. De la agronomía de altura, por la necesidad de maximizar las áreas de cultivo disponibles.
Los incas fueron todo en uno: arquitectos, ingenieros civiles, hidráulicos y viales. Diseñadores modernistas, cubistas, barrocos. Multiplicadores de la inspiración y valedores de los conocimientos acumulados por los pueblos precedentes para levantar sus templos, planificar ciudades y proyectar políticas de Estado a fin de satisfacer las necesidades de la población y su casta dirigente.
Muchos recursos de la modernidad ya estaban presentes en el ideario de los incas y el legado entrevisto en sus paisajes es para Perú, junto a la gastronomía, una marca país.
Si bien el genio civilizador de los incas tiene su santo grial en la ciudadela de Machu Picchu, el Valle Sagrado podría verse como una versión deconstruida de la suma de sus partes. Recostado en los Andes, un sembradío de palacios, templos y fortalezas dosifica su impacto a través de diversos itinerarios en torno al curso del río Urubamba.
Yerga el ande
Desde Cuzco, el autobús atraviesa pueblos rurales al pie de las montañas que sirvieron de amparo y territorio de experimentación para los habitantes del Tahuantinsuyo, el nombre oficial del dominio más extenso de la historia precolombina, unos 4000 kilómetros desde el sur de Colombia hasta la región del Bio Bio, en Chile.
La escultura del Cristo Blanco, levantada en 1945 en el cerro Pukamoqo, anuncia el mirador natural de la capital del imperio, a 3600 m de altura. Por el camino se alinean las casas de adobe, en su mayoría ataviadas en sus techos de teja con los toritos de Pucará que, según juran los pobladores locales, regalan suerte y prosperidad a sus huéspedes.
Como en el cliché del imaginario latino, bajo un sol de verdugos irrumpe un desfile de mercados improvisados por vendedores ambulantes de cuys empalados a las brasas, choclos con queso y artesanías reconocibles en todo el continente. Para darle más verosimilitud a la postal, unas pequeñas motos-taxis levantan polvareda a razón de 30 centavos de dólar por viajero y por trayecto.
El Valle Sagrado, franja de unos 60 kilómetros que va de los 2800 a los 3700 metros de altura, es el paso obligado para quienes buscan llegar a Machu Picchu. La primera panorámica la ofrece el Mirador de Taray, a la vera del río Vilcanota. De lejos se perfilan las terrazas de cultivos en las pendientes de los cerros, la firma de autor que los incas estamparon en toda la geografía de la región. Los andenes -así se los denomina-tenían como función aprovechar el terreno de cultivo, ya que sólo el 10% del territorio era fértil, además de oficiar de muros de contención de la erosión.
El pueblo de Pisaq aparece por la ventanilla. Calles angostas en torno a la ribera, el mercado, los encantos de la arquitectura ceremonial en piedra.
El Valle Sagrado contempla en su traza a los poblados de Pisaq, Calca, Yucay, Ollantaytambo y Urubamba, nombre que la localidad comparte con la nueva denominación que adopta el Vilcanota en su camino hacia la selva amazónica. Son más de 350 los núcleos urbanos que recopilan riqueza arqueológica y a la vez difuminan las fronteras entre el sustrato indígena y los retales de colores de la colonia que emergieron tras la Conquista española.
Excursión a Ollantaytambo
Una de las rutas más demandadas por los viajeros es la que conduce a Ollantaytambo. El bus deja a los visitantes frente a andenes y desde allí una breve caminata los deposita en la antigua puerta principal de la llamada ciudad inca viviente. Unos fortines de piedra, encaramados como puestos de control, preludian el ingreso a un sitio que todavía revela su condición multifuncional: sede religiosa y bastión en la defensa del incario contra la invasión de etnias enemigas provenientes de la selva. Ollantaytambo también ostenta el orgullo de haber sido el único reducto desde el cual los incas lograron resistir la andanada de la caballería española.
