La virginidad no existe y te contamos por qué
Expertas nos explican que este concepto es una construcción social; en nuestra cultura, permanece la idea de que para varones es un plus empezar a tener relaciones sexuales; las mujeres, en cambio, pareciera que “perdemos valor”
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La sexóloga y psicóloga Erika Salinas posteó en Instagram: “La virginidad no existe”. Reflexionaba: “Cuando nosotras tenemos sexo por primera vez ‘perdemos valor’, pero cuando los hombres lo hacen lo ganan. Raro, ¿no?”.
Y así llegaba a la conclusión de que la virginidad es una construcción social. “El valor y peso que este concepto tiene para las personas con vulva no es más ni menos que un aprendizaje social. La sociedad (patriarcal) le ha dado valor a esta idea de pureza que ha sido utilizada como una poderosa herramienta para controlar y reprimir la sexualidad femenina”.
La discusión acerca de la virginidad forma parte del diálogo en redes sociales. Lo proponen sexólogas, psicólogas, ginecólogas y miles de mujeres nos sentimos interpeladas. ¿Cómo surge el concepto de virginidad? ¿Por qué es diferente en varones y en mujeres? ¿Por qué se vincula el himen con la virginidad? ¿Cómo es el himen, tiene alguna función fisiológica? ¿Si hago un deporte se puede romper? ¿Y eso qué implica?
Empecemos por lo fisiológico. La ginecóloga y sexóloga Sandra Magirena en su consultorio online por Instagram suele referirse al tema. Cuando le consultamos si el himen tiene alguna función específica en nuestro organismo deja muy claro que no.
Define que “el himen es una membrana elástica, un resabio embrionario de dos partes que se unen para formar la vagina y la vulva”. También podría decirse que es una barrera para sostener fluidos. Cada mujer tiene un himen diferente de tamaño y de forma y hay casos en que se rompe al practicar algún deporte, como gimnasia o ciclismo y, en cambio, puede que tengas sexo y no se rompa. “No tiene relación con la virginidad”, remarca.
¿Cómo es esto? La sexóloga y educadora Analía Pereyra nos cuenta que el himen adquirió importancia a lo largo de los siglos porque se lo ligó al concepto de virginidad en las mujeres, es decir, al hecho de no haber mantenido relaciones sexuales con penetración.
“La importancia de preservar la virginidad de la novia al contraer matrimonio se deriva de la necesidad de los varones de asegurarse la paternidad de los hijos engendrados por su esposa. Y por eso la virginidad era una garantía de la futura paternidad y así adquirió un significado moral y se convirtió en un rasgo muy valorado, hasta fetiche”, dice.
Recuerda que el himen al considerarse erróneamente una prueba anatómica de la virginidad de la mujer, pasó a ser un símbolo y era esencial que las mujeres sangraran en su primera relación sexual con penetración. Trae como ejemplo, que, en muchas culturas, si no aparecía sangre en las sábanas, las mujeres estaban en problemas; en tiempos bíblicos eran lapidadas por no cumplir con este requisito.
La significación de la palabra himen hace alusión al dios griego del matrimonio que murió después de casarse, llamado Himeneo. Se creía que residía en la membrana vaginal y que era la primera víctima en la tan preciada noche de bodas. Estas ideas mitológicas que parecen tan alejadas, aún impregnan el modelo de la relación sexual actual, que la sexóloga define como de “penetración vaginal, coito-centrista y androcéntrico”.
Una prueba de esto es que, en el siglo XXI, sigue habiendo personas que identifican al tejido membranoso llamado himen con la virginidad y se esfuerzan por recuperarlo cuando ya no está. En distintos lugares del mundo se practica una intervención quirúrgica llamada “restauración del himen” o “himenoplastía”.
Es necesario destacar que el himen es una membrana que puede ser más fina o más gruesa, puede tener orificios más grandes, más pequeños, muchos orificios... pero que no tiene nada que ver su existencia y su forma con el goce de la mujer y, tampoco, del varón.
