India: la ruta del triángulo asombroso
Desde Delhi hasta Varanasi, un viaje fascinante. Las vacas sagradas, los mercados de aromas intensos, el Taj Mahal, los amaneceres del Ganges y los barriletes de las puestas del sol
La India es una introducción sin prólogo a un mundo asombroso. Cada rostro, gesto, olor, rincón y color invita a la fascinación. Confundido entre la razón y el sinsentido, el viajero se maravilla con los inciensos de aromas exquisitos en el altar de alguno de los numerosos dioses del panteón hinduista; el cuerpo repleto de colores de los penitentes sadhus; el paso cansino de las vacas sagradas errando por las calles en busca de comida que casi nunca encuentran; los eunucos danzando y pidiendo limosna en vagones repletos; la prodigiosa anarquía de las rutas sin leyes de tránsito. Un bombardeo de imágenes y sensaciones del que ningún visitante sale indemne.
Para la mayoría de los turistas la puerta de entrada a este mundo es la populosa Delhi, un hervidero urbano habitado por más de quince millones de personas, que contiene dentro de sus difusos límites a la ciudad de Nueva Delhi, formalmente la capital de India. "Somos una ciudad dentro de otra", dice Narayan, joven de cabello muy oscuro que se gana la vida manejando un rickshaw por las caóticas calles de Delhi. El rickshaw es el medio de transporte más popular de la India y puede estar propulsado a motor, a pedal o a tracción humana.
"Mi abuelo tiraba de un rickshaw y era muy duro, porque había que correr con el pasajero y la espalda te quedaba desecha al fin del día. Hoy no existen más esos tipos de rickshaw en Delhi, pero aún los hay en otras ciudades como Calcuta", cuenta Narayan, que tiene un vehículo motorizado verde y amarillo. Mientras maneja, acaricia una figura de Ganesh, una de las deidades más populares del hinduismo, la religión que profesa la mayoría de la población. Con cuerpo humano y cabeza de elefante, Ganesh tiene fama de alejar los obstáculos del camino de quien lo reverencia.
Casi sin tiempo para descansar, Narayan conduce su pequeño rickshaw durante más de quince horas diarias. Carga gente de la mañana a la noche y pasa cuando menos una vez al día por Connaught Place, un sitio de manzanas circulares y calles concéntricas que constituye el corazón de Nueva Delhi. Diseñado hace más de ochenta años por el célebre arquitecto inglés Edwin Lutyens, Connaught Place fue alguna vez un modelo urbano pero hoy sufre el embate del tiempo y el más brutal abandono. Casas de frentes descascarados, pilas de basura en los rincones y veredas con pozos jamás cubiertos son postales repetidas de ese laberinto invadido a toda hora por cientos y cientos de personas.
"Éste es el lugar donde late Nueva Delhi", dice Narayan mientras lucha con un tránsito que alcanza siempre niveles demenciales en Connaught Place. Autos, motos, bicicletas, bocinas, vacas rumiando en medio del asfalto, gente corriendo entre los vehículos, mendigos, oficinistas, mujeres vestidas con hermosos saris, vendedores ambulantes, niños empujando carritos repletos de cartones; un enjambre caótico imposible siquiera de imaginar para quien nunca ha estado en la India. "No hay nada como vivir aquí", sentencia Narayan, mezcla de orgullo y humor.
Así como Connaught Place es el corazón de Nueva Delhi, el mercado de Chandni Chowk lo es de la vieja Delhi. Con algo más de tres siglos de historia, este mercado es el más antiguo y el mayor de la India. Andar por allí es como sumergirse en un océano de aromas dulzones y colores intensos, en el que se ofrecen chiles, legumbres, ajos, frutas secas, dátiles, fideos, yogures, pimientas, jengibre, hinojo, canela, clavo de olor, cúrcuma, cilantro y otros cientos de delicias acumuladas en grandes bolsas en el suelo.
Junto al mercado se levanta la gran mezquita de Jama Masjid, la más importante de la India, cuyo descomunal patio de oración es capaz de albergar a veinticinco mil fieles. Concebida arquitectónicamente como una mezcla de estilos mogoles e hindúes, está construida sobre una colina y cuenta con dos minaretes de más de cuarenta metros de altura, a los que se sube por una escalera de casi doscientos peldaños. Desde allí arriba, la vista de la caótica y maravillosa Delhi resulta conmovedora.
