La fuerza del linaje: integrar la historia familiar es una forma poderosa de darnos permiso para vivir con paz y autonomía nuestra propia vida
La terapia sistémica, y las constelaciones en particular, muestran cada vez más cómo todo lo que ocurrió en nuestra familia se convierte en recursos de nuestro sistema familiar; a veces estos recursos nos ayudan
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“Lo que es afuera, es adentro”, es una frase que nos quedó resonando luego de reunirnos con nuestra experta en constelaciones familiares y parte del equipo de OHLALÁ! en un café, una tarde soleada de viernes. Nos juntábamos a hablar de la fuerza del linaje familiar y, de repente, muchos sucesos a nuestro alrededor iban ocurriendo (ya te los vamos a ir contando en el desarrollo de esta nota) y, de alguna forma extraña, intervenían para sumar una nueva capa de información a la experiencia. “Esta fue una reunión muy constelada”, pensamos cuando terminamos. Porque constelar es justamente eso, es simplemente reconocer lo que es e integrarlo en nuestro sistema.
¿Por qué hablamos de linaje familiar en este número aniversario? Porque nuestra chica de tapa, Dalma Maradona, nos invita a pensar acerca del poder construir una historia propia, pero sin desconocer de dónde venimos ni qué cosas –buenas y luminosas, o quizá no tanto– eso nos trae a nuestra propia vida. Por lo general, nos pasa que no solemos pensarnos a nosotras mismas como un elemento dentro de un sistema, así que menos se nos ocurriría pensar que estamos actuando en función de emociones y dinámicas heredadas, cosas –incluso– que pudieron haber pasado antes de que naciéramos. ¿De qué modo podría impactar un evento trágico de un tío abuelo en mi vida de hoy? ¿Hay alguna forma en la que la resiliencia y la fortaleza de una bisabuela hoy pueda estar dejando alguna huella en nosotras?, pensamos.
La terapia sistémica, y las constelaciones en particular, muestran cada vez más cómo todo lo que ocurrió en nuestra familia se convierte en recursos de nuestro sistema familiar. A veces estos recursos nos ayudan. Por ejemplo, si en Europa mis antepasados tenían problemas económicos y migraron, yo puedo tomar ese recurso como una alternativa ya explorada. Otras veces..., esos recursos no suman tanto. Por ejemplo, si mi abuela sintió dolor porque nunca más vio a su mamá y nunca más habló del tema, es probable que yo herede el silencio como recurso ante el dolor.
El modo como va “bajando” la información influye en nuestra realidad presente. Eso es lo que llamamos “la fuerza del linaje”. ¿Y qué es el linaje? Es el conjunto de antepasados y descendientes. Es como una fuerza que viene bajando, como “una cascada que nos moja”, dice Mabel Ugarte, nuestra consteladora experta. Son patrones emocionales que nos llegan a través de nuestros genes y de las dinámicas de comportamiento que heredamos, incluso de personas con las que no necesariamente compartimos lazo sanguíneo, sino que de algún modo afectaron o influyeron sobre nuestro bando biológico.
¿Por qué mirar el linaje?
Podemos pensar el linaje como un gran recurso al que podemos recurrir; una energía superpoderosa que se activa cuando tomamos conciencia de que existe. Es la energía de vida que nos legaron nuestros padres y, a través de ellos, nuestros abuelos y, a través de ellos, nuestros bisabuelos... y todos nuestros ancestros.
Es decir, nuestro linaje existe, independientemente de que lo miremos o no. Esa cascada “chorrea” sobre nosotras sin que muchas veces tengamos conciencia de ello. Mirar de dónde venimos, buscar comprender, nos ayuda a sanar e integrar. Para eso es necesario que exista un movimiento activo de nosotras tomando de nuestros antepasados, empezando por mamá y papá. Es allí que cosas maravillosas suceden, se hacen presentes las fuerzas invisibles de nuestros antepasados y siempre lo hacen por nuestro bien. Todo lo que podamos reconocer, aceptar e incluir es, luego, un recurso para no repetir viejos comportamientos, pero, sobre todo, para entender cuál es nuestro lugar en esta familia, en esta vida.
