Lencería erótica francesa: cuál es el dress code de los clubes swinger parisinos
Si alguna vez te preguntaste por qué existen tantos locales de lencería en Francia, acá te contamos por qué
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Existe algo fascinante, intrigante, en el mundo de la lencería erótica francesa. Cualquiera que haya visitado París con los ojos abiertos a sus fetiches tiene que haberse sentido interpelado por la cantidad de tiendas de lencería que existe por cuadra, por el tratamiento secreto, confidencial y a la vez público e impúdico que parece brindar, desde siempre, Francia a la lencería.
En el erotismo francés, la vulgaridad y la elegancia se saludan con alegría, como viejas amigas que se conocen bien y que nunca dejan de divertirse cuando se ven. Es escandalosamente hilarante ver tangas en algunas vidrieras de Champs Elysee pero es igual de entretenido encontrar vestidos de gala en los sex shops berretas (¡pero carisimos!) de La Pigalle.
Algunas de las preguntas que nos asaltan a los extranjeros cuando llegamos a Francia son:
- ¿En serio la venta de lencería es tan grande como para justificar la existencia de todas estas tiendas?
- ¿Tiene sentido invertir tanto dinero en algo que va a durar en nuestros cuerpos tan solo unos minutos?
- ¿En serio existen amantes hombres heterosexuales que puedan comprender la diferencia entre un culotte de La Perla o una tanga de Shein?
- ¿Cómo se usa toda esta ropa impráctica, delicada e incómoda? Nunca me imaginé saliendo de casa toda atada entre lazos de cuero para la cita que recién tengo a la noche.
Mi nuevo amigo francés, Pierre, dueño de varias tiendas eróticas, tuvo la generosidad de revelarme algo que resuelve todas las preguntas de un plumazo. La clave es simple y contundente: existen alrededor de 500 clubes swinger autorizados en Francia. Más de la mitad, se encuentran en París. De acuerdo a sus apreciaciones personales, más de la mitad de matrimonios franceses han frecuentado alguna vez un club de este estilo. Y, con este dato, podemos empezar a desentramar el intrigante mercado de la lencería francesa.
En el país galo, el mundo swinger tiene códigos de elegancia: detesta los jeans, las remeras de algodón y el calzado deportivo. El dress code de cada club exige elegancia. El grado de esta exigencia dependerá de cada espacio: puede ser la elegancia vulgar pigalliana o la elegancia cara champselyséeana. Como sea, para entrar, además de pagar lo 60 euros mínimo, tendremos que pasar por el derecho de admisión de la casa que estará determinado por la dedicación que hayamos puesto a nuestra imagen.
Durante el sexo, en el mundo liberal, la ropa, además, casi no se saca. Esto explica la proliferación de correas, máscaras y accesorios. Respecto a cuándo y dónde los hombres se calzan su frac o traje con camisa blanca, y las mujeres su deliciosos conjuntos: en casa. Como cualquier gran fiesta, a las swingers se llega directo, luego de un ritual de preparación que cuida los detalles.
Si tenemos en mente que los clubes swingers franceses tienen una capacidad de entre 100 y 300 invitados y que sus habitués calculan que rara vez hay menos de la mitad de su capacidad ocupada, todas estas tiendas rosadas comienzan a cobrar sentido. Si 150 personas van cada sábado a los 500 clubes swingers, preparados para la ocasión, entonces cada fin de semana 75 mil personas necesitan nuevos trapitos para atraer nuevos amantes y/o retener al elenco estable.
La Torre Eiffel da un toque mágico a París, si, pero ¿no son acaso estos datos lo que vuelven a la ciudad deliciosa?
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