Leche de vaca. La denuncia de María Becerra, la industria láctea bajo la lupa y las recomendaciones nutricionales
Diferentes argumentos a favor y en contra de este alimento y su circuito productivo. Para combatir la desinformación te contamos qué dicen los especialistas.
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La cantante de trap, María Becerra, es vegana y utilizó su cuenta de Instagram -con casi 6 millones de seguidores- para cuestionar el consumo de leche de vaca y el proceso de industrialización. Como detractora de los lácteos dio sus argumentos en contra de estos productos y alentó a que dejemos de ser engañados: “La vaca lechera no existe”.
Sus declaraciones causaron enojo en el sector productivo y en quienes aún no se animan a preguntarse por qué somos el único animal que, una vez concluida la etapa de la lactancia, comienza a tomar leche de otros animales. Y aunque evidentemente María Becerra habla desde su propia experiencia, sin tecnicismos, ya que no es una experta en el tema, abrió un debate que nos debemos como sociedad.
La respuesta por parte de los jóvenes del ateneo de la Sociedad Rural Argentina (SRA) no tardó en llegar. Sin embargo, lejos de reivindicar la industria láctea demostraron que lo que ellos toman como grandes logros y “aumento de productividad” no son más que prácticas salvajes basadas en la explotación de los animales.”Tener un animal estresado a la larga es menor producción. Sería antiético. No somos salvajes, somos productores”, dijeron y pidieron precaución afirmando que la desinformación es peligrosa. Así, fuimos a los expertos para que nos cuenten qué es lo que pasa verdaderamente en los tambos y, por otro lado, qué tanto necesitamos consumir leche de vaca.
Hablan los expertos
“La industria alimentaria muestra su cara más cruel cuando la producción involucra animales porque los tratan como si fueran cosas, engranajes de una máquina de una fábrica que tiene que dar mucho de algo: huevos, carne, leche. Están sobreexplotados y sobreexigidos”, explicó Soledad Barruti, autora de los libros “Malcomidos” y “MalaLeche”, a Ohlalá.
Los mamíferos producen leche cuando se reproducen, de esta manera sus cuerpos se preparan para alimentar a sus bebés. Esto significa que inseminamos artificialmente a estos animales para robarles su leche como si estuviera disponible para nosotros. “Están todo el tiempo preñadas, pasando de una preñación a otra, para estar en alta producción de leche todo el tiempo. Con estas prácticas han logrado con todas estas formas de producción que una vaca hoy genere cuatro veces más que la que generaba tiempo atrás. Están al máximo de sus posibilidades, viven con mastitis, infecciones, deformidades, por eso baja su expectativa de vida”, continuó la periodista.
Para escribir sus libros Barruti recorrió infinidad de tambos industriales y lo que vio sobre el trato que reciben las vacas y sus crías coincide con el relato de María Becerra: “Es muy obvio entrar a esos lugares y ver que están padeciendo. En muchos casos están en corrales de engorde, espacios de tierra donde están absolutamente sucias y dolientes”, describió y agregó que son escenarios de “permanentes separaciones forzadas y partos inducidos al mismo tiempo”.
Sobre los terneros recién nacidos expresó que “están atados con cadenas muy cortitas en espacios solitarios, uno al lado del otro, comiendo los restos de la industria láctea para crecer y convertirse en nuevas vacas del tambo industrial o en carne. Si no están en estos postes a cielo abierto están en jaulas del tamaño de sus propios cuerpos hasta continuar su camino de productividad, despojados de la necesidad primaria de cualquier ser vivo mamífero cuando nace: contacto y vínculo de cuidado. Cuando te acercás buscan desesperadamente que los toques”, especificó.
¿Alimento o producto?
El 90% de los productos que se ofrecen hoy en las góndolas contienen leche o derivados lácteos como si fuera un superalimento pero en realidad lo han convertido en un aditivo más que perdió su valor por ser un alimento industrial. “Una vez que la leche ingresa en el sistema de producción y procesamiento pierde su identidad de alimento para volverse un tetris de sustancias. Se le agregan un montón de cosas que no son propias de la leche -desde fibra hasta extra calcio- y lo convierten en una especie de medicamento. Además, esta leche industrial tiene hormonas porque las vacas están hormonadas de manera artificial para lograr las preñaciones”, continúa Soledad Barruti.