Honramos nuestro linaje haciendo de nuestra vida una buena vida. Con el apoyo del linaje, es más fácil decir: “El resto lo hago yo misma”. Apoyadas por ellos, todo fluye más fácil. Entonces, cuando la fuerza del linaje se manifiesta, aparece lo más protector, lo que nos sostiene en los momentos difíciles, lo que nos completa como personas. Nos da flexibilidad, reflexión: permiso para encontrar la propia solución, libertad, autonomía y, sobre todo, un espacio libre desde donde crear nuestro propio camino.
Hackear nuestras propias narrativas
Lo primero es dejar de contarnos siempre el mismo cuento para dar lugar a una nueva mirada sobre el paquetito que traemos. ¿Quién no se armó la propia peli? Nuestra chica de tapa, Dalma Maradona, por ejemplo, se había armado una en la que su papá nunca estaba. Pero haciendo un documental el último tiempo, se encontró con videos que mostraban que, en cada cumpleaños, cada evento importante de su vida, él estaba ahí. Quizá podrá cuestionarle otras cosas, pero ya no podrá decir que él nunca estaba.
Sabemos que nuestras narrativas están caducas o que nuestro modo de ver la historia familiar ya no nos está sirviendo, cuando estamos buscando un resultado y no sale. Queremos estar en pareja y no; queremos ganar dinero y tampoco; queremos resolver una situación con una persona y no lo logramos. Podemos decir: “Yo siempre eligiendo el mismo tipo de nabo” o “qué mala soy para los negocios” o “por qué todo me cuesta tanto”. O podemos salir a averiguar qué patrón está actuando. Qué de lo heredado – adherido como un papel contact invisible– nos está trabando.
Y acá, otra llave: somos mucho menos originales de lo que querríamos. Somos transgeneracionales y, como tales, tendemos a repetir. Lo que no fue resuelto en una generación tiende a repetirse de modo similar en la siguiente. Tomar conciencia de esto es el primer gran paso. Hay campos de información actuando sobre nuestra vida que podemos rastrear. Quizá no hayamos conocido a nuestro abuelo, pero viendo a mamá podemos entender de qué modo la trató su papá. O quizá tengamos un conflicto con nuestra hermana que sostenemos porque en nuestra familia era así: las hermanas no se hablaban. O frente a nuestros hijos adolescentes puede que debamos actualizar a la adolescente que fuimos. De este modo es que vamos hackeando las narrativas que nos repetimos como loras. Hacerse preguntas es imprescindible. ¿Cómo aprendí esto? ¿Quién más lo tuvo en el sistema familiar? ¿A quién le costó esto? ¿Qué pasaría si yo lo lograra? ¿Se pondrían todos contentos o habría alguien que no? Quizá la peli como la vimos nos haya servido hasta aquí, pero ahora sea momento de revisarla. Es entonces cuando nos diferenciamos. Renunciar a la repetición es, de algún modo, dejar de pagar las deudas de los ancestros. Con agradecerles es suficiente.
Lo que no se integra... se repite
Al desbloquear todo eso que obstaculiza la fuerza de nuestro linaje, se cumple lo que el creador de las constelaciones familiares, Bert Hellinger, sostenía: “El amor siempre fluye, pero fluye mejor cuando está ordenado”.
El orden en el sistema hace posible que nos llegue toda esa energía en forma de recursos que mejoran nuestras vidas: recursos para comprender el origen emocional de una enfermedad, conexión con la abundancia material o incluso con el desarrollo de nuestro poder personal.
Este orden necesita de una voluntad en particular: integrar. Hay una frase muy linda que lo resume bien: “Lo que no se integra se repite”. Integrar es no ocultar, no juzgar, no negar. Integrar es decir que sí, reconocer lo que es. Terminar con las polarizaciones del tipo “bueno vs. malo”, “inocente vs. culpable”, “sano vs. enfermo”, “víctima vs. victimario”.
