Lo que nos dejó un año y medio de educación virtual en pandemia
¿Qué dicen los expertos y los protagonistas? Datos y estrategias para pensar cómo seguir.
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Reflexionamos sobre educar en pandemia mientras se sigue escribiendo esta inaudita historia. Sin embargo, buscamos datos, hablamos con expertos e involucrados para pensar qué podemos sacar en limpio de este escenario. Las estrategias que se implementaron en el mundo fueron variadas y en relación con variables como cantidad de habitantes, contagios, acceso a las vacunas y características del sistema educativo. Los cierres fueron intermitentes y cada nación adoptó una estrategia distinta frente a las escuelas. Mientras que en países como Francia las clases presenciales fueron suspendidas por 11 semanas y en España por 15, en Alemania fueron 30 y en Italia 38; más cerca del promedio de América Latina, donde la mayoría de los países optó por cerrarlas más de 41 semanas. Sin embargo, hay también mucho en común. En mayor o menor medida, las escuelas implementaron medidas como tomar la temperatura antes de entrar, el distanciamiento y la ventilación cruzada en aulas, la reducción de grupos, entradas y salidas escalonadas, uso de tapabocas y modelos bimodales (virtualidad y presencialidad).
Brecha digital
- 1 de cada 2 chicos no cuenta con una computadora en su casa para fines educativos.
- Menos de la mitad de los hogares tiene buena conexión a Internet.
- 3 de cada 10 no acceden a ningún tipo de conectividad domiciliaria.
- El 90% de quienes acceden a educación privada cuentan con Internet desde la casa, mientras que entre quienes acuden a escuelas públicas, el 60%.
- 1,5 millones de estudiantes de los distintos niveles educativos en el país se verían desvinculados de la educación por el coronavirus (según el BID).
Fuente: Unicef Argentina, sobre “Impacto de la pandemia en la educación de niños, niñas y adolescentes” y “Posición frente al regreso de clases presenciales en 2021”.
ANA LAURA IBÁÑEZ, 38 años
- DOCENTE DE NIVEL INICIAL
“Pensar el nivel inicial en tiempos de pandemia no es tarea sencilla; y una mezcla de emociones y pensamientos me invade como maestra, pero también como mamá. Lo primero que me aparece es la alegría del reencuentro, y confirmar que, si bien el año pasado estuvimos brindando propuestas, hay mucho de lo que sucede en un jardín que no sucedía: risas, manchas, escondidas, peleas por juguetes, algunas lágrimas, por qué no, y un sinfín de instancias cotidianas.
Nuevas rutinas, barbijos que tapan la mitad de la cara, mucho alcohol y lavado de manos. Tal vez, la “distancia social” sea lo más complejo de respetar entre ellos, intentamos sentarnos lejos, pero al rato hay algún secreto que contar, un abrazo por dar o una avalancha humana que por momentos se torna casi imposible de evitar. Y ahí, una nueva emoción me invade como adulta, el miedo, el querer que no les pase nada, que no se contagien si hay un posible caso y no querer tampoco contagiarme y traer el virus a mi casa, donde está mi familia.
Hace pocas semanas llegó la noticia de la vacunación a docentes. Pero no les llegó a todos, y de nuevo una mezcla de incertidumbres, una cuota de tranquilidad de quienes la recibimos y el temor y ansiedad de quienes aún no.
Y de esta manera lo venimos transitando: con burbujas aisladas por casos sospechosos, con otras que volvieron algunos días a la virtualidad por casos positivos, con protocolos que no siempre son muy claros; pero, por lo menos en mi caso, con la alegría de ver a los chicos y chicas reencontrarse, aprender, reír”.
JOAQUÍN ÁGUILA, 13 años
- ESTUDIANTE DE SEGUNDO AÑO DEL SECUNDARIO
“Empezar la secundaria en pandemia fue raro, la escolaridad el año pasado se dio en un contexto diferente. Me costó un poco al principio aprender de una manera tan distinta a la de la primaria, entender en qué aplicación meterme para hacer las tareas, escribir en computadora. Pero después, con el paso del tiempo, me fui acostumbrando y se fue haciendo más fácil.
Claramente, el año pasado, que más que nada entregábamos tareas, no creo haber aprendido tanto en todas las materias como ahora que voy a la escuela. No siento que haya sufrido mucho, aunque sí extrañé a mis amigos, a quienes pude empezar a ver para ir a andar un rato en bici cuando se permitió, o a parques o en casas al aire libre.
