¡Las madres tenemos derechos!
La comunicadora Beta Suárez lo gritó hasta que se hizo viral: #LasMadresTenemosDerechos. Y enseguida empezó a recibir muchísimas fotos de sus lectoras (más de 33 mil solo en Instagram) haciendo valer ese rol: largos baños de inmersión, una cerveza bien fría, la maratón de nuestra serie preferida, un buen chocolate, un rico café o todas esas y más cosas a la vez. Mujeres reales disfrutando de ese ratito a solas antes de tener que acudir al llamado de un hijo, una maestra, el pedido del supermercado, un turno en el dentista o lo que fuera que corte con ese clima.
Hablando de redes sociales y maternidad, una vez Beta me dijo en chiste: “Los bebés vienen con un blog bajo el brazo”. Y la verdad es que hay muchísimas cuentas de maternidad. Demasiadas para mi gusto. Mamá de trillizos, mamá fit, mamá extranjera, mamá arquitecta, mamá y pediatra, mamá en apuros, mamá jóven, mamá vieja. Mamá, mamá, mamá. Pero Beta, que fue pionera -lanzó Mujer, Madre y Argentina en 2007– logra algo que no consigue ninguna otra: hablar de las cosas más ordinarias y universales (piojos, la culpa, el pool escolar, los cumpleaños, la alimentación) con la dosis justa de humor y emoción. Además, es una de las preferidas de las marcas por la forma que tiene de comunicar los productos y por el ida y vuelta que genera con los lectores (el elogio que más veces debe haber recibido es: "Me sacaste una sonrisa y una lágrima al mismo tiempo").
Otros de los hashtags que creó en Instagram y que pegaron la vuelta son: #HoraMágica (ese momento invalorable en el que todos duermen menos vos) #FuerzaEmprendedora (que da ánimo e impulsa todos los proyectos de los emprendedores), #ModaEsLoQueTeGusta (Beta defiende que todos vayan por la vida vestidos con lo que se les cante, “porque no te hace más mujer pintarte la trompa de roja, ni te hace menos profesional calzarte los pantalones de cuero”), #JamásPeinada (porque con nenes chicos es casi imposible sacar una foto decente y con adolescentes mucho peor) y #MaternidadVerdad (el lado B de la maternidad, porque ponerle palabras a los errores o a las pifiadas alivia).
Este mes sacó su primer libro, Las Madres Tenemos Derechos, de Editorial Planeta, y créanme que vale la pena cada una de sus 333 páginas.
-¿Cómo surge el hashtag LasMadresTenemosDerechos? ¿Alguna vez te encontraste diciéndotelo a vos misma?
-Surge desde el humor, como siempre. Y el humor, en mi caso, aparece cuando hay una incomodidad que purgo riéndome de ella. Parte de la rebeldía de creer que tiene que haber un espacio más sano para ser madre que el que se balancea entre las exigencias sociales y las propias. Cuando lo pude poner en palabras “Las Madres Tenemos Derechos” ya no precisé decírmelo a mí misma. Cuando digo es porque ya es. Así como otros van al psicólogo, yo escribo (risas).
-¿Cómo vez la crianza paterna hoy? ¿Logramos que sea compartida o falta? Mi madre diría “una madre es una madre”.
-La veo mucho más saludable para todos. Es que para que existan momentos de placer compartidos, también tienen que haber momentos de responsabilidad –y tedio- compartidos. Falta, sí, pero estamos mucho mejor. Creo que los padres tienen más claro que además de tener que hacer lo que hay que hacer porque así debe ser, si no lo hacen se están perdiendo momentos de oro con los hijos. Y las madres también tenemos más claro que está bueno dejarlos “entrar”. Estoy de acuerdo con tu mamá, “una madre es una madre”, sólo que le sumo “y un padre es un padre”.
-Hay una frase tuya con la que me siento muy identificada que es “una madre que es solamente madre es demasiado para cualquier hijo”
-Me han insultado lindo por esa frase. Es que no significa que uno TENGA que salir a laburar, a estudiar, con amigas, etc. Cada madre tiene que hacer lo que le parece, pero al menos yo no quiero que mis hijas carguen con el peso de suponer que sin ellas no soy nada. Me parece que si no salimos al mundo es difícil traerles universos nuevos a nuestros hijos y además, no me copa que todas mis satisfacciones y todas mis frustraciones tengan que ver con ellas. Son lo más importante, pero no son lo único, y eso es liberador, y sano, para todos.
-¿Alguna vez te interpelaron tus hijas por hablar de ellas en redes? Yo a veces digo en broma que igual van a terminar yendo a terapia a hablar mal de mi.
-No, pero a la adolescente le pregunto porque me parece lógico hacerlo. La verdad es que para ellas, como para el resto de los duetos hijos/madre del universo, yo soy un embole. Hay algunas cosas que les dan orgullo y otras que no les importan nada. Coincido, van a ir a terapia. Los tuyos por vos, los míos por mí, pero es independiente de las redes.
-¿Qué te parece lo más difícil de la maternidad? De lo que te tocó hasta ahora, claro, porque siempre hay más.