Por supuesto, no podemos subirnos a una máquina del tiempo para ir a alterar el modo en que sucedieron las cosas. Pero sí podemos hacer ajustes desde nuestra mirada despojada de juicio, comprensiva y compasiva. Supongamos que una mamá se fue de casa cuando su hija aún era chica. Podemos mirarla, observar de dónde venía, qué la empujó a una decisión tan dolorosa, sentir compasión por ella y dejarla allí, ya libre de rencor o angustia al respecto. ¿Significa estar de acuerdo con lo que pasó? No: integrar es aceptar, es incluir sin tapar ni obturar lo que ocurrió.
De ese modo, dejamos de pagar deudas que no nos pertenecen. En el caso de la mamá que se fue, el precio de ella pudo haber sido perder la alegría, y el de su hija, vivir enojada. Entonces, la clave es poder decirle: “Mamá, tomo esto al precio que a vos te costó como mamá y al precio que a mí me cuesta como hija y no pago más”. Cuando miramos nuestro linaje con una mirada comprensiva y de aprecio, dejamos de recibir sus pagarés. Ya nadie le debe nada a nadie. Las cuentas se saldaron donde más importa: nuestro corazón.
Tomar totalmente a los padres
De mamá tomamos el mundo emocional. Al alimentarnos, nos enseña a amar y ser amadas. De ella aprendemos el cuidado –propio y hacia otros–. Se aprende la vocación y, luego, la capacidad laboral. Mientras que de papá tomamos el mundo social. También nos muestra los límites, no desde un lugar autoritario, sino desde la protección, como un lugar donde movernos seguras. Poder decir que no. Mientras mamá nos impulsa al éxito, papá nos sostiene en él.
Todas traemos algún rollo con mamá o papá. ¿O no? El rollo incluso puede ser que sean demasiado maravillosos. ¡Tan maravillosos que la vara nos quedó muy alta! Está buenísimo si podemos ponernos a contemplarlos con neutralidad. Rehuir el impulso de dar media vuelta para no ver lo que hay. Si tapamos y nos quedamos instaladas en un lugar de enojo, en algunos casos, o de idilio, en otros, nos perdemos de ver la historia completa, lo cual puede llegar a incidir en el modo en que nos vamos a relacionar con nuestras parejas y con nuestros hijos.
Para recibir la fuerza del linaje, es súper importante poder aceptar a los padres con lo que hicieron OK y con lo que no hicieron OK. Con los defectos y las virtudes. Dice Hellinger: “Solo porque no fueron perfectos pudimos hacernos aptos para la vida”. Se trata de tomarlos en nuestro corazón así como son. Y lo maravilloso es que cuando en el presente los dejamos en paz, cuando ya no aceptamos nada de ellos y pueden hacer su propio camino, encuentran la paz. ¿Cómo se hace esto? Diciéndoles: “Te tomo completa, mamá, te tomo completo, papá, te veo, no te critico, no te juzgo, te doy un lugar en mi corazón, pero yo lo voy a hacer a mi manera”.
Reescribir el argumento
Desde la psicología transaccional sugieren que todos interpretamos un guion o argumento de acuerdo con aquello que no hayamos recibido en suficientes dosis en nuestra crianza. Las claves son tres:
Espontaneidad: es el permiso para conectarnos con el presente, con lo que nos surge. Si nos reprimieron la espontaneidad, es probable que tengamos un argumento de “no goce”, que nos cueste disfrutar y tendamos a la adicción como una muleta para conseguirlo.
Intimidad: es el permiso para compartir nuestras emociones con otras personas, sin temor a que sean reprimidas. Si nos reprimieron la intimidad, es probable que tengamos un argumento de “no amor” y nos sintamos deprimidas.
Percepción: es el permiso para confiar y validar aquello que percibimos. Si nos reprimieron la percepción, nuestro argumento será de confusión o de locura.
