A veces un acontecimiento inesperado de la vida te marca de tal manera que te dispara nuevos proyectos o incluso cambia por completo el modo en que vivís. Eso fue lo que le sucedió a Luciana Ramírez, la creadora de Lo de Rodolfo, un emprendimiento de juguetes didácticos de madera. Acá te contamos su increíble historia y cómo logró setear su mente para sacar algo positivo de una experiencia terrible.
Ese día todo había salido como de costumbre. Su marido se había ido a trabajar, ella había hecho las cosas de la casa, al mediodía había ido a buscar a su hija mayor al colegio, junto a su beba recién nacida, y habían regresado a su hogar las tres. Después de almorzar decidieron tomar una siesta, el ritual que tanto disfrutaba con sus hijas, ahora que estaba de licencia por maternidad.
Pero lo que Luciana Ramírez no sabía era que ése 18 de octubre de 2016 no iba a ser un día común y corriente. Su vida y la de sus dos hijas se suspendería por unos minutos dejando el destino de sus vidas en manos de dos ladrones que entrarían en su departamento para cortar la paz de ese ritual sagrado.
"Lo último que recuerdo es que cuando mi beba se reincorpora, me empiezo a despertar y entre dormida veo dos caras desconocidas que se me vienen encima. Cuando trato de recomponer quiénes eran esas personas, me doy cuenta de que eran dos ladrones que habían entrado a mi casa", cuenta Luciana.
Los siguientes 10 minutos (lo que calcula que duró el robo) fueron eternos para ella. Su hija mayor seguía durmiendo y mientras todo ocurría rápidamente rezaba para que no se despertara. "Como no tenía plata en mi casa les ofrecí que se llevaran la computadora, un Ipad y mi celular".
Luciana cuenta que "algo más" surgió en el medio de esa escena, algo así como un "sostén sobrenatural" que la contuvo de no explotar frente a cada pedido y comentario de los ladrones, lo mismo que mantuvo a su hija mayor dormida durante todo el robo. "Recuerdo que lo primero que me dijeron fue ´somos profesionales’, esa frase me desencajó por completo", relata y agrega: " ¿Cómo profesionales? ¿Profesionales de qué? ¿Yo estudié dos carreras y ellos son los profesionales?", se pregunta, aún hoy, asombrada frente a la confesión del ladrón.
Pero tal vez, más allá del robo y de la desafortunada sorpresa de encontrarse con dos "expertos del hampa" adentro de su departamento, hay un hecho que la marcó a fuego: "Ambos eran muy jóvenes, no pasaban los 30 años y uno de ellos era papá, me lo dijo mientras agarraba a mi bebé". En ese momento Luciana pensó qué había pasado en la vida de estos hombres para terminar en la delincuencia, cuál sería el ejemplo que le darían a sus hijos, y lejos de refugiarse en la bronca y las ganas de "matarlos a todos" pensó que seguramente, la infancia de esos muchachos no había sido fácil, que seguro habrían sufrido más carencias que alegrías.
"Con el tiempo nos dimos cuenta de que el robo no fue al boleo porque vivo en un edificio donde es muy difícil ingresar. Lo que pasó es que, esa mañana, mi marido se fue a trabajar y le rompieron la ventana del auto. Adentro encontraron las llaves de mi casa y la boleta del seguro con la dirección. Se la jugaron a ver si podían ingresar a mi casa y digamos que les salió bien. Así que mi nota mental es 'nunca dejes las llaves en el auto'", dispara.
Fueron 10 minutos. Ese lapso de tiempo le sirvió para reforzar la idea de un emprendimiento que hacía mucho tiempo quería comenzar y nunca se animaba: crear juguetes que pudieran llegar a las manos de todos los niños del país y ayudarlos a tener una mejor infancia, más cerca de los juegos y el aprendizaje y más lejos de la delincuencia. Un sueño un tanto utópico que con el tiempo se haría realidad.
Lo de Rodolfo, el comienzo de un largo camino
Si bien toda su vida se dedicó al mundo de las finanzas su otra pasión siempre fue el diseño y la parte más creativa de formar un negocio que tuviera una base de ayuda social y que pudiera generar un cambio positivo. "Creo que es posible construir un mundo mejor, más cálido, donde la paz y la igualdad sean realidades concretas y no solamente ideales. Mi misión y la de mi socia es lograr que todos los niños accedan al disfrute de su infancia, en la que su interior, su creatividad y su potencial estén amparados bajo un manto de amor y respeto por su individualidad. Todos los niños merecen una infancia que despierte su interior, y los juguetes, tal vez, sean uno de los medios para que ellos puedan acceder a esto", confiesa.
Así nació la juguetería didáctica, Lo de Rodolfo, en honor a Rudolf Steiner, el creador de la escuela Waldorf. "Para que todos los niños crezcan y sean adultos libres y comprometidos con la paz, merecen una primera infancia que potencie su interior, rodeados de juguetes que los respeten, que respeten el medio ambiente y a los trabajadores que los producen". Basada en la pedagogía Waldorf, todos los juguetes que están en la tienda son cuidadosamente seleccionados y diseñados bajo este concepto.
Todos los juguetes son de líneas simples, de madera, con materiales no tóxicos, sin plásticos, ni pilas, ni pantallas. "La idea es que haya muy pocos eslabones entre la producción y el consumidor final, esto no sólo agrega menos costo, sino menos huella de carbono", explica Luciana. La propuesta, además, es que estos juguetes despierten al niño y que sea él mismo el que determine para qué sirve ese objeto y no que venga con una serie de instrucciones, y que cuando el niño crezca o supere determinada edad ese juguete quede obsoleto.
"Casi todos los objetos están hechos con maderas de muebles recuperados. Generalmente usamos pino, guatambú, ocumé y marupá", dice. Por otro lado, los precios son accesibles, van desde los $100 hasta los $3900.
Juguetes solidarios, infancia feliz
Para Luciana y su socia Alice, no existía otra opción de comenzar un proyecto para niños que no estuviera bajo el marco del voluntariado. Por eso, acordaron que esta juguetería haría lo suyo para aportar su granito de arena. "Creamos el VosxUno, una propuesta que busca que por cada juguete que se compra, la tienda le da uno igual a otro chico que también se lo merece", relata. Los destinos de los juguetes son a lo largo y ancho de todo el país y siempre se trata de elegir distintas organizaciones sin fines de lucro junto con la opinión de los clientes.
"Cuando empecé con todo esto mis conocidos me decían: ‘¿en qué les va a cambiar la vida a esos chicos porque vos les regales un juguete? No arregla nada, es como tirar una gota de agua en el medio del mar’. Hoy, dos años después, todavía no tenemos estadísticas del impacto que esto generó en todos los chicos. Pero si de algo estoy segura es que gracias al VosxUno se generó un círculo virtuoso".
La cadena de favores arranca entonces con la producción de los juguetes, sigue con la compra por parte de los clientes y finaliza cuando el mismo llega a las manos de dos niños que reciben el mismo juguete en condiciones de igualdad, el que lo compró y el que no lo pudo comprar. "Cuando uno comienza con proyectos de este estilo suceden cosas muy bellas, la gente se copa y se suma al voluntariado, y con toda esa energía solidaria dando vueltas es imposible que algo salga mal. Todos los niños merecen una infancia que despierte su interior, merecen una infancia feliz", cierra Luciana.
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