La vida es como una caja de chocolates
Sofi,
Hoy me vas a encontrar un poco existencialista, creo.
Todavía nos debemos un reencuentro, uno en serio.
No sé qué decirte. A veces simplemente no se puede decir mucho. Resultó un regreso sumamente emocional. Estoy segura de que te vas a volver a hallar en tiempo y espacio, sólo hay que dejar correr el río. Acá estoy para vos.
Quiero darte las gracias infinitas por regalarnos con Tani tan maravillosa canción en la ceremonia. Y por tus palabras en tu post; las leí con el corazón acelerado y los ojos desbordados.
La existencia está plagada de ironías y andamos por días extraños. Nuestro primer abrazo de bienvenida fue en un funeral, lo que me hace sentir que la vida se parece bastante a una película de Kusturica. Encuentros familiares en situaciones incontrolables, como las emociones de todos los protagonistas.
La figura de nuestra abuela Omi es fuerte, dominante. El epicentro de una familia singular, como ella. Con su partida no se llora sólo la pérdida, se lloran temores, alegrías, palabras dichas y muchas no dichas. Lo bello que fue, lo que no pudo ser, lo que podría haber sido y lo que no podía ser. Siento que más allá del proceso que vivimos juntos con esta experiencia, cada uno de nosotros se encuentra en una dimensión paralela, con sus propios recuerdos, íntimos, personalísimos e intransferibles.
El sábado, cuando volvía de tu casa, me encontré vagando por el barrio sin rumbo fijo. Me senté en un banco, a mirar a la gente pasar, las familias, las parejas, los niños compartiendo con sus padres una actividad de sábado, muchas risas.
Salvo que estemos atravesando una pérdida, queda claro que pensamos poco en la muerte. No detenernos en ella, es un poderoso mecanismo de defensa para avanzar, animarnos a construir, viajar, proyectar, no temer ante la idea de tener hijos. Y así, en muchos momentos, todo tiene un sentido claro, armonioso; pero en otros, la lógica desaparece. 2 + 2 = 5, como en el libro 1984 y como dice esta intensa canción:
Por ahí andaba, con estos pensamientos vagando por mi cabeza, cuando recibí un mensaje de José. Le conté que estaba sentada en un banco y que me daba cuenta que se parecía mucho al de Forrest Gump. Me imaginé ahí diciéndole a algún extraño: "La vida es como una caja de chocolates; nunca sabés qué te va a tocar."
A varios kilómetros de mi descanso, José había encontrado su caja de recuerdos de colegio: boletines, fotos, entre otras cosas. Otra dimensión. En mensajes de audio me iba contando lo que decían las anotaciones de las maestras: "No hables tanto en clase", "En serio, no hables tanto en clase." Más tarde recibí relatos recientes escritos por él: una de las emociones vividas al cuidar una semana a sus sobrinos niños y adolescentes, otro microrrelato de una ola que surfeó, "un olón", como dice él.
En los textos estaba plasmada la existencia misma: palabras sobre responsabilidades, comportamientos y sentido de la vida, y otras de impredictibilidad y adrenalina. "Así somos", pensé, "seres que buscan estabilidad y conservación, seres que necesitan libertad e imprevistos. Pura contradicción para sentirnos parte y también sentirnos vivos."
Sin darme cuenta, de pronto estaba en casa tirada en el futón, tapada con una de esas mantitas de avión hasta el cuello. Había refrescado y ya era de noche. El tiempo había fluido ligero, me había estado riendo. Los relatos de José habían resultado distractores, en ese instante me hubiera encantado decirle gracias y poder abrazarlo; pensar menos y sentir más, diría él.
Ahí estaba, necesitando compañía, y como caído del cielo, y sin saber lo que había pasado, me llega un mensaje de Sabri: "¿Cari, querés venir a casa?".
Qué palabras tan justas, claro que quiero ir.
Le conté y me abrazó fuerte: "Ay Cari, estoy medio bruja", me dijo, "Pasamos por delante de tu casa, vi luz y le dije a Ger: Cari no debe estar muy bien."
Cata, la hija de Sabri, se me colgó. "A mami también le pasó", me dijo suave. Sin duda, los niños son sabios y sus mimos sanadores. Y claramente, la muerte es una experiencia universal.
Sabés, el domingo me quedé a comer rico y a pasar la noche en lo de Flor. Le contaba que estaba durmiendo en living. Que como mami y papi viven en Uruguay, los estoy alojando y que quizás por eso también estoy agotada.
¡Pero qué lindo es tenerlos cerca!
Así anduve, atravesando las dimensiones, navegando mis sensaciones pero conectando con las palabras y encuentros terrenales.
Imagino que vos también estuviste saltando de un estado al otro, de un plano a otro.
Le pregunté a papi si creía en la reencarnación como algo posible. Me explicó su teoría de que en realidad no existimos, que el Universo entero pesa cero, que sólo existe el YO en cierta dimensión, que es tan sólo una de miles posibles y bueh.....me perdí y no entendí bien. Tengo que sentarme y escucharlo mejor.
Como sea, toda idea que se aleje de una existencia meramente corpórea, hoy me resulta atractiva.
Cierro con estas palabras que leí por ahí ayer:
"Una nueva vida llega y otra vida se va.
La vida se renueva constantemente; nunca pierde lo que da.
La vida sólo cambia de sustancia como quien cambia de hogar."
Te quiero,
Cari
- 1
- 2
Las declaraciones de Pepe Mujica y su mujer sobre la dictadura que provocaron polémica y llegaron hasta la Justicia en Uruguay
- 3
Escala la pelea en la Corte Suprema: Lorenzetti estalló contra sus colegas, que le respondieron con dureza
- 4
Jeta Castagnola: el crack que no puede verse en los videos, su lado sensible y lo que será jugar con “el mejor polista de la historia”