No me sentí frustrado ni enojado, tampoco tuve miedo por mi familia porque, a pesar de que nos cuidamos mucho, no siento que sean personas de riesgo a las que el virus pueda afectar tanto; cuando veíamos cada tanto a mis abuelos nos cuidábamos muchísimo.
Las medidas de la suspensión de clases no las veo mal, creo que habiendo casi 700 muertos por día sí debe haber suspensión, no solo por la escuela, en donde hay muchos cuidados, pero no sabés cómo van los alumnos hacia ahí. Es medio raro esto de que haya, no haya... Tal vez lo que yo haría sería una semana sí y la otra no”.
CAROLINA BERJMAN, 40 años
- MAMÁ DE UN NIÑO DE 7 AÑOS Y OTRO DE 1
“Siento que la escuela es presencial; la vuelta virtual se encontró en un escenario en el que no había nada. Obviamente, entre “poca presencialidad y virtualidad”, prefiero que vayan porque es fundamental para los chicos. Justo mi hijo más grande arrancaba primer grado y me preocupaba su alfabetización: yo puedo saber escribir, pero quizás no enseñar.
Ellos tienen que seguir su vida en esta nueva realidad. No me da miedo la escuela por los contagios, creo que, al haber protocolos, lo siento más cuidado que otros lugares como una plaza, eso me da tranquilidad. Respecto del año pasado, noto un cambio abismal ahora que va al colegio; verlo cómo escribe, cómo participa, ver su cuaderno, siento que está aprendiendo un montón. Además, su estado de ánimo: el año pasado se enojaba y se irritaba, se aburría, todo el contexto de tensión tampoco ayudaba, con los padres trabajando en casa y un hermano chiquito.
Lo que más siento es confusión en esas discusiones de virtualidad y presencialidad, y creo que esa confusión llega a los chicos. A mi hijo de 7 un día le dijimos: “No vas, hay paro”; al otro día: “Sí, vamos”; al otro día: “No”; al otro día: “Van algunos y otros no”. Justo en ese caos de idas y venidas había un cacerolazo cerca de casa, y él salió al balcón y gritó: “Argentina: ¿a qué estás jugando?”, como esto de “quiero saber qué voy a hacer mañana”.
¿Qué piensan los estudiantes?
Fuente: estudio “Emociones y escolarización en tiempos de pandemia, desde la perspectiva estudiantil”, coordinado por la doctora en Educación Carina Kaplan.
- 83% se sintió mal o se adaptó “a disgusto” a la virtualidad.
- 9 de cada 10 expresaron deseos de volver a la presencialidad.
- 6 de cada 10 se sintieron solos.
- Un 48% se preocupó por los contagios.
- Un 41% temió perder a un familiar.
- Un 60% sintió aburrimiento, un 39% ansiedad y un 38% falta de concentración
¿Qué balance dejó el 2020?
Por Alejandro Vera y Martín Scasso. Miembros de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC/UNESCO Santiago).
Se ha cumplido más de un año desde el inicio de la pandemia, cuando casi todos los países de América Latina y el Caribe decidieron suspender las clases presenciales. Esta fue la primera y rápida reacción de los sistemas educativos ante un escenario inédito e incierto.
La cantidad de días acumulados sin clases presenciales muestra que los países de la región han tenido dificultades para encontrar los caminos adecuados para retomar la presencialidad. Desde el comienzo de la pandemia y hasta diciembre de 2020, más de 100 millones de estudiantes de la región no accedieron a clases presenciales.
Cuando se analizan las respuestas educativas nacionales, se observa una situación heterogénea. Los países crearon sus propias respuestas, sin antecedentes de referencia, sin recetas únicas. Las restricciones presupuestarias también fueron evidentes en estas estrategias, lo que implicó priorizar poblaciones o seleccionar intervenciones en función de las posibilidades financieras.
Teniendo en cuenta que en los últimos meses muchos países han iniciado un nuevo año escolar en contexto de pandemia, es importante insistir en priorizar la educación en los planes nacionales de respuesta y recuperación y, sobre todo, preservar los presupuestos educativos. Otro de los aspectos prioritarios es fortalecer los sistemas de información y construir un rápido diagnóstico para entender la gravedad del impacto, dimensionar el alcance de las medidas y actuar en consecuencia. En este proceso es necesario colocar en el centro de las políticas a las poblaciones con mayor riesgo de exclusión, quienes necesitan más que nunca acciones concretas y efectivas para que no se profundicen las desigualdades.
Expertos consultados: Áxel Rivas. Doctor en Ciencias Sociales, director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés. Ezequiel Szapu. Doctor en Educación.
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