Lanzó un emprendimiento de equinoterapia y de 5 caballos pasó a tener 27
A la hora de arrancar tu propio negocio, vas a escuchar muchísimas opiniones (la mayoría, no solicitadas) de por qué NO tenés que seguir por un determinado camino, o de por qué en este momento, o en este país, no te conviene emprender. Aún así, si sentís que tenés entre manos un negocio en potencia y las herramientas necesarias para ponerlo en marcha, no dudes en escuchar tu propia voz. Eso fue lo que hizo Melisa Camps cuando todo el mundo le tiraba abajo su sueño de emprender con caballos, su verdadera pasión. Acá te contamos cómo logró crear Equinospay todas las dificultades que tuvo que atravesar.
Melisa Camps tiene 29 años y es la feliz propietaria de un centro de equinoterapia y equitación en Carlos Paz, Córdoba. Emprendedora nata, es hija de un farmacéutico también muy emprendedor (su papá dejó la seguridad de la farmacia para abrirse un próspero negocio de software para farmacias) y de una madre a la que siempre vio emprender, de una u otra forma, y con miles de proyectos. Y aunque seguramente esa pasión por probar cosas nuevas que mamó desde chica la ayudó con esto de lanzarse a la aventura, la realidad es que su familia poco y nada tiene que ver con el mundo de los equinos. A Melisa simplemente le fascinaban los caballos desde su más tierna infancia. Tal es así, que cuando cumplió 10 recibió de regalo un alazán enorme y bondadoso que se quedó a vivir en la quinta familiar. "Se llamaba Jorge y fue mi primer gran maestro. Me enseñó muchísimo y me emociona acordarme de él. Ya era grande cuando me lo regalaron, y murió conmigo, cuando yo tenía 15 o 16" cuenta al borde de las lágrimas. Su pasión por los jamelgos la desborda, no solo cuando habla de su proyecto, que luchó por abrir contra viento y marea, sino principalmente cuando describe los principales beneficios de trabajar con caballos: "Te bajan a tierra y te transmiten paz. Entrás en un ambiente diferente cuando compartís con ellos. Son tan distintos a nosotros que tratar de meterte en su mundo te hace conectarte más con vos. Además, ayudan a la gente a tener más conciencia de sí misma y de la relación que tienen con otros. Son un reflejo de tus acciones."
La primera experiencia
La forma que Melisa encontró para acercarse a los caballos fue trabajando en un centro que organizaba cabalgatas y del que la contactaron cuando dejó su currículum. Lo hizo desde los 19 hasta los 22, cuando finalmente decidió alejarse por no estar de acuerdo con algunas cuestiones, como malos tratos con los animales y gente un tanto complicada. "Ahí fue cuando por primera vez decidí abrir mi propio lugar, pero me fue muy difícil sostenerlo en el tiempo" cuenta con un dejo de tristeza. Si bien se formó todo lo que pudo en la disciplina (en Córdoba solo había un lugar en donde enseñaban equinoterapia y en todo el territorio nacional hay bastante pocos…), la falta de cooperación de su entorno la obligó a tirar la toalla a los dos años de haber arrancado. "Todos me decían ‘Meli, estudiá y después ves qué haces’, jamás un ‘Che buenísimo, te va a ir re bien’. A eso se sumaron un par de experiencias con maestros que en vez de querer ayudar querían sacar rédito. Me pasó con un caballo que tenía, que me lo habían regalado, y un maestro habló con la antigua dueña y se lo quedó. Fue un dolor tan grande, que dije ‘Hasta acá llegué", cuenta Meli, dejando en claro que la primera dificultad no fue económica, sino más bien con la gente.
Decidió entonces hacer lo que tantos le aconsejaban y se puso a estudiar agronomía, una carrera de la que, si bien no se recibió, logró sacar todos los conocimientos necesarios para cuidar los caballos y administrar el negocio: "Lo que tenía que saber sobre manejo animal, con respecto a su alimentación y sanidad, lo aprendí en la facultad, y sin eso no podría haber llegado a donde estoy hoy." dice orgullosa. A eso sumó una formación en finanzas, publicidad y redes, lo que le dio la fórmula perfecta para un negocio rentable. No obstante, para que Melisa volviera a tener ganas de emprender tuvieron que pasar dos años, tiempo en el que trabajó arduamente: cursando en la facultad y trabajando en la empresa de su papá los días de semana (en donde dice que sumó conocimientos web, además de a través de la app Google Primer); y haciendo cursos y colaborando con un centro de equinoterapia los fines de semana, el mismo del que se había ido pero con el que ahora comulgaba porque había cambiado de administración.