Hoy, como adultas, podemos darnos estas tres cosas, a nosotras y a nuestros hijos. Como hicimos en OHLALÁ! en este, nuestro aniversario número 14 –que en numerología tiene que ver con el cambio y la transformación–. Revisando nuestro lugar en el linaje al que pertenecemos, agradecimos todo lo que nos trajo hasta aquí y hoy escribimos nuestras propias reglas y leyes. ¿Y vos? ¿Vas a reescribir tu argumento? Como decía Thich Nhat Hanh: nuestra transformación transforma todo. •
EXPERTA CONSULTADA
Mabel Ugarte
Médica, terapeuta sistémica, consteladora familiar, docente internacional.
@mabugarte.
La dinámica de las sillas
Este ejercicio te puede ayudar a sostener, proteger, respaldar y habilitar la reorganización de tu actitud interna, de manera adulta, manteniendo la dignidad en todas las instancias. Tomá cuatro sillas. Cada una representa un aspecto de tu vida.
- Silla 1. Mi personalidad: son mis pensamientos, actitudes, emociones, sensaciones. Abarca todo lo que sé de mí como persona.
- Silla 2. Mi lugar en el sistema familiar: soy nieta, hija, hermana, tía, pareja, madre. Tiene que ver con las características del sistema familiar, el aprendizaje en la toma de decisiones, manejo de conflictos, gestión y educación emocional.
- Silla 3. Mi contexto social: ¿soy trabajadora, estudiante, amiga, deportista? ¿Quién soy con respecto a mis otros?
- Mi silla 4. Mi yo global: tiene que ver con las características del contexto geopolítico-histórico: ¿soy ciudadana de qué país? ¿Cuál es mi nacionalidad?
Colocalas una junto a la otra y sentate un par de minutos en cada una. Pensá en los aspectos que te traen. Luego de pasar por las cuatro, podés quedarte en la primera y traer a tu mente la experiencia sensible de haber ocupado las otras.
Una visualización para recibir fuerza de tus antepasados
- Sentate cómoda, cerrá tus ojos.
- Respirá profundo para soltar y aterrizar en el momento presente.
- Visualizá a tu madre a tu lado izquierdo justo detrás de vos. Sentí su energía a tu lado.
- Visualizá a tu padre a tu lado derecho, también justo detrás de vos. Sentí su energía.
- Date cuenta de si uno de ellos está más cerca o más lejos de vos.
- Hacé consciente qué es lo que ocurre en tu cuerpo a nivel de sensaciones, emociones y sentimientos mientras ellos están a tu lado.
- Mirá a tu mamá y decile “gracias”.
- Mirá a tu papá y decile “gracias”.
- Dejá sentir en tu cuerpo cualquier cosa que surja ahora mismo y dale el permiso para estar ahí.
- Sentí gratitud hacia tus dos padres. Ambos son igual de importantes para tu existencia. Estás compuesta de ellos.
- Visualizá a tus abuelos maternos detrás de tu madre y decile a cada uno de ellos “gracias”.
- Ahora visualizá a tus abuelos paternos detrás de tu padre, y decile también a cada uno de ellos un “gracias” sincero.
- Sentí cómo forman parte de vos, estás también compuesta de ellos.
- Ahora podés visualizar detrás de cada uno de ellos a sus dos padres. Y detrás de cada uno de estos, a sus dos padres. Así, de forma infinita, visualizá muchísimos ancestros detrás de vos.
- Sentí cómo todos ellos son parte de vos y están presentes de alguna manera en cualquier cosa que hagas en esta vida. Todos ellos han sido igual de importantes para tu existencia.
- Sentí el efecto en tu cuerpo de darte cuenta de ello. Ahora sentí el apoyo de todos esos antepasados. Cómo todos ellos te están pasando la vida que ellos recibieron, te están dando fuerza.
- Permitite sentir en tu cuerpo esta fuerza y esta vitalidad, inundándote de ellas.
- Después de unos minutos, cuando lo sientas, a tu propio ritmo, abrí tus ojos.
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