Lo dicen todas las estrellas de rock que vienen de visita, así que habrá que creerles: los sudamericanos somos gente muy apasionada. Y el fútbol, claro, es otro de sus mejores reflejos. En marzo, cuando la FIFA anunció que ya no quedaban más entradas para los partidos del Mundial, entre los países con más demanda de tickets figuraban Argentina, Brasil, Perú y Colombia, compartiendo el ranking con Rusia, Alemania y Estados Unidos. Como la distancia (13.000 kilómetros) ni el cambio favorecen (el euro está a unos $25), algunos hinchas viajeros se han entregado a la odisea de llegar al otro lado del hemisferio por vía terrestre y marítima (el pasaje en avión está a unos $30.000), y transformar su fanatismo en una aventura que recordarán por el resto de sus vidas.
LA VUELTA AL MUNDO, PEDALEANDO
Lucas Ledezma partió en bicicleta desde Toledo, un pueblito ubicado en el centro de la provincia de Córdoba, el 5 de enero, con la meta de llegar a Rusia seis meses después. Su plan es ir hasta Cancún, de ahí cruzar en avión hasta Madrid, y después seguir pedaleando hasta Moscú. En total serán unos 12.000 kilómetros y, a fines de mayo, ya va por la mitad. "No me quedo ni un día en las ciudades. Disfruto muy poco. No estoy en plan turismo", aclara. Su viaje tiene una intención solidaria: busca conseguir financiamiento para construir una escuela deportiva para gente discapacitada. Ya hay un terreno y recibió donaciones de ladrillos. La iniciativa se puede seguir (y colaborar) desde las redes sociales (@todoapedal).
Lucas es profesor de Educación Física y coordina el área de Deportes de la Municipalidad de Toledo, y busca incentivar a los más chicos. "Todos los años les hago hacer unas bicicleteadas y apoyan mucho esto. Algunos ya están haciendo viajecitos cortos y me mandan fotos", se enorgullece. "En Toledo siempre hubo fútbol, y yo llevé el vóley, el básquet, el hockey y el fútbol femenino. Es un pueblito que estaba quedado en el tiempo, y hace siete años que pude empezar a trabajar ahí. Los chicos me reconocen ese trabajo".
En su periplo con destino mundialista, Lucas recorre unos 100 kilómetros por día. Cruzó la frontera por el norte argentino, pasó por Chile y llegó hasta Perú, el país sudamericano que sabía que iba a llevarle más tiempo. "Lo más duro hasta ahora fue el desierto de Atacama. Ahí el viento te tiraba de la bici, literalmente. Tuve que frenar para buscar algún reparo y esperar que se calmaran los vientos, porque se hacía imposible", recuerda. Lo valida toda su experiencia previa: en 2014 se fue al Mundial de Brasil; en 2015, a la Copa América de Chile y en el 2016, a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Todo un apasionado.
¿Cómo es su cronograma actual? "Lo único que tengo organizado son los destinos, lo otro se va dando", explica. "Los lugares los voy programando día tras día. Los objetivos grandes y las rutas generales las tengo marcadas, pero siempre se modifican algunas cosas y hay que ir improvisando y viendo dónde te hospedás en cada uno. A veces, llego a un lugar muy temprano, y por ahí puedo meter un par de kilómetros más y lo hago. O si estoy muy cansado, paro". ¿Y las comidas? "Evito la comida chatarra. Como mucho pescado, arroz, frijoles, pollo, algo de carne. Y nada de alcohol, porque te deshidrata. De hecho, estuve un mes en Perú y no probé el pisco".
Lucas carga con una pequeña garrafa de gas butano, quemador, utensilios de cocina, olla, unos pocillos para calentar agua, alimentos básicos (arroz, fideos, sopitas deshidratadas), ropa abrigada, carpa, bolsa de dormir, colchón inflable, herramientas, repuestos… y un ukelele para distraerse un poco. "Me lo compré en Chile. Estoy intentando, todavía no me pude sentar a practicar, no me da el tiempo. Tenía una guitarra, que también estoy aprendiendo, pero era muy grande para llevar". Entre sus gustos musicales hay mucho rock nacional y reggae. Y, obviamente, cuarteto. "Me gustan los clásicos, Rodrigo, La Mona, La Barra y Sabroso. Y, cuando la ruta ayuda, voy escuchando Calle 13. Me gusta mucho el tema «Darle la vuelta al mundo». Esa es mi preferida, la que más me motiva".
Desde chiquito entendió que la bicicleta era un medio de transporte para conocer el mundo. "Veo un atardecer espectacular y voy pedaleando por la orilla del mar con una sonrisa de oreja a oreja, y pienso esa famosa frase de Caballos salvajes: «¡La puta que vale la pena estar vivo!». La naturaleza me inspira muchísimo y me llena de paz y tranquilidad. Trato de ir disfrutando todo".