Junto con Jama Masjid, el otro edificio emblemático de la vieja Delhi es el Fuerte Rojo, cuyo nombre alude al color de la piedra con que fue construido. Declarado Patrimonio de la Humanidad en 2007, está rodeado por una muralla de casi siete kilómetros. "No hay lugar más bello en toda la ciudad –asegura Pradip Singh, un guía de profusa barba negra que ofrece sus servicios en la puerta de Lahore, uno de los accesos principales al fuerte–. Empezó a construirse en 1638 y su edificación demoró más de diez años", explica a una pareja de italianos que acaba de contratarlo por cuatrocientas rupias, algo más de cinco dólares según el cambio oficial. Una ganga, teniendo en cuenta que la visita durará por lo menos dos horas.
Agra y el Taj Mahal
Apenas 200 kilómetros de ruta asfaltada separan Delhi de Agra, la ciudad donde se encuentra el maravilloso Taj Mahal. Levantado a orillas del río Yamuna y convertido hoy en una de las nuevas maravillas del mundo moderno, el Taj Mahal es un mausoleo concebido estéticamente como un palacio por el genial arquitecto Ustad Ahmad Lahori, que lo diseñó guardando celosamente sus proporciones. Así, por ejemplo, su altura es igual al ancho del plinto sobre el que está levantado, al tiempo que la altura de su doble bóveda es igual a la de la fachada. Esta brillante simetría queda, sin embargo, empalidecida por la sensación que provoca el mármol blanco que reviste sus formas y que varía sus tonalidades con las primeras y últimas luces del día.
El nacimiento del Taj Mahal está ligado a una trágica historia de amor que tuvo por protagonistas al emperador Sah Jahan y la princesa Mumtaz Mahal, unidos por una irrefrenable pasión a la que el destino decidió poner imprevisto final con la muerte de ella, tras dar a luz al decimocuarto hijo de la pareja. Angustiado, el emperador quiso cristalizar su dolor con una ofrenda póstuma propia de los cuentos de hadas. Así fue como ordenó a sus súbditos levantar un inmenso monumento que albergara la tumba de su esposa. El emperador llevó adelante la ciclópea empresa durante diecisiete años de trabajos, desde 1631 hasta 1648, hasta que al fin pudo ver su homenaje plasmado en el Taj Mahal.
Casi cuatro millones de turistas llegan anualmente al Taj Mahal, lo que lo convierte por mucho en el lugar más visitado de la India. Transformada en un ícono promocional del turismo, su estructura principal descansa sobre una gran plataforma rectangular en cuyas esquinas se levantan cuatro altos alminares construidos con una leve inclinación hacia fuera para evitar que caigan sobre el edificio en caso de terremoto. Justo en el centro de estos alminares y dentro de una gran bóveda, se encuentra la tumba de la princesa Mimtaz Mahal. Hasta ella, en lentísima procesión, se acercan los visitantes, una hilera de curiosos que serpentea sobre los alrededores, sube y baja escaleras, hasta llegar al sitio donde descansan los restos de esa mujer por la que toda la maravilla cobra razón. Definido alguna vez por el poeta indio Rabindranath Tagore como una lágrima en la mejilla del tiempo, el Taj Mahal es la exaltación en mármol de una pasión que fue obsesión y tragedia.
Amaneceres y atardeceres
Así como el Taj Mahal es el ícono turístico de la India, Varanasi es su símbolo espiritual. 600 kilómetros al sudeste de Agra, la sorprendente Varanasi es la más importante de las ciudades sobre las aguas del Ganges, el río del que, para la mitología hinduista, fue creado por el dios Brahma a partir del sudor del pie de Vishnú. La condición sagrada de este río funciona casi como un atajo hacia la salvación final, ya que los hinduistas creen que depositar las cenizas de un cadáver en sus aguas evita el ciclo de las reencarnaciones al difunto, lo que equivale para su alma a alcanzar el Moksha o Nirvana e ingresar inmediatamente en el cielo. Por eso, Varanasi se ha convertido desde tiempos inmemoriales en un lugar de constante peregrinación para el hinduismo, tanto de aquellos que se acercan a la ciudad simplemente para bañarse o meditar en el Ganges como para quienes pretenden morir frente al río para ser después cremados en las piras que suelen arder en las orillas.
Nada resulta igual una vez que se conoce Varanasi. La vida y la muerte conviven en sus calles por las que desfilan los grupos de fieles que llevan a sus difuntos hasta el río en el que las cenizas flotarán hasta alcanzar la gloria divina. En la ribera, coloridos, se levantan viejos palacios cuyas puertas llevan directamente hasta los ghats, nombre con que se conocen las escaleras de piedra que descienden hasta el río y reciben todos los amaneceres a miles de hinduistas piadosos que rinden tributo a la divinidad realizando baños purificadores.