Pasaron los siglos y el pueblo expone al viajero las osamentas de su pasado. Callejuelas empedradas, canales de agua, mercado de abastos, entretejidos en texturas superpuestas de arquitectura inca, colonial y republicana.
El entorno está anclado en algún lugar impreciso del calendario. Un paisaje rural con mujeres que visten el atuendo típico de los Andes, de faldas multicolores y sombrero de felpa, con la carga depositada sobre sus hombros y la mirada congelada de un fotograma de Sebastiao Salgado.
Función psicológica
Tras una caminata por el casco urbano se llega a la entrada del Parque Arqueológico Ollantaytambo. Las piedras cansadas, llamadas así porque se encontraron fuera del sitio al que estaban destinadas, cumplen el papel de centinelas de la construcción.
Quien atraviese la puerta deberá prepararse para subir los 200 escalones hacia la cima, intercalados con los andenes que ganan en sofisticación a medida que suben de altura. Los hay de cultivo, de contención y también ornamentales. La estructura del muro pasó del pircado simple al estilo inca imperial, lo que redunda en una estética de bloques compactos como legos entrelazados.
Los incas utilizaron cinceles de bronce y martillos de piedra para un trabajo artesanal pero de escala monumental sin distorsionar el cauce de la naturaleza. Más arriba se replican las colcas, almacenes de alimentos instalados en las laderas de la montaña para preservar su conservación con el refrigerado de los vientos. Las colcas cumplían una función psicológica sobre la población: les garantizaban que no iban a pasar hambre, gracias a las toneladas de maíz, papa, charqui y quinoa que contenían.
Los balcones, erigidos para contener a las momias de los antiguos gobernantes, señalan el inicio de la zona sagrada. El Templo del Sol, con monolitos confeccionados en caliza y granito rosado, apenas permite descubrir sus grabados alusivos a la fe. La llegada de los españoles supuso la desaparición de los ritos paganos con la consiguiente destrucción de toda referencia a idolatrías.
Unos metros más arriba resalta el Fuerte Principal, a tres mil metros de altura, como para estar cerca del perímetro de los dioses. Ahora sólo queda el descenso, propicio para otear las marcas de los maestros picapedreros, que firmaban sus obras con pequeñas curvaturas en las rocas.
Al bajar a la superficie, los viajeros se toparán con los baños de Ñusta, el toilette privado de la esposa del inca, con su chorro constante y sonante de agua que cae desde el inicio de los tiempos.
Otra clásica excursión que combina paisaje y ruinas conduce hacia el pueblo de Chinchero, reconocido por un centro artesanal atendido por vecinas del pueblo que detenta el prestigio de ser la parada de compras más auténtica de todo el recorrido.
Cuzco, el ombligo de la tierra
Previa parada por el mirador de Pisaq, que abraza con la vista los cimientos y ropajes de todo el valle, el autobús enfila para Cuzco, para iniciar el periplo hacia la capital del imperio inca, mentada en los comentarios del gran narrador Garcilaso de la Vega -clásico de la bibliografía de la región- como "el ombligo de la tierra".
El itinerario comienza en el Parque Arqueológico de Saqsaywaman, uno de los lugares sagrados de la cultura incaica en el que cada 24 de junio, con el solsticio de invierno, se conmemora el Inti Raymi o Fiesta del Sol, una de las celebraciones canónicas de la cultura peruana.
En todo el complejo, compuesto por 33 sitios arqueológicos situados en lo alto de una colina que domina el norte de la ciudad, sobrevuela una impresión de monumento in progress, como si nunca hubiera reclamado más que su condición de extraordinaria ruina megalítica o sus diseñadores no hubieran llegado a tiempo a completar la faena.
Construido entre los siglos XIV y XV, su emblema es la llamada Fortaleza, obra maestra de la arquitectura incaica ciclópea. Las murallas están formadas por enormes bloques de roca caliza que alcanzan hasta ocho metros de altura. La principal está constituida por tres muros en zigzag, cuyas plataformas se comunican mediante escalinatas y puertas de acceso.