UN MOTORHOME CON MOTOR A BIRRA
Los hermanos Lucas y Federico Martino van a Rusia en un motorhome en el que fabrican cerveza artesanal y lo transforman en bar itinerante para vender en cada ciudad que visitan. Su viaje es ciento por ciento sustentable. Son mendocinos y, cuando terminaron la carrera de Publicidad, se instalaron en El Bolsón. Allá se metieron en el mundo de los lúpulos y la fermentación, y se compraron una Belfort inglesa del año 64, de 10 metros de largo, por $40.000. Así unieron sus dos pasiones, o tres, si pensamos en el fútbol, el deporte que los hizo soñar con la idea de llegar a Moscú este mes. Hace dos años que están viajando y dándose a conocer por las redes sociales (@MotorbarSur). Desde la Patagonia llegaron a Guatemala. De allí se estirarán a Cancún para tomar un avión hasta la capital rusa, mientras resuelven cómo hacer para que llegue el motorhome. "Conseguimos una asociación con una persona en Honduras, que nos pidió que le montemos una cervecería y nosotros, a cambio, le pedimos los pasajes para Rusia. Ya estamos averiguando hostels y casas para llegar y fabricar cervezas allá. Y seguimos con la esperanza de que alguien nos cruce el bus: hasta que nos subamos al avión, vamos a seguir buscando la forma de pasarlo", cuentan, ansiosos, pero tranquilos de que no tendrán que venderlo para costear los aéreos, otra de las posibilidades que barajaban, como último recurso.
En esta aventura recorren 1.000 kilómetros por mes y cocinan unos 100 litros de cerveza. La Belfort funciona como fábrica y como bar que se monta para afuera, con solo levantar una barra de madera que está adosada a la parte lateral, con una gran ventana que se levanta. También ponen mesas y sillas. Producen cuatro variedades distintas (rubia, roja, negra e IPA) y van adaptando sus recetas a los diferentes países. Por ejemplo, en México hicieron una con chile habanero y, en Brasil, una con cacao. También lanzan botellas con ediciones especiales y dan charlas en hostels con cocciones abiertas al público. "Está claro que es un boom que está creciendo en todos lados. En donde está más presente es en Argentina y Brasil", precisan. "En México, no está tan consolidado, el común de la gente sigue tomando industrial, porque es muy barato comparado con el costo de vida". Sobre los controles y permisos, aclaran: "Nunca tuvimos ningún problema legal. La policía viene, se acerca y saluda. Tenemos clientes de todas las nacionalidades".
Los Martino salieron desde Argentina, pasaron por Uruguay, hicieron un tramo brasileño recorriendo el río Amazonas, cruzaron Venezuela y Colombia, y de allí tomaron un ferry hasta Veracruz, para después ir bajando desde México todo por Centroamérica. Fueron ocho países, 23.000 kilómetros en dos años. En Salvador de Bahía tuvieron un accidente con un camión que los chocó, y en Venezuela tuvieron problemas para atravesar la frontera, por la compleja situación sociopolítica que está viviendo el país de Maduro. Pero nada los detuvo.
"En todo este tiempo tuvimos muchas conversaciones entre nosotros y soñábamos en grande. El gran anhelo era el Mundial", reconocen. "Sabemos que este es nuestro Mundial, lo ganamos o lo ganamos. Nosotros más que nada queremos estar en la fiesta. Si podemos presenciar un partido, sería genial, pero ya estar allá va a ser un golazo".
¿Qué les deja este viaje? "Hay muchos viajeros por el mundo, pero es difícil encontrar un caso como el nuestro, que sea sustentable. Nos ha abierto muchas puertas, porque abarca a personas de todos los estratos sociales. Este viaje nos ha llenado de personajes, conocimos gente muy loca y hemos hecho amistades para toda la vida".
EL ESCARABAJO DE ORO
Nauro Júnior tiene 48 años, vive en la ciudad de Pelotas, al sur de Brasil, y desde el Mundial 78 que fantasea con ir a una Copa del Mundo en auto. Cuando estaba en el colegio, la maestra le encargó un texto sobre la ceremonia de inauguración en la cancha de River Plate, y el pequeño Nauro se fijó en el mapa, y se dio cuenta de que Argentina y Brasil no estaban tan lejos. Le dijo a su padre de ir por tierra y le contestó que era imposible. "Para todo niño su padre es un ídolo y, para mí, era un superhéroe", evoca. "Pero, esa vez, me decepcionó".
Cuarenta años después, tendrá su revancha. En otro hemisferio y en otro continente. "Va a ser una locura", piensa. Nauro estará presente en Rusia 2018 con su Volkswagen 68, el cual irá hasta San Petersburgo en barco, y él viajará en avión para recogerlo 60 días después, y recorrer toda la ex-Unión Soviética por ruta. Y lo más lindo: a la vuelta, terminado el Mundial, gane quien gane, atravesará toda Europa hasta llegar a Lisboa, y allí volverá a su país en aéreo. Nueve países lo esperan en total, en un auto que marcha a 80 kilómetros por hora y que lleva recorridos unos 26.000. "Va a ser un viaje histórico en mi vida", se ilusiona y cuesta no creerle.