La segunda escuela
A los 26 decidió que era tiempo nuevamente de lanzarse a la aventura. Esta vez, mucho más decidida y haciendo oídos sordos a todos los que querían tirarla para abajo. El predio iba a ser el mismo de antes, un terreno familiar de dos hectáreas en las afueras de la ciudad. El nombre también lo iba a mantener, sobre todo teniendo en cuenta su origen: había surgido como un chiste en una charla con un tío muy gracioso, que escuchando los sueños de su sobrina para con los caballos le dijo a plena carcajada que lo que ella imaginaba era más un "equinospa" que una escuela, y a Melisa le encantó la idea. Puso entonces manos a la obra, reunió al equipo e invirtió cada peso juntado en levantar el centro/escuela. A ese camino se sumó además un ángel de la guarda, una mentora que haría toda la diferencia: Andrea Pigazzi, fundadora de Relinchos, una escuela de manejo natural del caballo y técnicas compasivas de entrenamiento y una verdadera eminencia en lo suyo, porque ejerce hace más de 27 años. "Ella me hizo ver el mundo de los caballos de una forma que yo no conocía. Me hizo crecer muchísimo y me ayudó a ordenarme. Es como una segunda mamá, porque me acompaña en todas las decisiones que voy tomando. Fue la que me mantuvo en línea para que no perdiera los objetivos. La conocí porque yo quería seguir puliéndome en equitación, puntualmente en una disciplina que se llama adiestramiento, y me la súper recomendaron. Fue una luz en el camino, porque es muy agotador el tema de los caballos y ella siempre me guió diciéndome ‘Seguí por ahí, que te va a ir bien’." cuenta agradecida.
Los desafíos y el crecimiento
Cuando Melisa habla de los desafíos que tuvo que enfrentar, enumera principalmente 3 cosas: la constante necesidad de ajustar los precios en un emprendimiento que ya de por sí tiene costos muy elevados; lo duro que es liderar un equipo, en donde "la clave es tratar de escuchar las propuestas y los objetivos de todos, sabiendo a dónde quieren ir y qué es lo que disfrutan" y finalmente, la dificultad de conseguir caballos mansos para trabajar, porque según cuenta: "Comprarlos no es fácil. Nunca llegas a conocerlo cien por ciento y además no suelen ser muy sinceros los que te lo venden. Igualmente la verdad es que yo he conseguido unos caballos de los que no puedo quejarme" añade, al tiempo que relata que a algunos los conocía de cuando trabajó en las cabalgatas e hizo lo imposible rastrearlos. "Los encontré después de que se habían revendido, y morirán conmigo".
Más allá de lo difícil que es mantener un negocio de equinoterapia, Melisa logró encontrarle la vuelta, haciéndolo crecer cada día más. Hoy por hoy no solo trabaja con discapacidad, sino que además logró sumar clases de equitación de mayor nivel, lo que le amplió el público porque pudo sumar adultos. Así, de haber arrancado con 5 caballos, hoy tiene nada menos que 27. "Todo lo que iba generando lo invertía, y es algo que sigue en progreso. De ahí salió el capital. Lo básico está listo. Tenemos equipos nuevos para todos los caballos, como monturas, cabezadas y riendas, además de todo lo que se usa para el trabajo diario en las pistas, que son 3. Es algo que me permitió ordenarme con la inflación, a la que le tenía bastante miedo. Al no tener que invertir me relajé para tener algunas ganancias extra." cuenta. A esa virtud de ser metódica se sumó otra, su amor por el mundo techie: "Me gusta la tecnología y eso fue algo que me ayudó mucho en el ambiente de los caballos, porque nadie es tecnológico en este rubro. Por eso hoy vos buscás equitación y te aparece por todos lados mi escuela. Fue por todo el trabajo de hormiguita que fui haciendo en página, a la que le sumé videos, por ejemplo. Eso te da ventaja".
El emprendimiento de Melina es un ejemplo de superación, que aún tiene mucho camino que recorrer, pero que cuenta con el mejor de los pronósticos. Buena parte de todo el aprendizaje que logró en este tiempo puede resumirse en lo que según ella fue el mejor consejo que pudieron darle: hacerle siempre caso a los que siente. "No me he equivocado. Las decisiones que tomé por suerte han salido bien. Por ejemplo, cuando decidí que era el momento de abrir la escuela de nuevo, con todos los miedos que tenía de que era lejos y de que quizás no venían los clientes. Y no fue así, se empezó a sumar gente desde el día uno" cuenta feliz, segura de que todo lo que viene va a ser aún mejor.
EN NÚMEROS
- Empezó con 5 caballos y 2 monturas viejas.
- 3 pistas tiene el predio (equitación, equinoterapia y corral redondo para entrenamiento) y 5 equipos de salto y adiestramiento.
- 6 personas trabajan en el predio, en el área de equitación y en el área de salud con personas discapacidad que asisten a la escuela.
- Más de 10 caballos de clientes se encuentran en guardería dentro del predio.
- $700 salen las clases de equinoterapia (se acuerdan 3 meses a mitad de precio hasta lograr la posible cobertura de obra social).
- $650 la clase individual de equitación.
- $450 la clase grupal.
- $4500 sale la guardería equina "All inclusive".
- $1800 sale el entrenamiento para Equinos (2 veces por semana).
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