La transformación del Ecoparque, dudas y denuncias
El viernes pasado, un artículo de La Nación daba cuenta del estado actual del Ecoparque, ex Zoológico de la Ciudad de Buenos Aires, a un año del cierre de sus puertas. Todavía tengo muy fresco el recuerdo de la emoción con la que muchos recibimos la noticia de que por fin se transformaría en un espacio mejor para los animales. Había difundido la campaña de #SinZoo desde La vida en Verde, y sentía que dejar de exhibirlos como objetos era un paso necesario hacia nuestra evolución. Los ecologistas festejamos el logro de este proceso que terminaría, por fin, con el sufrimiento de tantos animales enjaulados.
Pero las imágenes del diario son contundentes: todavía no se cumplió con el anuncio inicial, la mayor parte de los animales permanecen en el mismo sitio, y con los mismos niveles de ruido en la ciudad. Para Horacio Rodríguez Larreta, los plazos son normales, dice que transferirlos a reservas naturales implica un riesgo mayor, aunque un año atrás estaba dispuesto a hacerlo porque "merecían estar en su hábitat natural". Las obras de remodelación, que en este momento se están realizando, encabezadas por el Ministerio de Modernización, Innovación y Tecnología, tienen como objetivo darle una lavada de cara para introducir grandes cambios: límites naturales en lugar de jaulas, más espacios verdes y recreativos, pero con indénticos fines de exhibición, algo similar al parque Temaiken pero en el barrio de Palermo, con más autos y smog.
Andrei Chtcherbine (su seudónimo es Coypus), es guardaparque de la Municipalidad de Pilar y activista por los derechos de los animales. Fue uno de los impulsores del proyecto de Jardín Ecológico que la ONG #SinZoo, ayudó a elaborar y que presentaron en la Legislatura gracias al diputado del partido socialista Alberto Camps No prosperó, porque se puso en marcha el proyecto del oficialismo del Ecoparque, que adaptó algunas ideas y modificó otras, para ser sancionado en diciembre de 2016.
Entre el 26 y el 28 de mayo, se desarrolló un encuentro de estudiantes en la Facultad de Ciencias Veterinarias (UBA), ahí Chtcherbine expuso su perspectiva, con el conocimiento de lo que implica darle prioridad al bienestar de los animales. El guardaparque dice que el proyecto tiene un rumbo incierto. Aunque hicieron algunas derivaciones de animales no queda claro cuándo se realizaría el traslado de la mayoría, es probable que algunos terminen en otros zoológicos. Tampoco se sabe cuántos se quedarán, con la excusa de que no se pueden trasladar. “Mientras se exhiban de manera directa va a seguir siendo un zoo”. Hoy la cantidad de visitantes permitidos es de dos mil diarios pero tal vez eso se modifique en el futuro.
Si hay una cuestión en la que coinciden los animalistas y los conservacionistas, sostiene Chtcherbine, es en el desconcierto ante las grandes obras e inversiones. “Creemos que hay otras formas mejores de invertir el dinero, ya sea trasladando animales o apoyando proyectos de conservación”.
Existe un fenómeno mundial, un cambio de conciencia, las personas ya no quieren ver animales encerrados, y tampoco quieren pagar por ello, por lo que dejan de asistir. El zoológico de la Ciudad de Buenos Aires pasó por múltiples privatizaciones antes de llegar a la estatización actual. Chtcherbine explica que la visión victoriana en la cual el animal era visto como un objeto para el entretenimiento se encuentra en crisis. La colección de animales exóticos, que hacen juego con estructuras vinculadas a su lugar de origen se percibe como decadente y obsoleta. A diferencia de otros activistas, a él sí le interesa el destino del espacio del zoológico para la investigación científica, la rehabilitación y la conservación de ciertas especies, para que tenga fines educativos pero sin exhibirlos como parte de un negocio. Lo que planteaba el Jardín Ecológico era un paseo público con revalorización de los edificios culturales y un museo de la crueldad hacia los animales, “que muestre lo que pasó ahí y sigue pasando”. También un polo de ONGs y un lugar especial de juegos para chicos. El Ecoparque promete zonas de acceso gratuito, actividades recreativas, espacios de consumo sustentable y zonas de conservación de las especies autóctonas.
La realidad es que hoy por hoy, la entrada es más cara desde que comenzó su reconversión. En su charla, el guardaparque se refirió además a la Asociación Mundial de Zoológicos y Acuarios (WAZA por sus siglas en inglés) en cuanto a ciertas incoherencias en su posición frente a la vista de los animalistas, “dicen que defienden a los animales, pero están dispuestos a exhibirlos como si fuera obligatorio un precio a pagar por la conservación”. No les cierra que fomenten el negocio en torno a los animales, también en los acuarios, donde orcas y delfines son forzados a hacer trucos; la solución no parece ir por ese rumbo.
Se trata de una cuestión compleja. Un sitio que cambia su percepción desde que fue creado ciento cuarenta años atrás. Un traslado que requiere una inversión millonaria si se le diera prioridad al bienestar de los animales. Empleados mal pagos, que hacen paro y luchan por mantener sus fuentes laborales, organizaciones proteccionistas que advierten la desprolijidad de la transición y se desvinculan. Hoy existen tres comisiones que observan la aplicación de la ley sancionada. Pero Chtcherbine dice que es lo suficientemente ambigua como para que los animales sigan en cautiverio, también acusa que nunca se valoró el trabajo y la lucha de la ciudadanía, y se desconoció la existencia del proyecto en el que se basaron para modificar el actual Ecoparque. Pide más transparencia en la gestión, que se publique dónde fueron los animales que se trasladaron y que todos puedan acceder a esa información. Mientras tanto, los animales son los principales perjudicados.
Gracias a Andrei "Coypus" Chtcherbine y a la organización SinZoo. Hay una petición en Change.org para que se cumpla con lo prometido.
Me encuentran en kariuenverde@gmail.com o Kariu en Verde
Abrazo grande.
Kariu