Lo que no quería ser
En 2010 pude comprar mi primer auto. Tenía 29 años y un registro de conducir flamante, obtenido tan sólo un mes antes de la operación. Hasta el momento en que tuve la posibilidad concreta de tenerlo, nunca me habían interesado los autos, y ni siquiera me fijaba en ellos; pero cuando la idea se convirtió en un plan, empecé a fijarme en modelos, accesorios y a definir qué me gustaba y qué no. Y si bien un bebé no es lo mismo que un auto (aunque sí para algunos fanáticos fierreros), el proceso de aprendizaje y definiciones que experimenté durante los nueve meses de embarazo y este mes y medio de paternidad me hicieron linkear con aquel momento. Con Benjamín empecé a observar cosas y actitudes totalmente nuevas para mí. No sólo aprendí sobre cochecitos y medidas de seguridad, sobre alimentación y limpieza y montones de cosas por el estilo: también terminé de definir algunos parámetros sobre qué clase de hombre quería ser, o mejor dicho, no ser.
No quería ser el hombre del bolso. Si los que lo llevan son los padres, ¿por qué el 90% de los bolsos tiene un diseño infantil? Si cada salida es una experiencia de mudanza en miniatura, no quería tener que –además de lidiar con las cosas, los pesos, las incomodidades y el stress- lucir como un salame que lleva un bolso con un osito. No tengo nada contra quienes lo usan, pero ¿un osito? ¿En serio? ¿A quién se le ocurrió la brillante idea de decorar de esa manera a los adultos? En este punto no hubo discusión: Naty y yo detestamos los ositos para los chicos (también para la ropa de él), y a los dos nos pareció que una buena mochila solucionaría el dilema. Y acá estamos, divinos los dos.
No quería ser sólo un hombre proveedor de bienes y servicios. Escuché a muchos hombres jactarse de no haber cambiado jamás un pañal, o de no haber dado una mamadera, e incluso de nunca haberse levantado a la noche a atender a su hijo. Según parece, les bastó con ser los hombres de la casa, los proveedores de bienes y servicios económicos. Yo no. Consideré que era importante estar en cada decisión posible, desde la elección del pediatra hasta en la prueba cotidiana para ver si resultaban mejor los Pampers o los Huggies, pasando por el trámite del DNI o el alta en la prepaga. Creo que el paradigma del hombre que trabaja y la madre que sólo se dedica a cuidar al bebé cayó hace rato, aunque las leyes todavía atrasen algo al respecto (hablo de la licencia por nacimiento que le corresponde a los padres, tema de un próximo post). Si bien sé que el rol del padre es limitado y no se compara en nada con el de la madre (Naty es psicóloga especializada en niños y se encargó de explicarme muchas cosas), disfruto del trabajo en equipo, de turnarnos para hacer nuestras cosas y de estar lo más presente posible, aún cuando sea para estar en vela durante la noche.
No quería ser el hombre que sólo le hace escuchar música infantil a su hijo. Creo en el poder de la música y en que cada momento importante de la vida de una persona tiene una banda de sonido propia. Una de las primeras cosas que hice cuando supe que iba a ser papá, fue armar una playlist con canciones que me gustaría que Ben escuchara. Beatles (juntos y como solistas), Regina Spektor, Spinetta, Led Zeppelin, Nirvana, Rolling Stones, REM, Pink Floyd y Blur fueron algunos de los que sonaron desde el principio, auriculares en la panza mediante. Él reaccionaba con patadas y hoy, en esos días difíciles de nene-no-entiendo-que-te-pasa, la música suele funcionar como un alivio o una distracción. Por supuesto que también hay espacio para María Elena Walsh, el Sapo Pepe, Adriana y los clásicos de siempre, pero nunca falta el momento para que escuche "la otra" música, esa que dentro de un tiempo vamos a poder compartir juntos.
No quería ser el hombre que sea sólo papá. Quizás el punto más conflictivo y más difícil de resolver, que también aplica a las madres. ¿Notaron alguna vez que, a partir de la noticia del embarazo, la conversación con algunas personas se vuelve monotemática? No quería que tener un hijo sea el único tema para charlar, porque considero que también puede resultar aburrido para los demás. El objetivo era no caer en eso, e intentar que la vida continúe de la manera más normal posible, ella con sus pacientes y yo con mis múltiples actividades periodísticas. Pero como todo tiene que ver con todo, una de mis salidas fue para hablar de esta sección en el programa #USB, que va todos los días de 19 a 21 por la Rock&Pop. En la nota, junto a Julio Breshnev y Martina Soto Pose, charlamos sobre cómo es para un hombre que viene de otro palo escribir en una revista femenina, sobre la paternidad y sobre otros temas que fueron surgiendo. Pueden escuchar el audio haciendo click acá.
Nota antes de irme a preparar una mamadera: gracias por todos los comentarios recibidos. Antes de empezar esta sección desconocía cuál sería la reacción de las lectoras de OHLALÁ!, pero noto que la idea de cambiarle el registro a la paternidad funcionó bien. Si quieren leer o ver alguna cosita más, pueden encontrar en Twitter, Instagram y en mi mail, donde la respuesta se vuelve más personalizada. ¡Saludos!
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