Pereyra remarca y coincide con sus colegas: “La virginidad es un constructo social y se valió y vale de elementos como el himen para controlar la sexualidad de las mujeres”.
En la misma línea, el podcast Comadre, en particular en el episodio: Virginidad y confusión, la sexóloga clínica y divulgadora de contenido sexológico transfeminista en redes sociales Carolina Meloni se explaya en la virginidad como una construcción social, porque es la sociedad la que le da valor a una idea.
“Esta idea es fruto de la mercantilización del cuerpo de la mujer que ha sido utilizado durante siglos como arma para controlar su sexualidad”, dice. Cuenta que en muchas sociedades los padres venden a sus hijas al mejor postor y las casan para obtener un beneficio. “Son objeto de comercio, por lo que deben ser entregadas puras, como vienen de origen, de fábrica, cero kilómetro. Es por eso que muchas mujeres lo pierden todo, con tal de no perder su virginidad”.
Vuelve a la desigualdad entre varones y mujeres que planteábamos al principio. “Cuando una mujer ‘pierde su virginidad’, pierde valor; ahora, cuando un hombre tiene sexo por primera vez, mejora. Nos encontramos con esta doble moral, que compensa a los hombres por ser seres sexuales y condena y avergüenza a las mujeres que lo son”, dice en el podcast.
Agrega que el concepto de virginidad también es problemático porque refuerza la heteronormatividad: las prácticas sexuales como el sexo anal, sexo oral, la masturbación mutua no se contemplan como actividades con las que perdés la virginidad. Es decir, solo la perdés si se rompe el himen mediante una penetración. Las lesbianas, por ejemplo, serían vírgenes eternas. Quienes tienen sexo oral o anal, también.
Para la sexóloga y psicóloga Denise Regadio también la virginidad es un constructo social para controlar a las mujeres, e interpela: “Deberíamos preguntarnos: ¿somos vírgenes de himen? ¿de orgasmo? ¿de penetración?”.
La experta se explaya en las diferencias entre varones y mujeres en materia de sexo y deseo. “Desde adolescentes, los hombres tienen acceso a masturbarse, a conocer su propio cuerpo, empiezan una relación con su pene. También, se los alienta a tener su primer encuentro, hasta el propio padre llevaba el nene a debutar: eso era rebien visto”, señala.
A diferencia de esto, “las mujeres llegamos a ese primer encuentro pensando que hay un pene que nos va a dar placer, porque desde siempre la educación tuvo una mirada binaria y heterosexual”.
La sexóloga cita encuestas que ella misma realiza en su práctica de consultorio para contar que es muy raro que en un primer encuentro con penetración una mujer tenga un orgasmo; eso viene mucho después. “¡Cuántas malas experiencias nos ahorraríamos si supiéramos de nuestro cuerpo!”, reflexiona.
La virginidad juega un papel importante en todo esto. “Te venden que lo que tenés en tu vagina es sagrado, frágil, delicado, que tiene que estar guardado para alguien especial”, suma. “Si dejás de ser ‘pura’, eso tiene como una connotación negativa en lo que refiere a la mujer y a la sexualidad”.
Entonces, en relación a la virginidad la sexóloga nos pregunta a las mujeres: ¿Qué ocurrió primero, la penetración o el orgasmo? “Seguramente ocurrió primero la penetración, en esta cultura en la que las mujeres tenemos relegado el placer y estamos enfocadas en la reproducción”.
Regadio se centra en la necesidad de enseñar Educación Sexual Integral (ESI) a todos los niños y niñas, con una orientación ligada al placer y al autoconocimiento. “Que el primer acceso a nuestro cuerpo sea con uno mismo, es la forma de cuidarnos y conocernos. Por eso, qué mejor que la primera vez sea con nosotras mismas”.
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