La historia detrás de la editorial que fabrica las agendas que todos aman
Vik Arrieta tiene, junto a su socio y marido Pablo Galuppo, tres locales de Monoblock en Argentina, otros tres en Perú y juntos no paran de lanzar nuevos productos de la mano de ilustradores destacados, que se venden como pan caliente, no solo en sus tiendas, sino además en otras librerías y concept stores. Te contamos cuáles son las claves de su emprendimiento editorial que ya es una institución en sí mismo.
¿Cómo surgió la idea de arrancar con tu propio negocio?
A los 23 años decidí que la vida corporativa nunca iba a ser un camino para mí, porque las estructuras impuestas me impedían crear libremente y crecer a la velocidad que yo necesitaba. Así que me autoproclamé independiente en 2003, sin saber lo que iba a hacer. La idea llegó años después.
¿Tuviste un mentor? ¿Quién fue tu ejemplo a seguir?
Mis mentores son mis papás, que toda la vida fueron emprendedores y empresarios independientes. Cultivaron en mí esa necesidad de pensar las cosas a contrapelo, de que la falta de preguntas me incomode más que todas las dudas juntas. Después la vida me dio maestros de todas los talles y colores en amigos, libros y colegas.
Mirando en retrospectiva: ¿cuál fue el mayor desafío que tuviste que atravesar?
Cada vez más entiendo que el desafío es realmente uno mismo. Somos nuestro peor jefe: no planificamos bien a largo plazo. Subestimamos nuestra capacidad de generar una revolución y nos congelamos detrás de agendas imposibles cargadas de "tengo que". El desafío es aprender a discriminar lo esencial de lo que no lo es.
¿Y cuál crees que fue tu mayor acierto?
Entender que detrás de cada cosa que sale bien hay una bola de imperfecciones: de cosas que salieron de casualidad, a medio terminar, que falto pulir, que nadie miró. Pero exactamente igual es para cada cosa que sale mal: el éxito no tiene que ver con la perfección, sino con sostener la intención a través de un mar de personas y decisiones, teniendo el corazón abierto para recibir lo que venga, mientras empujás sin pausa hasta ese lugar que se vuelve luz para la humanidad. Ese es el único camino posible hacia lo extraordinario.
¿Con cuánto capital arrancaron?
Cero. Cuando armamos la primera versión de Monoblock como una agencia nos prestaban un espacio en una oficina. Y cuando hicimos la primera tirada de nuestro cuaderno prototipo, lo hicimos usando un espacio sobrante en un pliego de imprenta que el cliente nos regaló. Fuimos reinvirtiendo de nuestras ganancias de la agencia en la editorial hasta que el proyecto se tornó absolutamente sustentable.
¿Cuántos empleados tienen?
Hoy en Monoblock Argentina somos 19.
¿Alguien los ayudó a organizarse para lograr expandirse?
A lo largo de estos 11 años tuvimos muchas charlas con amigos mentores que nos ayudaron a pensarnos y nos animaron a crecer. Recientemente aplicamos a un programa de internacionalización a través del Sello del Buen Diseño. Vamos a ver qué experiencias nos aporta.
¿Tuvieron que capacitarse?
Tenemos una política de aprendizaje continuo por la que distintos miembros del equipo van tomando cursos presenciales u online de temáticas específicas afínes a lo que están creando. Además compartimos libros, podcasts, vamos a charlas... estamos alertas a todas las posibilidades de aprender que sean buenas para el equipo. A veces son cosas súper concretas y operativas, otras veces son habilidades más blandas. La idea de "capacitarse" no nos es muy cercana, somos más bien autodidactas y creemos en aprender haciendo.
¿Cuál es tu consejo para otras emprendedoras?
Emprender no es para las que tienen claro "cómo se hace", sino para las que están dispuestas a enfocarse en aprender cómo ser y hacer cada día mejor. Tu día tiene que estar lleno de preguntas por responder y de límites por derribar.
Como le pasó a Vik, emprender es ideal para las que no quieren estar atadas a un horario y a estructuras corporativas. Pero hay que estar dispuestas a aprender todos los días y a ir abriendo camino, muchas veces en medio de enormes dificultades.
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