-Hay tres cosas que me vuelven loca. La primera es verlas sufrir, aunque entiendo que es propio de la vida y que acompañar y aprender es algo que podemos hacer en esos casos. La segunda es verlas cargar con mochilas mías. Vivo desarmando esas cosas. No es culpa, son las ganas de que elijan las cosas que indefectiblemente les van a pasar y que no las hereden. La tercera es cuando advierto en sus formas cosas feas mías. El combo sigue siendo positivo, sin dificultad no hay maternidad. Pero todo lo vale. ¡Y qué maravilla las maravillas de los hijos!
-¿Cómo surgió la idea de hacer el libro?
-Sabía que iba a escribir antes de saber que iba a ser madre. Lo raro es que me haya demorado tanto. Soy de las pocas que escuchó más veces el “para cuándo el libro” que él “para cuándo el varoncito?”. Es una idea presente desde que soy adolescente. Fue mi proyecto más demorado, pero nunca lo abandoné. Es el primero de muchos libros, lo sé. Este libro lo podría haber editado yo muchas veces, pero la verdad es que quería someterlo a la mirada de una editorial que sepa, una mirada completa que contenga todo el universo que implica poner un libro en una librería. Por suerte no me dijeron “andá a poner un kiosco”, y por suerte hubo también mucha gente en el camino que se detuvo en mis palabras y que colaboró para que llegara a la editorial adecuada. Nada menos que Planeta, una locura.
-Me gustó el título del prólogo: “Las Madres Tenemos Derechos (¡Pero estamos tan ocupadas que nos olvidamos!)”, si no te conociera diría que sos una auténtica idishe mame.
-Soy una madre como todas, imagino. Escribo desde el humor y el humor exagera. Creo que mi sello personal es la capacidad de poder mezclar ese humor border con una emoción entrañable, de entrañas. Estoy muy presente en la vida de mis hijas, soy medio insoportable, pero también las criamos con mucha libertad. Tengo momentos, como todos, y me equivoco seguido, solo que con la excepción de algunos casos puntuales, no me castigo demasiado y esto permite el encuentro continuo con mis hijas (pobre chicas, en cualquier momento piden la emancipación temprana).
-¿Cómo fue el proceso de escritura?
-Empecé a escribir mucho antes de hacerlo público y fue muy, muy intenso, tuve días de 10 horas de escritura. Tuve dos epifanías que aligeraron la pluma. Una fue cambiar el “esto es lo mejor que puedo escribir” por “esto es lo mejor que puedo escribir ahora”. La segunda fue “este es un libro, no todos mis libros”. Escribir es vital para mi, entonces es agotador y fascinante porque tiene que ver con mi nervio más auténtico, con la zona en la que estoy más desnuda. Sin depilar. Frente a un espejo. Con una luz blanca de frente. Y agradezco enormemente ese lugar.
-¿Todo el material es nuevo, es una recopilación de tus textos o es un mix?
-El libro es 90% nuevo y hay un 10% de textos que tratan sobre temas que quería que estén sí o sí pero sentía que no iba a poder escribir mejor que lo que ya había escrito. Esos textos, sin embargo, también están re-escritos. El libro es nuevo y no lo leo más, no sea cosa de que pretenda seguir corriendo y cambiando.
-¿Es un libro para mamás?
-Me leen padres, personas sin hijos, personas sin intención de tenerlos, etc. Me parece ridículo pensar que para entender a la maternidad, o para que te interese, tenés que ser madre. Eso es mentira. Todos somos hijos. En el libro van a encontrar a la madre que les tocó y a todas las que los rodean. La maternidad es una presencia constante y fundamental en las sociedades, en tu barrio, en el mío. Ojalá la lectura les permita abrazar a las madres que los rodean y juzgar menos. Escribir tuvo ese efecto en mí.
-¿Qué fue lo más extraño que te pasó en las redes en estos años?
-En realidad lo que más me asombra (el blog va a cumplir 11 tiene, no sé si soy una pionera o un dinosaurio) es la capacidad generar empatía incluso con madres que tienen realidad sociales, geográficas, etarias, muy diferentes. Gente que se moviliza para traerme un regalo personal, algo que estaba en su familia. Gente que se siente liberada con lo que escribo, que me agradece que puede tener una maternidad más amable y con menos culpa, gente que me para en la calle y me abraza y recuerda mis palabras. Me asombra, y me conmueve, esto de generar en un otro un cambio positivo solo a partir de la capacidad que tengo de poner en palabras lo que nos pasa a muchos. Ojo que es la misma capacidad que otros puede tener para hacer una pared con ladrillos. No es ni más ni menos. Las palabras contienen y entonces, uno se puede apoderar de la idea. Es como si poder nombrarlo te permitiera avanzar. Y madres felices crían hijos felices, no hay mucho misterio.
¡Gracias Beta! Para leer más sobre ella les recomiendo que la sigan en Instagram.
¿La siguen en las redes? Si alguna compró el libro y quiere compartir qué le pareció con la comunidad Ohlala! las leo en los comentarios.
¡Buen fin de semana! Nos encontramos el próximo viernes.
Debbie
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