La pasión según Shakespeare
El amor es todo lo que dicen que es el amor. Lo dijo Cole Porter e inundó el mundo de canciones. Y más en el Día de San Valentín para expresarlo con flores, bombones y viajes. Hay muchos lugares propicios y así lo cuenta este suplemento especial. Si uno está en París, lo que de por sí es una fiesta, le puede agregar un toque imaginativo.
Por ejemplo pasarlo bajo el estímulo de William Shakespeare (1564-1616), que el año próximo celebrará el cuarto siglo de su reinado sobre todas las pasiones humanas. "Todo el mundo es un escenario y todos los hombres y mujeres son actores".
En el Eurostar llegamos en 2 horas 20 minutos a Londres. No hace falta otro viaje en tren hasta Stratford Upon Avon porque ya fue suficiente sumergirnos sin darnos cuenta bajo el Canal de la Mancha leyendo una versión de sus Sonetos que, según los consumidores de su época, eran "azúcar puro". Un placer agregado es la traducción de Antonio Machado en alguno de sus poemas dedicados a la Dark Lady, la dama de cabellos negros con " ojos más oscuros que las alas de un cuervo"
Shakespeare ya había escrito sus 154 sonetos antes de terminar "La más excelente y lamentable tragedia de Romeo y Julieta" en 1597, antes de sus 35 años. Son enigmáticos como todo en su vida y obra, pero en su última parte se prestan a recordarlos de memoria en buena compañía porque están encendidos de pasión, con su gota de disgustos por infidelidades reales o supuestas y la marca del tiempo. Él mismo se presenta como calvo y maduro.
No parece que se deprimiera en la versión de Shakespeare Enamorado, que ganó el Oscar de 1998. Él mismo lo reconoce en la película mientras se hacía el enamorado "Palabras, palabras, palabras; una vez poseí ese don. Hacía el amor con ellas como el alfarero hace cuencos con el barro, ese amor que derrumba imperios, amor capaz de unir dos corazones frente al fuego del infierno y el azufre. Por dos peniques por verso, podía provoca un motín en un convento..."
El Londres de Elizabeth I no era el mismo que el de Elizabeth II, pero apuntaba bien. La población y los negocios florecían y en las orillas, al lado del Támesis, se construía The Globe, nacido para competir con otro, el Teatro de la Rosa, que era exitoso en un paraje residencial, más paquete. Los chimenteros de entonces seguramente sospecharon que la Dama de Negro era una señora de mala vida pero muy divertida en ese ambiente de pub y burdeles. Un investigador reciente supone que ella lo engañaba no sólo con sus clientes sino con un amigo. Cualquier parecido con un programa de la tarde de hoy es simple coincidencia.
Viajar abre el apetito y además de poemas podemos reconstruir aquellos tiempos con un desayuno completo a la inglesa, la apoteosis de panceta y huevos fritos que es tan exitoso que ahora lo sirven todo el día y no sólo por la mañana. Con panza llena el corazón contento y dispuestos a sobrellevar el frío y eventualmente la nieve en el Globe. Todavía no comenzó la temporada (mediados de abril a octubre) pero se puede recorrer el teatro vacío e imaginarse las escenas. Sentirse Romeo y poner cara al uso al robarle un beso a Julieta mientras se intercambian los versos. Agregando lunfardía : " Nos estamos congelando pero en tres minutos calentamos el ambiente?"
Son las 17 en punto, a punto de oscurecer, la hora del té a la inglesa. Que por supuesto se puede pedir un poco antes en Swan, la brasserie con dos pisos que mira al río. O una versión mas reducida en el Bar. Lo importante es la ceremonia con saladitos, scons, un cake y por supuesto un té de hebras justo a punto antes del herbor.
Fue una corta visita a Londres, una postal de San Valentín itinerante. ¿O acaso Shakespeare no se fue hasta Verona con Romeo y Julieta y a Venecia cuando los celos devoraban a Otelo?
En menos de 3 horas, con taxi hasta la estación con el castillo que hemos visto tantas veces en Harry Potter, estamos en París a tiempo para terminar la medianoche en un bistro pidiendo una sopa de cebollas en Montmartre, en Gare du Nord, muy cerca de la casa en que vivió Julio Cortázar.
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