La posibilidad de cambiar en el ámbito laboral
Paula Aisenberg nos cuenta cómo fue aprendiendo a generar cambios en su recorrido laboral
Conocí a Paula en un momento en que las dos estábamos muy movilizadas. Nos acercaban la maternidad reciente y el deseo de hacer un verdadero cambio en el rumbo laboral que cada una había transitado con tanto esfuerzo y varios logros.
Con Paula inauguré en mi vida un estilo de amistad que luego pude repetir con otras amigas en distintos momentos: ser socias en el cambio. ¿Qué significa “ser socias en el cambio”? Acompañarnos activamente en lo que cada una esté ideando a nivel laboral, aunque sean proyectos totalmente diferentes. Intercambiar una mirada fresca y amorosa interesándonos por la otra sin necesidad de conocer demasiado el campo laboral que quiere explorar pero ayudándola a poner en valor sus capacidades y a mitigar sus limitaciones. Ayudarla a proyectar más allá del presente, hacerle aportes generosos, ponerse contenta cuando la otra va alcanzando lo que busca, alertarla cuando la está pifiando.
Paula y yo estábamos cada una con su proyecto incipiente. Paula había decidido dejar la docencia de nivel inicial (su último trabajo en ese campo había sido el de directora de un jardín de infantes muy prestigioso, y antes había dado clases sobre Educación Inicial en instituciones como la Universidad del Comahue) y empezaba una nueva etapa muy distinta, representando a actores y actrices, en un ámbito laboral que le era conocido ya que había crecido en una casa en que los padres se habían dedicado con mucho éxito a la producción artística. Yo, por mi parte, había dejado el periodismo para comenzar como consultora en planificación estratégica para temas de desarrollo sostenible. Decidimos compartir un espacio físico aunque tuviéramos trabajos tan diferentes, seguras de lo mucho que nos serviría el apoyo mutuo.
Fue genial. Supongo que mucho más divertido para mí que para ella: yo veía pasar a gente que había visto actuar en algún lado mientras ella, cuando se asomaba a mi oficina, solo veía a alguien que derretía sus dedos en el teclado pasando horas sin levantarse del asiento. Lo mejor era cuando ambas parábamos para un recreo y nos íbamos a la cocina a tomar un café con leche, un par de veces al día. El tiempo pasó y nos fue yendo cada vez mejor, al punto que un día nos quedamos sin lugar suficiente porque habíamos ido sumando gente, y ahí cada una siguió su propio camino laboral, ya encaminadas. La amistad se sostuvo en otras dimensiones.
En esos años (hará unos quince) fui testigo del crecimiento de Paula Aisenberg: vi cómo sembró la semilla de la agencia y cómo la hizo crecer. Hoy Paula representa a varios de los artistas que tienen roles importantes en la tele, el teatro y el cine. Invitada a Tiempo de liderazgo, Paula nos cuenta acerca de qué aprendió a la hora de cambiar en su vida laboral.
Los aprendizajes de Paula sobre el cambio
El momento de decidir el cambio.La vocación para mí es un lugar de contención. Si sabemos lo que nos apasiona, es más fácil construirse en esa dirección. Organiza la formación primero, y el desarrollo profesional después. Pero si en una etapa de tu vida tus intereses pasaron por un lado que ahora ya no pasan más y en esa etapa que se cierra no sabés cuál es tu pasión, si no podés identificar tus intereses es más complejo construir(te) profesionalmente. Sin saber a dónde buscar ni por dónde empezar. Como cuando uno se separa en el amor: a veces queriendo mucho a quien se deja, pero sencillamente sabiendo que ya no es más para vos. Hay momentos de la vida que te piden cambios. Y resulta que el vacío al que saltás finalmente no es tal. Cuando te empuja el deseo, el vacío está lleno de sorpresas.
Mi vida profesional se divide en dos etapas. En principio parece que nada tienen que ver una con otra, como si correspondieran a personas distintas. La primera etapa la dediqué a la educación. Fue extraño que habiendo alcanzado metas muy deseadas, habiendo llegado a habitar espacios laborales muy privilegiados, y habiendo estado feliz con la vida que llevaba, un día sentí que había llegado al final de ese camino, y que ya no quería pasar la vida dentro de una escuela. Al principio creí que solo se trataba de salir de la escuela, en el sentido del espacio físico. Pero eso fue solo para soportar el miedo que me daba el salto al vacío que me provocaba saber que ya no iba a seguir en ese camino. Entonces estaba separándome de la que había sido mi vocación por quince años, sin saber si alguna vez iba a volver a enamorarme de una profesión. Pero animarme fue una salvación. En esta etapa actual en la que me descubro que representando artistas también ejercito la empatía que ayuda a hacer crecer. En algún sentido, trabajo casi de lo mismo que antes: estoy ante un otro a quien mostrarle que con sus herramientas y otras que pueden trabajarse pueden ampliar sus horizontes. Y lo ayudo a armar ese camino, a hacer esa construcción. Un poco como lo hacía en el jardín con los chicos. Tengo la libertad que en esta etapa necesitaba. Manejo mis tiempos que me han dado la dicha de no perderme nada que no quisiera de la vida de mi hijo. Le agradezco mucho a los que me inspiraron a saltar a lo que parecía el vacío, los que me ayudaron a soltar algo que amaba pero ya no me llenaba, para encontrarme con un amor que es más para mí hoy.