Nauro es periodista y fotógrafo. Consiguió el auto en 2012 a cambio de un iPhone 5. Estaba roto el motor, pero lo arregló y empezó a soñar en grande. Primero fue a Uruguay, en un viaje para festejar que había terminado la carrera de Filosofía. Después, recorrió toda Argentina, hasta Ushuaia y la Antártida, y empezó a subir por Chile y llegó hasta Bolivia y Perú. "Un día entrevisté a Eduardo Galeano y me dijo que los sueños, una vez que los cumplís, hay que renovarlos. Así que en 2019 voy a terminar lo que me falta de Sudamérica, llegando a Colombia y Ecuador, para después entrar en América Central", adelanta, emocionado. "Hasta México no paro. Eso sí, a Estados Unidos no pienso ir".
Además de Galeano, otro uruguayo al que admira es Pepe Mujica, conocido fanático de los Volkswagen clásicos. "Tengo el privilegio de ser su amigo y siempre me regala verduras de su huerta", detalla. Los partidos del Mundial 2014 no los vio en Brasil, sino en casa del expresidente charrúa. "Estuve muy cerca del pueblo uruguayo, ¡hasta hinché por ellos! Cuando quedaron eliminados, seguí los partidos de Brasil. Y, en el último partido, después del 7 a 1 contra Alemania, le dije a mi mujer si quería ir a Rusia conmigo. Pensó que era una broma, pero me dijo que sí. Desde aquel día empecé el proyecto de ir hasta allá y ahora por fin se está concretando".
Nauro difunde todas sus aventuras a través de Facebook (Expedição Fuscamérica) y cranea un documental mostrando la contracara de Rusia 2018. ¿Cómo será? ¿A quiénes entrevistará? "El único idioma que hablo es el portugués, y un poco de español, no sé ruso ni inglés, pero como el auto es tan simpático, todo el mundo siempre se acerca para conocer la historia de este loco que viaja desde el sur de Sudamérica", cuenta. "La pasión por el fútbol es mundial. Y la pasión por los autos, también".
¿Y por quién va a alentar esta vez? "Hincho por tres países: Brasil, Uruguay y Argentina. Uruguay me encanta y en Argentina tengo grandes amigos. Pero espero que salga campeón Brasil, je". Y cierra: "Muchos creen que estoy loco, pero soy un loco feliz. No soy un coleccionista de Volkswagen, solo me gusta viajar".
MÁS QUE NADA, QUEREMOS ESTAR EN LA FIESTA, DICE LUCAS MARTINO. PERO SI PODEMOS PRESENCIAR UN PARTIDO SERÍA GENIAL. PERO ESTAR ALLÁ YA ES UN GOLAZO.""
CON ESPÍRITU GITANO
La Fanfarria del Capitán va a tocar en Rusia por quinta vez. La banda argentina de ritmos balcánicos (imaginen una mezcla entre Emir Kusturica & No Smoking Orchestra y Los Auténticos Decadentes) gira por Europa desde hace ocho años y esta vez, con el Mundial de fondo, tendrá un sabor especial para todos sus músicos. La primera fecha será el 15 de junio en Moscú, junto a Bersuit Vergarabat, en la previa del debut de la Selección contra Islandia.
"La primera gira la hicimos con el Google Translate, sin entender si lo que nos decían que estaba confirmado era un show, el hotel o la comida", rememora, entre risas, el cantante Jerónimo Cassagne, sobre aquellas andanzas de 2012. "Pero íbamos confiando en la buena onda de los productores y, al final, salió todo perfecto". Esa vez estuvieron dos meses en el país de Putin y recorrieron 25 ciudades. Así fue como empezaron a ir con regularidad y a ganarse cierta reputación allá, con shows muy enérgicos y coloridos. "Un año nos llamaron a ver si podíamos ir de una semana para la otra y le dijimos al productor que necesitábamos tener más shows para solventar el viaje… ¡y nos metió cinco en un día!".
Jero asegura que los rusos son muy futboleros y que, en más de una oportunidad, hablarles de Maradona los salvó en los controles policiales de la ruta. "La música que hacemos, alegre y fiestera, nos abre puertas todo el tiempo, porque estamos con la mejor onda y a la gente le gusta el español porque es algo raro para ellos. Y, además, ¿qué banda argentina va a Rusia? Te queda en la otra punta, es muy difícil". Y aunque lo que más les interesa es aprovechar el microclima multicultural que rodea a la Copa del Mundo, van a tratar de ver los partidos. "Esperamos poder alentar a la Selección."
¿Les rinde económicamente? "Primero hay que cruzar los números rojos para empezar a ganar algo. En algunos países sembramos y, en otros, cosechamos. Hemos tocado en boliches y en festivales de 20.000 personas. Siempre tratamos de abrir nuevos países. Este año vamos a girar fuerte por Hungría, porque hasta ahora solo hicimos Budapest. Y vamos con Galileo, nuestro hijo de 2 años, así que eso es un bondi también".
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