La fuente de la juventud
Juan,
En tu última carta pusiste "somos jóvenes hasta que decidimos dejar de serlo". Hermosa expresión.
El otro día, estaba camino al médico y delante mío caminaba una pareja de personas que rondarían los setenta años. Había varias cosas llamativas en ellos.
Iban de la mano. Eso fue lo primero que observé con una sonrisa. Iban caminando a un ritmo ágil, vestidos de colores claros y ambos conversaban muy animadamente. Hablaban por "turnos" iguales y sin pisarse en sus palabras.
Los percibía cómodos, contentos y muy compañeros. Él le contaba algo, la miraba cada tanto de reojo y ella respondía vivaz. Por lo que pude desprender de la conversación, ella le estaba devolviendo su punto de vista respecto al planteo de él. Los sobrepasé por la derecha, los espié y sentí admiración.
Es cierto que no sé nada de la vida de esas dos personas. Quizás se conocieron en una ronda de Canasta hace un par de meses, o son divorciados que andan noviando hace un par de años, o viudos, o quién te dice, quizás se conocieron por Internet.
Pero mi imaginación vuela y se eleva hacia rincones de mi inconsciente que responden a mis propios sueños, deseos y proyecciones.
Fantaseé que se habían conocido muchas décadas atrás, en algún baile de barrio y que, desde entonces, habían desarrollado un lazo fuerte, tan fuerte como el de la amistad. (Cada día estoy más convencida de que las parejas que son ante todo buenos confidentes, amigos, tienen muchas más probabilidades de atravesar cualquier tormenta y no extraviarse en esos temporales que no te dejan ver. A nadie le gusta perder a un amante, pero creo que menos a un amigo.)
Imaginé que habían tenido hijos, hoy adultos, pero que no conversaban sobre ellos, no. O no únicamente. Hablaban de sus propias vidas, de su presente.
Recordé nuevamente la novela de Paul Auster que leí en el verano: Winter Journal. La mencioné un par de cartas atrás. Él, Paul, casi con setenta años decide narrar su diario de vida. Al hablar de su mujer de hacia casi treinta años, él dice: un día apareció en mi vida y comenzamos una conversación. Esa misma charla atravesó los años y hasta el día de hoy perdura.
"Qué lindo ser ya mayor e ir de la mano por la vida", pensé.
Es que ¿sabés qué? realmente no lo veo seguido. No en parejas grandes, pero tampoco en parejas jóvenes de larga data. A muchos se les pierden los besos, los abrazos y las manos entrelazadas en alguna mañana de neblina densa. En la rutina de la paternidad y la pareja "constituida".
"Somos jóvenes hasta que queremos dejar de serlo", pusiste. Y claro, lo llamativo de esta pareja mayor era que iban de la mano, conversaban con fluidez y se reían. Todas actitudes que parecieran ser patrimonio privativo del enamoramiento de la primera juventud.
Así fue como, en un segundo, llegaron y pasaron por mi propia vida dos personas longevas, irradiando espíritu jovial. Sin saberlo, compartieron un segundo de sus vidas, pero me dejaron mucho para sentir.
Para lo que leas lo que sigue, te dejo esta joyita. Los inicios de INXS. Muy Madness o Talking Heads.
¿Qué me hace sentir joven? Porque por supuesto que no se trata sólo de que una pareja camine con vos de la mano hasta la ancianidad. No son sólo besos, conversaciones o risas.
O sí. Pero no se trata sólo de la pareja.
Siento que también se trata del afecto, las conversaciones y las risas con amigos. Y de todo eso mismo, pero en la soledad.
Amor propio, conversaciones introspectivas y risas de la mano de un libro, una película, un canto alocado en la ducha, un baile frente al espejo o un recuerdo tragicómico de la propia vida. Todo eso, y más, me hace sentir joven.
Sabés, estoy promediando mi tratamiento hormonal para congelar óvulos. En estos últimos días pasé por un sinfín de emociones y aprendizajes, pero hoy y por ahora, no me sale hablar de esto en profundidad.
Sí voy a compartir que hubo mucho más, que el hecho de aprender a romper ampollas e inyectarse agujas.
En estos días, hubo mucho de observar a las personas por la calle y hubo bastante de llorar por el mundo desquiciado en el que vivimos, ese que te hace dudar si es sensato traer niños inocentes a una tierra de hombres que se eliminan como moscas.
Pero también, y ante todo, hubo grandes amigos. Con Flor, amiga incondicional, hubo música a todo volumen, cantar fuerte hasta liberar todo, reírnos con chistes malos hasta que duela la panza, sentirnos locas sin culpas, Con ella compartí nuevas salidas: como por ejemplo ir domingo a la mañana al médico jaja . Y también, cada día, hubo llamadas de la última persona en la que pienso cuando me voy a dormir.
Hoy, domingo de Pascuas, estoy escribiendo desde lo de mi hermana Sofi. Al lado mío, está mi sobrina Isabella. Tiene tantos rollos que le digo: Jabba the Hutt (personaje de Star Wars). Ella se ríe feliz. Hace un rato Sofi la fue a cambiar y le puso una ropita de fonde beige y rosas muy "vintage". Ahora no le digo más "Jabba", le digo "Rococó". No para de reírse con los nombres que le invento.
Las tres nos reímos mucho.
Amor, conversaciones, risas. Con tu pareja, con amigos, con tu familia, conmigo.
Creo que mientras la vida tenga de todo esto, siempre nos vamos a sentir jóvenes. Y nacer y vivir, así vale la pena.
Beso,
Cari