El inicio de un camino independiente.Cuando empezás un camino nuevo, uno independiente en el que no te ampara una estructura, poco es certeza. Hay un tiempo largo hasta que el proyecto se consolida. Ese tiempo es de mucho trabajo en lo pragmático; pero también tiene mucho trabajo interno, porque no sabés si va a ir bien, si estás haciendo las cosas correctamente. Por momentos el crecimiento no se percibe y es un sentimiento angustiante. Se construye un poquito cada día y, sencillamente, hay que saber esperar.
He pasado por momentos en los que llegaba una hora del día en la que ya no podía hacer nada más para que sucediera lo que quería que sucediera. A las tres de la tarde la jornada parecía cumplida (no había mucho más por hacer que dependiera de mí) y me invadía una ansiedad de querer generar más. A veces llamaba a mi padre y le contaba de esta sensación, hasta que un día me dijo: “Si ya hiciste todo lo que pudiste hoy, no hagas fuerza. Cerrá todo y ¡a cazar mariposas!”. Practiqué ese consejo. Muchas veces me fui a cazar mariposas, porque de verdad que ya no había más que yo pudiera hacer en ese momento. Y poco a poco ese tiempo libre fue desapareciendo. La demanda de la agencia fue creciendo, y cada día necesitó un poco más de mí. Casi sin percibirlo. Y hoy casi no tengo tiempo de cazar mariposas.
Decidir con quiénes.Hay gente que arma proyectos en equipo desde el inicio. ¡Qué dichosos! Compartir un proyecto de trabajo me parece maravilloso. La responsabilidad y el desafío son tan grandes que hacerlo en equipo puede resultar fabuloso. Repartir funciones, tomar decisiones, discutir los procedimientos, defender los objetivos, corregir los errores en nombre de los objetivos. ¡Una gloria tener con quién compartirlo!
En mi caso, a poco de haber empezado hice equipo con un socio. Por un tiempo parecía que íbamos juntos y consecuentes con nuestro objetivo. Con modalidades distintas, nos potenciamos unos cuantos años. Pero el tiempo nos fue dejando ver nuestras diferencias, y la agencia empezó a mostrar algunos síntomas que no estaban bien. Lo que en un tiempo fue productivo y funcional se convirtió en obstáculo. Otra vez el miedo de enfrentarme a lo nuevo. Lo recuerdo como uno de los momentos más complejos del camino. No solamente por lo que venía después, sino porque no era fácil de transitar. Y una vez más, finalmente fue liberador. Relaciono esto con ese momento en que dejé la escuela: identificar que lo que antes funcionaba luego se convierte en un obstáculo y modificar ese estado implica pasar un momento muy incómodo, ¡seguro! Pero esos caminos conducen a estados que después se disfrutan mucho. Yo seguí sola con mi empresa. Me hubiera encantado que la sociedad funcionara. Pero otra vez: hay formatos que, en la profesión como en la vida, sirven en un momento y no en otro. Cuando sentí que la agencia no se estaba pareciendo a mí, necesité mover algo. Tardó un tiempo en reacomodarse y rearmar un equipo, hoy sin socios. Colaboradores y profesionales talentosos en cada área me aportan lo que no sé. Los asesores son herramientas valiosísimas. Me armé de otro modo. De un modo que me resulta, hasta la próxima vez que tengamos que repensarnos. Y hablo en plural porque no hay socios pero hay equipo, Me parece que de lo que se trata es de repensarse sin miedo cada vez que haga falta. Cada vez que nos encontremos en un momento nuevo.
Accionar pese a la duda
Hay cambios y cambios. Algunos vienen impuestos desde afuera, y otros, como los que generó Paula, nacen de uno mismo. Suelen empezar cuando tomamos conciencia de que las cosas no pueden seguir como están. Ahora bien, tener ese registro es necesario pero no suficiente.
Cambiar requiere de una energía particular y la posibilidad de avanzar aún en la duda. Es difícil bancar esa incertidumbre del cambio producido por uno mismo. En esos momentos generalmente uno sabe más lo que no quiere que lo que sí quiere. Y duda. Duda todo el tiempo. “¿Habré hecho lo correcto?” “¿Y ahora qué camino tomo?” “¿Serviré para lo que quiero hacer?” Si la duda no paraliza sino que alerta, entonces invita a pensar, a indagar respuestas posibles. Es necesario darle tiempo al cambio, sostener el intento para ver si resulta y prestar atención para afinar la puntería. En ese camino, contar con amigos que sumen al proceso viene muy bien.
Si uno tiene algo para ofrecer y existe gente que lo necesita, y si puede sostener eso que tiene para ofrecer e ir moldeándolo, hay mucho para que el sueño se concrete. Paula lo demostró en la práctica con su agencia.
Mercedes
¿Contás con amigos en los que apoyarte para cuando estás en pleno proceso de cambio laboral? ¿Son los mismos que están presentes en otras dimensiones de tu vida? Y vos, ¿sabés acompañar a tus amigos cuando son ellos los que están en medio del cambio?
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