Presenciar ese espectáculo es uno esos momentos que ningún viajero podrá olvidar, en especial cuando el sol empieza a asomar de a poco por detrás de las aguas para iluminar con tonos dorados los cuerpos casi desnudos de los fieles. Indiferentes a los curiosos, los hinduistas se lavan durante un largo rato mientras cadáveres a medio incinerar flotan en el río. "Hay familias que no disponen del dinero para comprar leños suficientes para quemar completamente el cuerpo y por ello hay cadáveres que se arrojan al río sin haberse transformado aún en cenizas. Están a medio quemar, con sus vísceras todavía casi intactas", explica Syed Dutta, un chico de no más de veinte años que lleva a los turistas a navegar en las mañanas por el Ganges. Tiene un pequeño bote que carga cinco personas y la recorrida por el río se extiende por dos horas, hasta que los ghats se vacían ya de gente. De tanto en tanto, la navegación pasa frente a las hogueras donde arden los hinduistas que buscan el Nirvana. "Cuando pasamos frente a ellos hay que guardar respeto y no está permitido tomar fotos", señala Syed.
Tras los baños purificadores, la mayoría de los fieles va hasta el sagrado Kashi Vishwanath, un templo dorado dedicado a Shiva construido en 1776 y en el que sólo pueden ingresar hinduistas. Cientos de personas desfilan lentamente para llegar allí, zigzagueando entre vacas famélicas que apenas si pueden engañar sus estómagos con cáscaras de banana amontonadas en los rincones. "En la India, las vacas son sagradas pero sufren el hambre igual que cualquiera", bromea un turista español que saca fotos con su celular al frente del templo. Viene de Barcelona, lleva ya cinco días en Varanasi y tiene en su mano un barrilete. "Cuando empiece a caer el sol, encontraré un niño para regalarle este cometa", asegura el español. Más tarde, después de una merienda muy liviana en un hospedaje espartano, se topa por casualidad con un niño de siete u ocho años llamado Sandez. "Es para ti", le dice al pequeño, que toma el barrilete como si fuera lo mejor que le ha pasado en la vida y se lanza a correr por las calles.
Un rato después, el cielo empieza a llenarse de barriletes. Son cientos, miles, que se recortan contra un crepúsculo de tonos escarlata. Como un hermoso ritual, los niños de Varanasi remontan sus cometas cuando empieza a caer la tarde. Así es siempre, ése y todos los días. "Esto es la India, donde los mayores honran la muerte en las mañanas y los pequeños disfrutan la vida en las tardes", reflexiona el español y con la mirada busca en el cielo el barrilete de Sandez.
Datos útiles
Cómo llegar
Desde Buenos Aires, vía Europa o Medio Oriente, hay vuelos a Nueva Delhi a partir de US$ 1000.
Dónde alojarse
En Delhi, The Imperial ofrece lujosas habitaciones de estilo imperial por 486 dólares la noche. Reservas en www.theimperial.com
Para gustos más económicos, el popular y muy íntimo Delhi Bed & Breakfast tiene cuartos desde 76 dólares. Reservas en www.delhibedandbreakfast.com
En Agra, el básico Sheela está a metros del Taj Mahal y ofrece habitaciones por apenas 11 dólares. Reservas en www.hotelsheelaagra.com
Mucho más caro y exclusivo, el Oberol Amarvillas ofrece vivir un día con lujos principescos por 517 dólares. Reservas en www.oberolhotels.com
En Internet
www.indembarg.org.ar
www.tourismindia.com
Consejos para un viaje único
- El tren es el medio más eficiente y económico de viajar de una ciudad a otra. Para comprar billetes se puede visitar el sitio web de la empresa estatal www.irctc.co.in, pero Cleartrip.com es mucho más sencilla que la oficial.
- Nunca tomar agua de la canilla. En cuanto a la comida, se sugiere empezar con platos suaves y con los días ir añadiendo especias y picantes, si el estómago resite.
- Se necesita visa y vacuna contra la fiebre amarilla para entrar en la India.
- Desde los taxis hasta los mercados, casi todo se negocia a través del arte del regateo.
- La India es un país seguro, pero hay que estar atento a las pequeñas estafas y a los cazaclientes, desde taxistas y conductores de rickshaws que se empeñan en llevar al turista a hoteles y negocios en los que reciben comisión, hasta falsas oficinas de turismo que en realidad son agencias de viaje. La única oficina de turismo oficial está en 88 Janpath, en Delhi.
-Está prohibido sacar rupias fuera de la India, por lo que hay que cambiar dinero tanto a la llegada como a la salida del país.
-Embajada de la India en Buenos Aires: Avda. Eduardo Madero 942; consular@indembarg.org.ar