El Parque Arqueológico de Saqsaywaman fue construido durante medio siglo por los miles de trabajadores que, mediante el sistema de mita, tributaban al Estado durante tres años de fuerza de trabajo gratuita a cambio de techo y comida.
El paisaje de piedra se compone de torreones ubicados sobre las murallas de los baluartes; las puertas con forma trapezoidal y las chincanas o túneles, que oficiaban de parapetos de defensa. La salida en bajada por un camino de piedra sirve de prólogo apoteósico de la llegada a Cuzco, impresión amplificada por el ritmo acelerado del corazón que impone su altura. Requiere, si se puede, una aclimatación previa.
La puerta de entrada es el barrio colonial de San Blas, hoy reconvertido en meca de artesanos con pasaportes de todos los colores, llamados a ejercer su pericia en la zona cero del Perú "gentrificado", de alquileres inflacionados y compradores compulsivos de chucherías. El espectro comercial está conformado por los ateliers de artistas, luthiers y otros tantos oficios acaparados por la burguesía bohemia.
El mirador de San Blas, estrenado hace cuatro años, sirve de atalaya para parejitas en flor y panorámica de la ciudad. Desde allí se llega a la plaza principal con sus talleres y galerías de toda la vida. En el itinerario se cruza el templo de Coricancha, sobre el que se levantó el convento de Santo Domingo.
Las calles perfiladas entre muros de piedra adosadas descubre el perfil de la ciudad colonial. En una de las paredes laterales del palacio del Inca Roca, lo advierten los guías y el ruido de los flashes, luce la "piedra más fotografiada del mundo", con sus doce ángulos tallados por algún orfebre anónimo del incario.
El Cercado de Cuzco, el casco monumental, reúne los grandes estribillos de la metrópoli: la Compañía de Jesús y la Catedral y un séquito de balcones coloniales que regalan estampas en sepia. Los techos de tejas, las fachadas de los palacios, las torres de los conventos, todo amparado por la sombra de los Andes. Una de las calles conduce al museo de Arte Precolombino, al mercado de San Pedro y a la certeza de que habrá que volver con más tiempo para solazarse en todos los detalles.
Datos útiles
Cómo llegar
La aerolínea LATAM ofrece vuelos Buenos Aires-Lima desde US$ 534 y Buenos Aires-Cuzco, desde US$ 704. Desde Cuzco, el viaje en van hasta el Valle Sagrado dura 1,5 horas.Más información: www.latam.com
Dónde parar
Hotel Explora: 50 habitaciones con vistas al valle y grandes espacios comunes para potenciar el encuentro entre viajeros. Construido en una antigua plantación de maíz rodeada de las montañas que alguna vez fueron el hogar del gran Imperio Inca, el establecimiento programa noches que incluyen todo el catálogo de exploraciones (20 circuitos para conocer la naturaleza, la arqueología e historia y la cultura del valle), entradas a los Parques Nacionales, el alojamiento, las comidas y bebidas, y los traslados desde y hacia el aeropuerto y hoteles de Cuzco.
Las habitaciones están diseñadas para el descanso después de un día de actividad intensa, para aprovechar al máximo el silencio, la privacidad y el entorno. No cuentan con TV ni Wi-Fi. El servicio de Internet es gratuito en las áreas comunes del hotel. Los programas desde 3 noches tienen un valor a partir de US$ 1.910 por persona en base a habitación doble standard. Promo: El Hotel otorga a cada viajero adulto un bono de US$ 500 para cubrir la extensión del vuelo a Cuzco, por la reserva de una estadía en Explora Valle Sagrado hasta el 28 de febrero 2017. Con este bono, el programa de tres noches, en habitación doble standard, tiene un precio de US$ 1.410 por persona. Para mayor información y reservas: reserve@explora.com
Cuándo ir
De junio a octubre es la estación seca y permite realizar los itinerarios sin ningún tipo de contingencias climáticas. De noviembre a mayo es la temporada de lluvia.
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