Sobre la presencia de “pus” y “sangre” en la misma aseguró: “Las células somáticas son cada vez mayores al igual que los residuos de plaguicidas producto de los alimentos que comen esos animales. Es una lista grande -y preocupante- de venenos que permiten como residuos en la leche en Argentina”.
Esto no es todo, como hay sobreproducción de leche “tienen que hacer que todo el mundo coma y consuma ese producto y lo hacen imponiendo guías alimentarias que son absolutamente falaces como que hay que comer tres porciones de lácteos al día”, denunció la periodista con 325 mil seguidores en Instagram.
Construcción cultural
Nuestro apego a la industria láctea es una construcción. Viene de una serie de acuerdos funcionales al negocio y campañas de marketing para que creamos que es un alimento valioso, mejor, necesario, que verdaderamente nos sirve y decidamos consumirlo. Sin embargo, este producto está siendo cada vez más cuestionado y muchos buscan sustitutos. “Que hoy se siga recomendando 3 porciones de lácteos diarios carece de sustento científico”, resaltó Agustina Vázquez, Licenciada en Nutrición (MN 8859).
“¿Qué es lo primero que pensás cuando digo alimentos ricos en calcio? Seguro que lácteos (leche, yogur, queso). Porque el consumo de estos alimentos está totalmente asociado a que son las únicas fuentes de calcio. Sin embargo hay tantos otros alimentos de muchísima mejor calidad en el reino vegetal que no solo aportan el calcio necesario sino que además aportan fibra, antioxidantes naturales y un montón de vitaminas sin las grasas saturadas que acompañan a los lácteos”, aseguró la especialista en Alimentación Plant Based y Alimentación Consciente a OHLALÁ! y sentenció: “Tus huesos no quieren leche, ¡necesitan calcio!. Hay mucho desconocimiento en profesionales de la salud sobre cuáles alimentos recomendar ricos en calcio si no son lácteos... por eso se sigue recomendando cómo el único grupo de alimentos que lo aportan”.
“Nuestro organismo necesita nutrientes, no alimentos específicos. Ejemplo: necesitamos calcio, hierro, proteínas, omega 3, etc. y esos nutrientes los podemos obtener en una diversidad de alimentos”, completó la nutricionista y dio recomendaciones para cubrir el calcio con alimentos de origen vegetal: kale, rúcula, bok choy, brócoli, repollo, coliflor, semillas de sésamo molidas, tofu con carbonato de calcio, porotos y garbanzos, higos, almendras, naranja”.
Opciones saludables
Si una familia no quiere tomar leche de vaca puede optar por bebidas vegetales sin agregados de azúcar (también conocidas socialmente como “leches”) de almendras, de soja, de coco, de castañas. Aquí es importante aclarar que estas “leches” reemplazarían el consumo de leche de vaca con un fin culinario pero no con un fin nutritivo ya que para incluir calcio a nuestra alimentación están los alimentos ya mencionados junto a técnicas para mejorar biodisponibilidad (absorción del calcio en el organismo).
“Es muy importante que no solo se incluyan estos alimentos ricos en calcio sino también que se cumplan algunos factores que influyen en una buena absorción del calcio y por ende salud ósea: realizar actividad física; consumir alimentos ricos en magnesio y potasio (vegetales, frutas , legumbres, semillas y frutos secos); tener niveles adecuados de vitamina D y B12; evitar consumir ultra procesados, evitar la sal y cafeína en excesos, evitar fumar”, concluyó la especialista.
La leche que nos ofrecen hoy no tiene nada que ver con la que tomaban nuestros abuelos o las que son producidas a pequeña escala. Elegir no comer lácteos es un acto revolucionario contra el sistema que nos provee este cóctel de sustancias como alimento; también es un acto empoderante porque con información podemos dejar de comer lo que nos obligan, para comer lo que decidimos que nos hace bien. Por último, es un acto ético porque dejamos de poner nuestro cuerpo al servicio de una industria siniestra que explota a seres sintientes y los trata como cosas.
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